martes, 8 de abril de 2014

Arreola, la confabulación continua

Ricardo Sigala


Como todas las expresiones verdaderamente auténticas, la obra de Juan José Arreola se resiste a ser definida pues toda definición es en parte una simplificación. Los adjetivos sobran y los juicios superficiales tienden a protagonizar las páginas de internet. Lo cierto es que la tan variada invención de Arreola va y viene por el mundo con el vigor y la frescura de una obra que aún tiene mucho por decir.



            Arreola es en muchos sentidos un maestro del arte combinatoria, los múltiples oficios ejercidos es sólo una muestra de ello: “He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.” El pueblo lo suele recordar por sus incursiones en la televisión; los editores lo reconocen por su elegancia, pulcritud y ojo selectivo en la publicación de jóvenes autores; los talleres literarios lo consideran como el padre de la versión moderna de los mismos; la literatura mexicana contemporánea no puede ser concebida sin su huella.

            Esta versatilidad no está ausente en sus obras literarias, en sus libros caben relatos, obras de teatro, cuentos, minificciones, instantes aforísticos, cartas, bestiarios; asoman las parábolas, las fábulas, la canción popular, los discursos científico y publicitario, el tono erudito, el metafísico, el aura surrealista y fantástica, la omnipresente ironía. Arreola, consciente de su vocación tan diversa, titula su primer libro Varia invención, más tarde optará por el más que sugestivo Confabulario, que connota fantasía, imaginación, pero sobre todo un diálogo, y aún más, deja entrever el acuerdo para emprender un plan generalmente ilícito o por lo menos perturbador del orden establecido.
            Para la memoria lectora, más que el autor de Inventario o de Palindroma, Juan José Arreola  es el autor de Confabulario. La palabra confabulario se convirtió en su principal seña de identidad. Tras su publicación en 1952, y al margen de las permanentes reediciones hasta nuestros días, en los años sesenta apareció Confabulario total, a principios de los ochenta Arreola concentrará lo más significativo de su obra en Confabulario personal, y más tarde aparecerá Confabulario definitivo en edición de la crítica española Carmen de Mora. El más reciente eslabón de esta cadena es Las mejores confabulaciones a cargo de Vicente Preciado Zacarías, editado por la Universidad de Guadalajara y el Centro Universitario de Ciencias de la Salud.

            Ante la considerable cantidad de confabularios uno se preguntará sobre la pertinencia de uno más. ¿Agrega éste algo a los preexistentes? La respuesta es sí, una serie de particularidades lo justifican. Lo primero que hay que destacar es el criterio de la selección: los diez textos que constituyen la antología no obedecen a las preferencias de Vicente Preciado sino a las que Arreola le fue develando en las largas conversaciones que cotidianamente tuvieron a través de los años y que Preciado documentó en Apuntes de Arreola en Zapotlán (2004). Nos encontramos con una especie de decantación, con los documentos literarios que para el maestro Arreola representaron un orgullo íntimo y personal. No se trata de una selección ¨objetiva¨, ni de una antología personal de los textos más citados, más antologados, los más sólidos según la critica, ni ninguna justificación parecida. Se trata de textos con los que el propio Arreola se siente identificado por razones íntimas, textos “ligados en espacio, tiempo y circunstancia a lo más sensible de su ordo amoris personal”, como se lee en el prólogo. Como vemos, el criterio y la cantidad de textos se muestran como un acto de fidelidad a la brevedad arreoliana.

            Los diez textos del libro son de distinta naturaleza estética y temática, aparecen tanto textos predecibles como algunos inesperados. Así pues nos encontramos con el inevitable “El guardagujas” y su ruidoso advenimiento de seductor absurdo, de encanto, el texto más famoso de Arreola en el mundo, para algunos una de las obras maestras del cuento contemporáneo. También aparece la fábula social de “El prodigioso miligramo”, con sus importantes dosis de confabulación e ironía. “De balística” que denota una de las pasiones de Arreola: el sutil mecanismo que guardan las máquinas. “El búho” es un ejemplo de los prodigios lingüísticos que guarda el Bestiario, ese laboratorio donde la metáfora explora las posibilidades con que jugaron las vanguardias. “Autrui”, una miniatura en que nos abismamos en el problema del otro. Las fábulas metafísicas de “Pablo”, “El silencio de Dios” y “Starring all people” que se complementan como una trinidad. “Nabónides”, que evidencia la pasión por la escritura, y el tan brevísimo como perturbador “Profilaxis”.

            Otro punto a destacar es que el título en cuestión se trata además de una versión anotada, Vicente Preciado, atento lector de esta obra, nos acompaña con una serie de llamados al pie para ilustrarnos con referencias literarias, históricas, posibles interpretaciones y anécdotas. La amplia cultura de Arreola, que para los lectores distraídos pasa desapercibida, se evidencia en estas notas. Algo más, Las mejores confabulaciones es una edición bilingüe. Ha rescatado las traducciones al inglés que G. D. Shade publicara en 1964 con los auspicios de la Universidad de Austin, y que por cierto llevan décadas fuera de circulación. El libro de Preciado Zacarías fue presentado durante la Feria del Libro en Español de Los Angeles en un afán de tentar a los potenciales de habla inglesa.

            Las mejores confabulaciones es un libro finamente editado, un objeto amigable a la vista y al tacto que seguramente hubiera dejado satisfecha la pasión bibliófila de Juan José Arreola.
           


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