martes, 18 de diciembre de 2012

La mejor forma de ser mexicano

José de Jesús Juárez Martín
                                 
El 12 de diciembre de cada año es una auténtica fiesta nacional para los mexicanos, no podría ser diferente, a ella se debe la formación de la   nacionalidad nuestra, durante la colonia del año 1531 a la Independencia la Iglesia catequizó con desbordante aceptación a los naturales teniendo a la Imagen de Guadalupe como madre del Cristo Jesús, redentor del mundo, convirtiéndose durante la Colonia en “Estrella de la evangelización”, porque ella infundió la confianza en el cristianismo.
 
 La orfandad religiosa después de la caída de Tenochtitlán en 1521, encontró la esperanza del color del Anáhuac  en el rostro sereno e indígena de quién declaró ser la “madre del verdadero Dios” y fue aceptada como “Madre de los mexicanos”.
El poderío azteca del tiempo pasado, apareció en el color simbólico del manto orlado de flores    con los rayos del sol resplandeciente a la espalda de la tierna madre en actitud de sencillez y de orante servicio. El ángel a sus pies  despliega sus alas y toca con la mano derecha un extremo de la luna, pedestal de la aparecida María, con la otra mano  toca la túnica, símbolo del poder en la tierra de los mexicas, una metáfora de acercamiento  del cielo y la tierra. Las 46 estrellas del ayate del San Juan Diego retratan las constelaciones del cielo del hemisferio norte de hace 5 siglos, porque estamos a menos de 19 años de completar los 500 años.
Nuestra patria, estado laico  por definición, no declarará que es fiesta nacional, pero la devoción popular obliga a tomar el 12 de diciembre como referente de actividades, religiosas, económicas, sociales, de vialidad social; así escuchamos los proyectos de “Guadalupe -  Reyes“ que se actualizan cada vez, vinculando el quehacer del pueblo a la historia nacional.
El que esto escribe nació en una población que lleva el patronímico “de Guadalupe”, este nombre   estuvo en el grito de lucha por la libertad religiosa de 1926 a 1929 en el potente grito de “Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe” que hace presencia como eco para nosotros a través del tiempo. Ni disposiciones legales, ni las percusiones de “los 30, 30” silenciaron del corazón de los mexicanos el susurrante nombre de Guadalupe, “el río de luz” de Guadalupe nos señala por donde caminar. Quedaron los convenios finales de 1929 con la aspiración de libertad religiosa, los himnos de lucha, los cantos  donde se nutre tradición y fe.
Estimado(a) lector(a) la Virgen de Guadalupe es la advocación que más fieles recurren a ella como intercesora ante Dios y la asignación de más favores divinos recibidos. Los milagros cuando los hay son divinos, María la privilegiada y excelsa criatura, simplemente en forma amorosa es la medianera y dispensadora de gracias, para que no se señale como idolatría la devoción a ella.
La relación de sus apariciones aparece el en Nican Mophoua del noble escritor indígena y alumno del colegio de Tlatelolco de los franciscanos Antonio Valeriano, escrito  en náhuatl en 1649 alejado en tiempo  al año de 1531,  a tal grado que toma testimonios indirectos de personas que tuvieron contacto con personas contemporáneas a los hechos. La narración, desde luego muy cuestionada, se yergue como testimonio fiel de lo sucedido por amor en el Tepeyac  para los que confían en María de Guadalupe, “Protectora y refugio de pecadores”.
María al ser la madre de Jesús lo llevó en sus entrañas los nueve meses de gestación custodiando el espíritu del Señor que tomaba carne humana para que Cristo fuera Dios y verdadero hombre, “Primera custodia o primer sagrario”.
Concluyo que ser guadalupano es la forma más representativa de ser mexicano. En su  mes FELICIDADES GUADALUPANOS, FELICIDADES  MEXICANOS.




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