Salvador Manzano Anaya
En la Facultad de
Ingeniería, el primer semestre, en los primeros días de clases, cuando
comenzábamos a conocernos los compañeros que emprenderíamos una larga
trayectoria para lograr nuestra formación universitaria, veía a un compañero sentado en las escaleras del edificio que
albergaba nuestra aula, siempre entregado profundamente a la lectura de algún
libro en los espacios de entre-clases, mientras llegaba el maestro en turno o
cuando alguno de ellos faltaba. Yo no podía digerir esa manera de ser
y su desinterés por convivir con los demás compañeros.
Así pasaron las primeras 3
semanas, hasta que vencido por la curiosidad, me acerqué a él y le dije: hola
soy Jorge Miranda; el dejó su libro a un lado y con una sonrisa, Jorge Miranda Sahagún—me contestó-, alegando que le faltaba poco para saber los
nombres de todos los compañeros y me dijo su nombre.
Entablamos una amena conversación
que recorrió nuestros pueblos natales, nuestra inquietud por ser ingenieros y muchas cosas más. En un breve espacio, de esos que impone el
silencio, mientras nuestros cerebros buscaban la siguiente línea del dialogo,
surgió la que fuera la pregunta que me llevó a entablar esa conversación, ¿se
puede saber que estas leyendo? –le pregunté-, el me respondió que Demian de Herman Hesse, y luego me replicó que
si me gustaba leer, le respondí que no, que para mi los libros son todos
iguales que no sabría como encontrar alguno que me interesara, el se rió –jaja
¿todos iguales en serio?- me miró de una manera sarcástica, algo iba a suceder
cuando nos interrumpió el saludo de un
maestro que se dirigía al salón para impartirnos su clase… corrimos a su
lado.
Desde ese momento sabia
que ese compañero iba a ser uno de mis mejores amigos durante toda la carrera.
Pasando un tiempo, mi
compañero llegó con un libro envuelto para regalo y con la mayor seriedad me
dijo: “un regalo”, por ser mi primer libro, le agradecí le prometí leerlo y
comentarlo con él cuando lo terminara.
Cuando llegue a casa, abrí
el paquete con enorme curiosidad y vi en su portada el titulo EL LIBRO BLANCO, era un ejemplar
hermoso, elegante; pero…el
autor no aparecía, ni la editorial…la mayor sorpresa me la llevé al ver que el
libro en realidad !estaba en
blanco!, tenia la hoja del prologo en blanco, el índice en blanco, tenia
paginas, pero ningún texto…
Muchos días evité
comentario alguno al respecto, primero quería descifrar el significado de lo
que estaba tratando mi amigo, miraba el libro en mi mesita de luz y se
desprendían de el tantas incógnitas, hasta que empecé a reflexionar… ¿Cómo me
gustaría que este libro tuviera algún texto?, eso provocó que me detuviera en
las librerías y comenzaba a buscar
temas, autores, editoriales. Finalmente compre mi primer libro y lo leí, con
una satisfacción increíble y con un deseo enorme de corresponderle a mi amigo
su gran gesto. Ese libro blanco tiene muchos significados, un texto invisible
que mentalmente me instruyó y me fue llevando a salir de mi renuencia a leer, y
para abundar fue algo clave en el desarrollo de mi carrera.
Fue un año después cuando le dije a mi amigo:
El mejor libro que he tenido en mi vida…me lo regalaste tú.
Él solo sonrió.
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