Pedro Mariscal
Ciudad Guzmán, sobre su cabellera,
de roja flor y forestal cultura,
tiene un tañido de campana oscura,
de campana segura y verdadera…
Martino, tu amistad está en la altura,
como el tañido sobre la pradera,
y como está sobre la primavera
temblando el ala de la harina pura.
De pan y primavera y campanada
y de Ciudad Guzmán empurpurada
por el latido de una flor segura,
está Martino tu amistad formada,
agraria y cereal como una azada,
alta y azul como campana dura.
(Pablo Neruda. Soneto dedicado a su amigo, el Diputado
César Martino)
En el devenir del tiempo irremediablemente todo
cambia. Cambian la geografía y los
gobiernos, los partidos políticos y los ciudadanos, las urbes
y los pueblos, las texturas y los contextos, los colores y los aromas,
cambian las personas y los nombres de las ciudades. Las circunstancias y el
contexto histórico determinan el sentido de las cosas y el sentido de cómo las
nombramos. ¿Es importante el nombre? Yo afirmo que sí, que cada uno ama el
nombre que lleva por la vida, porque ese nombre nos otorga identidad y nos hace
ser quienes somos y no otro, u otra persona. De igual manera amamos el nombre del
pueblo que nos ve nacer, o del pueblo
que nos da cobijo y sustentabilidad.
Estoy seguro que los habitantes prehispánicos amaban
de igual manera, su entorno geográfico y los nombres con los que identificaban
sus montañas, su laguna, su tierra y su volcán, los nombres con los que ellos
mismos se nombran y pronuncian dulcemente el nombre de la madre y del padre; la esposa y el esposo ; el
hijo y la hija; del amigo o de la amiga.
Otras gentes, en otros contextos históricos, con otra
organización social, con otra lengua e idiosincrasia han nombrado a esta tierra
como Tlayolan, “ lugar donde abunda el maíz”; como Zapotlán, palabra náhuatl
que tiene varias acepciones –según algunos historiadores–, “ lugar de zapotes”
o “ lugar de frutos redondos y dulces”, y la última versión:“ lugar de la diosa
Tzaputlatena “ ( que era la deidad de los curanderos en la época
prehispánica)”, según lo señala el cronista colonial fray Bernardino de
Sahagún, y lo ratifica el sabio zapotlense José María Arreola.
Los cronistas argumentan que el Pueblo de Santa María
de la Asunción de Zapotlán fue fundado por fray Juan de Padilla, el 15 de
agosto de 1533, día en que es celebrada, dentro del calendario litúrgico
católico, esta advocación mariana, combinándolo con el nombre prehispánico que
la localidad ya ostentaba desde tiempos inmemoriales.
Lo cierto es que con el paso del tiempo el “largo”
nombre que nos fue impuesto a la llegada de los peninsulares, cae
irremediablemente en desuso, quedándonos únicamente el de Zapotlán.
En una fuente documental de 1778, escrita por el
entonces párroco del pueblo, Bernardino Antonio Lepe, asienta sobre las
noticias antiguas de la comunidad que “… de tiempos más cercanos, ya se percibe
que este pueblo tuvo el título de Villa de Alburquerque, según he visto en
varios instrumentos públicos, pero no he podido averiguar porqué se le quitó
este título de villa y le quedó el de pueblo…”;
Cuando fuimos incluidos a los territorios
demarcatorios de la Nueva Galicia, con capital en la ciudad de Guadalajara, ya
existían bajo su dominio dos pueblos que ostentaban el nombre de “Zapotlán”.
Uno de ellos era Zapotlán de Juan de Zaldívar (hoy Zapotlanejo), mientras que
el otro era Zapotlán de los Tecuexes (hoy conocido como Zapotlán del Rey). Así
que, para diferenciarnos de estos, nos es impuesto el sufijo de “El Grande”, ya
que éramos el pueblo llamado “Zapotlán” más grande de los tres.
Es precisamente que, bajo el nombre de Zapotlán el
Grande, nos incorporan de lleno a la Nueva Galicia, quedando con ello abierta
una disputa con la antigua capital de la Provincia de Ávalos (Sayula), por
controlar y mantener el liderazgo en la región Sur de la Intendencia.
Zapotlán el Grande, se había caracterizado por la
desmedida ambición de sus pobladores, quienes eran los principales precursores
de la directriz a seguir para consolidar el poder social, político y económico
de la región sureña en la localidad, otorgándosele el titulo de “ciudad” el 28
de enero de 1824.
Para el 19 de abril de 1856, el General Santos
Degollado emite un decreto mediante el cual se impone–en el Artículo 1º–, el nombre de “Ciudad Guzmán”, a la de Zapotlán
el Grande, para perpetuar la memoria del General D. Gordiano Guzmán; y en su
Artículo 2º, el nombre de “ Tamazula de
Gordiano”, a la Villa de Tamazula en que vio la luz primera este honrado y
valiente soldado de la independencia, el
3 de octubre de 1789, en el paraje de San Francisco, dentro de la
jurisdicción del pueblo de Tamazula, lo
que indudablemente generó enconos y beneplácitos, según se vea.
Sin duda esta situación del cambio del nombre, así
como fue bien recibida por muchos ciudadanos, por otros tantos no lo fue, ya
que se veía cómo era despojado de su ancestral y señorial nombre una población
que guardaba en el nombre de Zapotlán el Grande, los principales preceptos de
su arraigo e identidad. Y han sido varios los escritores locales que, sin el
afán de absurdos apasionamientos y sin restarle los debidos méritos al
insurgente Guzmán, cuestionan la decisión oficial hecha hace 157 años, como el de
don Juan José González Moreno en su título Y mi pueblo Zapotlán se hizo
Ciudad Guzmán, en donde expresa
que “ esta figura… tuvo, como
cualquier mortal, sus virtudes y sus defectos; pero… indudablemente dejó en el
Sur de Jalisco una huella de sangre, pillerías y violaciones, muy especialmente
en… Zapotlán.
