Ricardo Sigala Gómez
El
26 de agosto se cumplió el centenario del nacimiento de Julio Cortázar. Este
escritor argentino, nacido en Bélgica en 1914 y muerto en París setenta años
más tarde, en 1984, es reconocido como una de las figuras más emblemáticas de
la literatura latinoamericana y tiene un lugar importante en las letras
universales.
Fue autor de Rayuela, novela por la que se le reconocido como un modelo de
libertad creativa y una gran capacidad
de hacer conexión con los lectores, Rayuela en muchos sentidos representa
las aspiraciones y motivaciones de los jóvenes de los años sesenta, a la vez
que se constituyó como un símbolo de varias generaciones de lectores de éste y
del otro lado del océano atlántico. La Maga y Oliveira, sus emblemáticos
protagonistas que andaban sin buscarse, pero que andaban para encontrarse,
poblaron los sueños de los lectores porque Rayuela
es de esas novelas que no terminan cuando leemos la última página y cerramos el
volumen, se trata de una obra que produce ecos que permanecen y se mezclan con
nuestras vidas aun cuando hayan pasado años, décadas de su lectura, en ese
sentido Rayuela es un clásico
contemporáneo. Otras novelas fundamentales de Cortázar fueron Los premios, 62 modelo para armar y El
libro de Manuel entre otras.
Julio Cortázar se reveló desde sus primeros libros como
un maestro indiscutible del cuento, género en el que se desenvolvía con
especial naturalidad a pesar de las, a veces extrañas y extravagantes historias
que pueden oscilar entre lo fantástico y el más inesperado surrealismo; son
tantos los buenos cuentos de Cortázar que una antología de los mismos crecería
de manera incontrolable. Enigmáticas casas tomadas, recurrentes juegos de
espejos y desdoblamientos, irrupciones de lo insólito en la vida cotidiana,
pero también músicos, boxeadores, juegos y animales del bestiario familiar.
Algunos aseguran que el mejor Cortázar es el cuentista.
Julio Cortázar fue un polígrafo, además de novela y
cuento publicó teatro, poesía, libros misceláneos, inclasificables,
experimentales pero sobre todo lúdicos como La
vuelta al día en ochenta mundos y Último
round. Además fue un ensayista y conferencista de primer nivel, en el que
se percibe a una intelectual conocedor de la literatura y de la realidad social
de su tiempo. Cómo traductor nos heredó las mejores versiones castellanas de
Edgar Alan Poe, y el Robinson Crusoe, así
como Las memorias de Adriano de
Marguerite Yourcenar. Al parecer todo
lo que tocaba la pluma de Cortázar se convertía en literatura, su
correspondencia se publicó en más de
media docena volúmenes y hasta los apuntes de sus clases impartidas en la Universidad
de Berkeley se han editado recientemente. Fue además un conversador
insustituible, y cultivó la amistad con el mismo éxito con que escribió.
Este año casi se ha convertido en un lugar común celebrar
a Cortázar, y puede que tantas notas en la prensa resulten en una monotonía
ajena a la condición del homenajeado, el antídoto frente a este peligro es
entrar en cualquiera de los títulos de la abundante biblioteca que nos ha
dejado este ícono de la literatura de nuestros tiempos.
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