José de Jesús Juárez Martín
La mercadotecnia indaga siempre los más tiernos lazos de afectividad entre las realidades sociales, así se han magnificado los días sociales de festejo; son muchos y se parecen cada vez más las formas de celebración de acuerdo a los parámetros mercantiles.
Tocó el turno al “día del padre” tercer domingo de junio, primer punto a su favor, asueto, todos pudimos celebrar al personaje y tal vez, el día. Nadie parte en cero a esta celebración, hay experiencias previas y de ahí nos lanzamos como en competencia, llenamos todos los restaurantes desde el desayuno y todas las mesas lucen un padre o varios padres felices.
El padre en las familias fue símbolo de la firmeza del hogar, la seguridad económica, el apoyo para los asuntos sustantivos en el hogar, el proveedor, defensor, autoridad suprema en las decisiones, en los asuntos familiares. No todos y por desdicha muchos de los hogares carecieron de esta figura paternal. Actualmente las familias experimentan una democratización hasta en los roles de cuidado con la familia y eso considero es provechoso para la formación de los pequeños que llenan de alegría y ternura los hogares y las comunican hasta la familia grande.
Las funciones de los padres se asumen de acuerdo a la seguridad, felicidad, salud, desarrollo y educación de los hijos. Así, familia y padres son la primera escuela, los primeros educadores, formadores en la vida por y para ella; la educación a los niños, inicialmente los sociabilizan de acuerdo a las formas de vida familiar. Las primeras experiencias, los principios morales, las normas, los conceptos de bueno y malo en sentido moral ahí toman sus primaras huellas y sobre esas estructuras en formación se transitará por toda la vida, pero tal vez lo más importante sobre todo, están las relaciones afectivas que van formando la autoestima de los niños en desarrollo y por ende, su personalidad.
Respetar la vida y sus manifestaciones es fortalecer las expectativas de una vida sana y feliz de los niños, los valores, los principios religiosos, la fe en esa época prácticamente se imbuye en la convivencia, dirían los antiguos en forma contundente: se maman, porque el núcleo familiar satisface las necesidades de los infantes.
La cooperación, el respeto, vivir compartiendo bienes y deberes son los pilares de una vida comunitaria en integración, en la construcción de la vida digna para todos los miembros de la familia, de la comunidad.
Los niños que tienen la fortuna de vivir con sus padres estos valores, son ellos el principio de dicha de los papás que dan testimonio de vida y cuando les instruyen y platican que ellos son miembros de una religión, donde Dios es el mejor Padre imaginado y deseado que con su Providencia satisface nuestras necesidades y la deteriorada imagen de la autoridad se revaloraría a partir de experiencias gratas y de convivencia familiar.
Finalmente, es recomendable que no esperemos el próximo año para festejar a papá, celebremos la vida diariamente con los valores que nos integran y que son los que forjan patria. Respeto, servicio y el afecto que es el aceite de la sociabilidad. Una forma de vivir con alta calidad humana y celebración continua, y evitaremos sentir los resquemores morales por no comunicarnos durante largos lapsos de tiempo, o coexistir pacíficamente. Cambiemos esa coexistencia de indiferencia, de desarraigo por la convivencia que personaliza y construye comunidad.
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