viernes, 15 de octubre de 2010

Vivir la infancia

José Luis Vivar

(Fotos Milton Iván Peralta)
Cuando un niño se contempla frente al espejo, ¿qué es lo que observa detrás de sus ojos? Seguramente esto es algo que algunos los adultos, por no decir la mayoría, con el paso del tiempo llegan a olvidar. De alguna manera, por cuestiones propias de la vida, el material con que construían esos sueños de infancia, ha llegado a perderse. Dicen que continuar viviendo la infancia significa no perder la capacidad de asombro, descubrir detalles que para los demás pasan desapercibidos, encontrar razones para embarcarse en novedosos proyectos; prepararse para recorrer nuevos senderos.

Todo esto resulta sencillo de explicar, pero es sumamente complejo de llevar a la práctica, para quienes se han enclaustrado en su mundo de adultez, en tormentosas rutinas y horarios; en su existencia de trabajo siete días a la semana, y si es posible, y sobra algo de tiempo, no desperdiciarlo cuando se acuestan a dormir.

La realidad interior de los niños y los adultos varía en niveles de calidad. El niño sueña que conquista una montaña volando encima de una mariposa. El adulto sueña que se compra aquello que no necesita, pero que lo hace feliz momentáneamente. El niño visita mundos extraños, expandiendo su fantasía. El adulto a veces no sueña, o no recuerda haber soñado porque sus problemas le aniquilan cualquier rasgo imaginativo.

Entre sueños y realidades existimos. En algunos permanece el espíritu del niño que fuimos, en otros permanece un vacío que busca ser ocupado, aunque ignoran con qué, o para qué. Vivir y medio vivir no depende de los demás sino de cada quien, porque cada uno es quien elige.

En esta ocasión, las imágenes que se despliegan ante nosotros no son producto de lo que soñamos sino el fruto de dos artistas que despliegan talento, imaginación y figuraciones.
De pronto estamos frente una legión de seres, objetos y quimeras. Cada uno de ellos tiene movimiento, autonomía y color. La infancia es una reminiscencia y la realidad interior un motivo para adentrarse en lo que aparenta ser y lo que es finalmente.

Azucena Rodríguez Anaya y Emmanuel Limón Maciel establecen un laberinto de posibilidades estéticas. Más que compartir una propuesta temática en esta exposición pictórica, lo que hacen es complementar sus espíritus creadores. Renuevan símbolos y trazan nuevas armonías en líneas y en colores.

Destacan de manera particular siluetas humanas, quizás angelicales; rostros distantes; paisajes improbables; astros solares de diferentes dimensiones y una veta interminable de instantes que lo mismo pueden pueden ser parte de una ensoñación, o de lugares que todavía ignoramos que existen.

Cada cuadro comprende una historia que puede ser tan extensa como lo quiera el espectador. Cada cuadro es también una posibilidad de remontarse a la lejana infancia y observar esa realidad que vive en su interior.

La invitación es para que todos podamos ser testigos de esta exposición, y podamos felicitar a sus autoras.




*Texto leído en la inauguración de la exposición de pintura:
 “La Infancia y la Realidad Interior”, de los artistas plásticos
Azucena Rodríguez Anaya y Emmanuel Limón Maciel.
Casa del Arte Vicente Preciado Zacarías.
Octubre 8 de 2010.

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