jueves, 6 de noviembre de 2014

Muerte y literatura

Ricardo Sigala

Un día el hombre abandona el paraíso de la animalidad, es decir tiene conciencia de la muerte. Comprende su fragilidad y lo efímero de su tiempo. Ante esta certeza debe aprender a vivir con en un principio de incertidumbre ante la inminencia de la muerte y el misterio que ésta engendra; además comienza a entender el mundo como una serie de ciclos: el día, el ciclo de la luna, el del sol, el ciclo menstrual, todo tiene un comienzo y un fin. Es en este momento, justo cuando se separa de la mera existencia material, cuando deja de ser sólo carne que debe reproducirse para la conservación de la especie, que el hombre genera algunas de sus ideas más extraordinarias. Esas ideas extraordinarias son, primero, la religión que busca dar consuelo y esperanza para el suceso inexplicable de la muerte y, segundo, el arte, que es esa oportunidad de indagar, de especular, de mirarse cara a cara con lo indefinido, el arte como una experiencia a priori que de alguna manera nos enseña a vivir esta fisura que es la conciencia de la muerte.



Esta oportunidad de reflexionar la angustia y el terror de la muerte generó en las artes primero una sabiduría, un conocimiento del hombre mismo. Al mismo tiempo dio lugar a una rareza: la permanencia del arte más allá de la pobre y limitada vida de su autor. El arte lucha contra la muerte y el olvido y quizás por eso nos seduce. Juan Gelman dice que sus versos son dardos disparados “contra la bestias del olvido” (la muerte es más grande olvido), Claudio Magris, por su cuenta asegura que “escribir es “transcribir” cualquier cosa que sea más grande que nosotros.”, y ¿qué cosa es más grande que la muerte?, Sólo la vida, por supuesto.

LA MUERTE Y LA LITERATURA MEXICANA

La literatura mexicana es rica en sus relaciones con el tema de la muerte. Alimentada de la tradición Occidental y la prehispánica, que cuentan en sus antecedente remotos relatos mitológicos que hablan de descensos al submundo, el Hades grecolatino, el Michtlan de los antiguos mexicanos. En la Eneida, Eneas, desciende al infierno para consultar con sus mayores sobre la fundación de Roma, Quetzalcóatl baja a la región de los descarnados en pos de los huesos de los antepasados par ala creación del Quinto sol, sólo por mencionar un par entre innumerables ejemplos.
Varios de nuestros clásicos literarios están vinculados con la muerte: el caso más famoso es el de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, en donde Juan Preciado buscando a su padre hace su arribo a una región árida donde todos sus habitantes se encuentran muertos en la novela. En el ensayo, El laberinto de la soledad, nuestro Premio Nobel, Octavio Paz dedica un buen número de páginas a la especulación y búsqueda de respuestas en torno a la relación que en su vida cotidiana el mexicano tiene con la muerte. Finalmente, en la poesía contamos con el alto ejemplo del extenso poema de José Gorostiza Muerte sin fin.

El mexicano ha tenido una historia que se ha hecho acompañar de la muerte cotidiana, pues es un tema constante en las diferentes etapas de su desarrollo, y forma parte de su vida cotidiana, miles de personas mueren en nuestro país de manera violenta, de ahí que la literatura mexicana ha hecho de este tema una señal de identidad no sólo en durante el convulso siglo XIX y los periodos revolucionario y posrevolucionario, también los escritores actuales más destacados y reconocidos a nivel internacional siguen haciendo encontrando en la muerte la materia con la que se construye sus obras, autores como Yury Herrera Julian Herbert, Juan Pablo Villalobos y Eduardo Antonio Parra, lo atestiguan con gran calidad.

Un ejemplo muy vivo y cercano tiene que ver con el ganador del la más reciente edición del concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola, Mario Sánchez Carbajal, cuyo libro Muerte derramada se desarrolla en torno al asesinato de una niña en nuestro país.

Estamos ya en la celebraciones del día de muertos, una de nuestras más ricas y complejas tradiciones, acompañemos esta fiesta con un buen libro de literatura mexicana, que se constituye como otro altar en el que se reflexiona el fenómeno de la muerte.


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