Ricardo Sigala
Como todas las
expresiones verdaderamente auténticas, la obra de Juan José Arreola se resiste
a ser definida pues toda definición es en parte una simplificación. Los
adjetivos sobran y los juicios superficiales tienden a protagonizar las páginas
de internet. Lo cierto es que la tan variada invención de Arreola va y viene
por el mundo con el vigor y la frescura de una obra que aún tiene mucho por
decir.
Arreola es en muchos sentidos un
maestro del arte combinatoria, los
múltiples oficios ejercidos es sólo una muestra de ello: “He sido vendedor
ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor,
comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.” El pueblo lo suele recordar por
sus incursiones en la televisión; los editores lo reconocen por su elegancia,
pulcritud y ojo selectivo en la publicación de jóvenes autores; los talleres
literarios lo consideran como el padre de la versión moderna de los mismos; la
literatura mexicana contemporánea no puede ser concebida sin su huella.
Esta versatilidad no está ausente en
sus obras literarias, en sus libros caben relatos, obras de teatro, cuentos,
minificciones, instantes aforísticos, cartas, bestiarios; asoman las parábolas,
las fábulas, la canción popular, los discursos científico y publicitario, el
tono erudito, el metafísico, el aura surrealista y fantástica, la omnipresente
ironía. Arreola, consciente de su vocación tan diversa, titula su primer libro Varia invención, más tarde optará por el
más que sugestivo Confabulario, que
connota fantasía, imaginación, pero sobre todo un diálogo, y aún más, deja
entrever el acuerdo para emprender un plan generalmente ilícito o por lo menos
perturbador del orden establecido.
Para la memoria lectora, más que el
autor de Inventario o de Palindroma, Juan José Arreola es el autor de Confabulario. La palabra confabulario se convirtió en su principal
seña de identidad. Tras su publicación en 1952, y al margen de las permanentes
reediciones hasta nuestros días, en los años sesenta apareció Confabulario total, a principios de los
ochenta Arreola concentrará lo más significativo de su obra en Confabulario personal, y más tarde
aparecerá Confabulario definitivo en
edición de la crítica española Carmen de Mora. El más reciente eslabón de esta
cadena es Las mejores confabulaciones
a cargo de Vicente Preciado Zacarías, editado por la Universidad de Guadalajara
y el Centro Universitario de Ciencias de la Salud.
Ante la considerable cantidad de
confabularios uno se preguntará sobre la pertinencia de uno más. ¿Agrega éste
algo a los preexistentes? La respuesta es sí, una serie de particularidades lo
justifican. Lo primero que hay que destacar es el criterio de la selección: los
diez textos que constituyen la antología no obedecen a las preferencias de
Vicente Preciado sino a las que Arreola le fue develando en las largas
conversaciones que cotidianamente tuvieron a través de los años y que Preciado
documentó en Apuntes de Arreola en
Zapotlán (2004). Nos encontramos con una especie de decantación, con los
documentos literarios que para el maestro Arreola representaron un orgullo
íntimo y personal. No se trata de una selección ¨objetiva¨, ni de una antología
personal de los textos más citados, más antologados, los más sólidos según la
critica, ni ninguna justificación parecida. Se trata de textos con los que el
propio Arreola se siente identificado por razones íntimas, textos “ligados en
espacio, tiempo y circunstancia a lo más sensible de su ordo amoris personal”, como se lee en el prólogo. Como vemos, el
criterio y la cantidad de textos se muestran como un acto de fidelidad a la
brevedad arreoliana.
Los diez textos del libro son de
distinta naturaleza estética y temática, aparecen tanto textos predecibles como
algunos inesperados. Así pues nos encontramos con el inevitable “El
guardagujas” y su ruidoso advenimiento de seductor absurdo, de encanto, el
texto más famoso de Arreola en el mundo, para algunos una de las obras maestras
del cuento contemporáneo. También aparece la fábula social de “El prodigioso
miligramo”, con sus importantes dosis de confabulación e ironía. “De balística”
que denota una de las pasiones de Arreola: el sutil mecanismo que guardan las
máquinas. “El búho” es un ejemplo de los prodigios lingüísticos que guarda el Bestiario, ese laboratorio donde la
metáfora explora las posibilidades con que jugaron las vanguardias. “Autrui”,
una miniatura en que nos abismamos en el problema del otro. Las fábulas
metafísicas de “Pablo”, “El silencio de Dios” y “Starring all people” que se
complementan como una trinidad. “Nabónides”, que evidencia la pasión por la
escritura, y el tan brevísimo como perturbador “Profilaxis”.
Otro punto a destacar es que el
título en cuestión se trata además de una versión anotada, Vicente Preciado,
atento lector de esta obra, nos acompaña con una serie de llamados al pie para
ilustrarnos con referencias literarias, históricas, posibles interpretaciones y
anécdotas. La amplia cultura de Arreola, que para los lectores distraídos pasa
desapercibida, se evidencia en estas notas. Algo más, Las mejores confabulaciones es una edición bilingüe. Ha rescatado
las traducciones al inglés que G. D. Shade publicara en 1964 con los auspicios
de la Universidad de Austin, y que por cierto llevan décadas fuera de
circulación. El libro de Preciado Zacarías fue presentado durante la Feria del
Libro en Español de Los Angeles en un afán de tentar a los potenciales de habla
inglesa.
Las
mejores confabulaciones es un libro finamente editado, un objeto amigable a
la vista y al tacto que seguramente hubiera dejado satisfecha la pasión
bibliófila de Juan José Arreola.
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