Sin embargo estudiosos de la historia regional como el
Mtro. Isidoro Jiménez Camberos, “Gordiano Guzmán, Insurgente y Federalista”, y
el Mtro. Adrían Gil Pérez “Gordiano Guzmán, el insurgente independentista”, nos
ilustran acerca de su vida, trayectoria
y compromiso con la lucha armada por la independencia de México, quien
estuvo bajo el mando del General Vicente Guerrero, mismo que lo elevó al cargo
militar de Coronel y posteriormente le otorga el Grado de General de Brigada,
en octubre de 1830, según anota el Cronista de Tamazula, Mtro . Adrian Gil
Pérez. La actividad militar desarrollada por Gordiano Guzmán, tanto en el Sur
de Jalisco como en gran parte del Estado de Michoacán, aunque con altibajos, se
mantuvo siempre en una sola dirección: la de la defensa de la patria; y logró
hacer lo propio desde su trinchera, siempre con el desinteresado apoyo de su
amigo y protector el Gral. Juan Álvarez.
Don Benito Juárez, el 21 de noviembre de 1855, en
una circular que le hace llegar al Ministro de Guerra, le comenta:” he recibido
excitativas continuas para que se proceda contra sus asesinos,( Guzmán fue
fusilado el 11 de abril de 1854) cuyo castigo reclaman altamente la justicia y
la moralidad de la nación, ya que con dolor se mira cómo ellos permanecen
impunes hasta la fecha, con escándalo público, y mengua el buen nombre de la
actual administración; al hacerme eco de esos justos reclamos y unir mi súplica
en demanda de la satisfacción que exige el asesinato del patriota Guzmán, tengo
la satisfacción de renovar a V. E. mi más atenta consideración y particular
aprecio.
El libro del Cronista de Tamazula, Adrían Gil Pérez
fue útil para argumentar la iniciativa del Dip. Salvador Barajas del Toro, para que
el Congreso del Estado lo haya declarado “Benemérito de Jalisco” en Grado Heroico,
mediante Decreto No 21290,
representando dicha resolución un orgullo para todos nosotros por la
revaloración que se le ha dado a este personaje; cuyo nombre, a partir del 6 de
abril de 2006, brilla al lado de los heroicos nombres de todos aquellos que le
han prodigado gloria institucional al Estado de Jalisco.
La historia local consigna las gestiones de
Ayuntamientos y grupos culturales de diversas épocas tendientes a recuperar el
antiguo nombre de Zapotlán el Grande, lo que finalmente se logra según se
asienta en el Decreto No. 16474, que aprueba el H. Congreso de Jalisco el 20 de
diciembre de 1996, siendo Gobernador del Estado el Ing. Alberto Cárdenas
Jiménez, y quedando el municipio con el señorial y ancestral nombre, en tanto
que la cabecera conserva el de Ciudad Guzmán. Sabía decisión salomónica dado el
resultado de la consulta pública realizada por el gobierno municipal de Zapotlán
el Grande presidido por el Ing. Alberto Cárdenas Jiménez (1992-1994),, durante
la aplicación del primer censo municipal en el cual se incluía la pregunta para
saber si la ciudadanía estaba o no, a
favor del cambio de nombre. La mayoría de la población se manifestó por conservar el nombre de Cd. Guzmán con un
apretado margen de diferencia.
Este híbrido–según percibo–, desestima la
confrontación y suaviza el debate respecto de este tema, porque da satisfacción
a los que amamos el nombre de Zapotlán el Grande, pero también cumple con los
que admiramos la lucha y la figura del independentista sureño Don Gordiano Guzmán.
Pero también, hay que decirlo, la historia de este
gran pueblo y esta gran ciudad seguirá su curso dinámico por los bordes de la
historia que teje su gente día con día y eleva propuestas para que cambie el
apellido de “el Grande “, por el de “Orozco” o por el de “San José”. No sé, no
sé cuál será el destino del nombre que esta sociedad –u otra–, le otorgue a
este lugar. De lo que sí estoy seguro es que el nombre de esta cabecera
municipal permanecerá intacto en el futuro inmediato–y por un largo tiempo–.
Mientras tanto déjenme decirles con Guillermo Jiménez esto:
Ganas, ¡oh
Zapotlán!, de tejerte un “enroso” con clavellinas, con estrellitas de San Juan,
con xacalosúchiles, con floripondios y con flores de maíz, para colgarlo en lo
más alto de la Catedral y luego bailar con la embriaguez y la idolatría de un
“sonajero”, bailar sin descanso al son de los tambores y de las chirimías
nativas; y luego gritar y que mi grito repercutiera en la cumbre de nieve y que
rizara las aguas azules de la laguna, que despertara a las garzas dormidas
entre los tulares y volaran despavoridas y ciegas de luz. ¡Zapotlán!... Tlán,
tlán, tlán…
ZAPOTLAN
En majestuoso Valle se fundó
Culta ciudad, amable y muy hermosa,
Joya del Sur, querida y primorosa…
Por obra del Señor se troqueló.
De algún rincón del cielo se mandó
La bendición que preparó una diosa,
Tzaputlatena– tierna y amorosa–,
Eligió a Zapotlán…¡ se enamoró!
¿Qué tendrás Zapotlán, que a lo divino
Embelesas y embriagas, como el vino
Embelesa y embriaga a los mortales?
¿Qué misterios encierra tu destino
Que a tu pueblo le ahuyentan tempestades,
La gracia que el Señor te da a raudales?
(Pedro Mariscal, sep 1984)
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