Jorge Mauricio
Barajas Pérez
Larga
es la lista de hijos ilustres de nuestro pueblo, algunos más conocidos que
otros, pintores, escritores, músicos, hombres de ciencia, sacerdotes. Es a esta
última categoría a donde pertenece nuestro biografiado. No existe una sola
calle que lo recuerde, una plaza, un monumento, en este caso como en el de Don
Lázaro Pérez Gutiérrez, de quien ya escribí en la primera de mis
participaciones en este periódico, ni siquiera en el Columnario del Jardín
principal de Zapotlán existe una columna que lo recuerde. Vayan pues están
líneas para recordar al hombre que dio vivió y dio a Guadalajara dos magníficos
y hermosos edificios.
Miguel Baz y Palafox nació en Zapotlán el Grande el
27 de septiembre de 1831, bautizado en la Parroquia al día siguiente, fueron
sus padres Don José Guadalupe Baz y Doña Laura Palafox. Siendo muy pequeño sus
padres se instalaron en Guadalajara donde estudio, según Dávila Garibi, “la
carrera literaria entre 1845 a 1854, como la eclesiástica de 1855 a 1874”, para
julio de 1854 el Arzobispo Pedro Espinoza y Dávalos le concede la beca de honor
de Jurisprudencia, en 1856 es nombrado Catedrático del Seminario Conciliar
Diocesano de San José, aún antes de ser nombrado sacerdote. Para 1856 el
Seminario que había estado localizado en el actual Museo Regional de
Guadalajara era un edificio que ya había visto mejores épocas, casi doscientos años de historia y los últimos
eventos de la Guerra de Tres años en la ciudad habían terminado por dejar en
pésimas condiciones el edificio inaugurado en 1696 por el Obispo Fray Felipe Galindo y
Chávez, el Seminario pasaría a poder del Estado convirtiéndolo en Liceo de
Varones, la calle de Seminario sería conocida por su nuevo nombre hasta la
actualidad, Liceo.
El 24 de marzo de 1865 obtiene el título de abogado
por el Supremo Tribunal de Justicia del Estado y el 7 de diciembre de 1882 el
grado de Doctor en Sagrados Cánones en la Academia Pontificia de Guadalajara,
dos años después, el 17 de diciembre de 1884 sería nombrado Rector del
Seminario Conciliar, nombrado por el Arzobispo Pedro Loza y Pardavé. De
inmediato se propuso una tarea titánica, construir una nueva sede para el
Seminario Conciliar y continuar con la que ya realizaba, construir un Santuario
para el Santo Patriarca Señor San José. Baz y Palafox tenía su casa en la calle
de Liceo acera oriente, entre San Felipe y Reforma, a espaldas de la casa de
Don Gutiérrez Mayén, muy cerca de dos
templos de Guadalajara, uno en ruinas, el Templo del Convento de Santo Domingo
y el Templo del Convento de Monjas Agustinas Recoletas de Santa Mónica, en
ambos espacios dejaría la huella perdurable de su estancia en este mundo,
construiría dos magníficas obras que enorgullecen a los tapatíos, dos obras
arquitectónicas mandadas realizar por un Zapotlense.
En 1876 se había fundado la Asociación Josefina de
la que el Dr. Miguel Baz y Palafox fue Presidente, su amor y devoción por Señor
San José estaba de manifiesto en su origen de cuna, como presidente de la
Asociación fundada por el Arzobispo Loza y Pardavé, el Dr. Baz se dio a la
tarea de construir un Santuario en el antiguo solar del convento de Santo
Domingo, el proyecto original le fue encomendado al Arq. Manuel Gómez Ibarra, el
18 de abril de 1880 se colocó la primera piedra y se trabajó durante diez años
para ser consagrado el 26 de noviembre de 1890 como Santuario de San José. El
Dr. Baz y Palafox repartía su tiempo entre la Presidencia de la Asociación
Josefina y su cargo como Rector del Seminario, además de ser Maestrescuelas de
Catedral. Una vez terminado el proyecto del Santuario de San José mandó llamar
a un joven ingeniero de treinta y tres años, el Ing. Antonio Arroniz Topete. Le
expuso la necesidad de una nueva sede para el Seminario, dio las indicaciones
que se requerían, un espacio grande, solemne, austero pero que a la vez al
verlo incitara a la contemplación, el estudio y el recogimiento, y finalmente,
que estuviera cerca de Catedral. Para 1890 la ciudad de Guadalajara se extendía
hacia el sur, hacia la Estación de Ferrocarril inaugurado dos años antes por el
Gral. Ramón Corona Madrigal. El espacio decidido por el Dr. Baz y Palafox fue
el antiguo Convento de Monjas Agustinas Recoletas de Santa Mónica, localizado
en las actuales calles de Reforma al norte, San Felipe al sur, Santa Mónica al
oriente y Zaragoza al poniente, calle
que se abrió posterior a la demolición del convento y sobre la que se construyó
la fachada del nuevo edificio, se derrumbaría lo que quedaba del Convento tras
la exclaustración y ahí se construiría
el nuevo Seminario Conciliar.
El antiguo convento de Santa Mónica estaba en
abandono desde 1859, en que “las señoras” habían sido exclaustradas, en subasta
pública en 1868 don Dionisio Rodríguez compró el predio, aunque se dice que él
no era otra cosa que un intermediario de la Sagrada Mitra. El Convento pues fue
demolido no sin antes salvar lo que de valor aún quedaba, el hermoso “Patio de
los Ángeles” que fue desmontado y numerado piedra por piedra para ser
trasladado a San Sebastián de Analco donde aún hoy puede ser admirado en el
Colegio de Jalisco. El Ing. Arroniz construyó un magnífico edificio, el Dr. Baz
siempre estuvo al tanto de los avances, dos años después de iniciada la obra y
ya con la fachada prácticamente realizada el Dr. Miguel Baz y Palafox murió
repentinamente el 10 de mayo de 1892 a los 61 años de edad, el Seminario
tardaría diez años más en ser terminado, inaugurado en 1902 por el Arzobispo
José de Jesús Ortiz.
El 12 de mayo se celebraron las exequias del Dr. Baz
en la Catedral de Guadalajara y fue sepultado en el Panteón de Belén. Hijo
ilustre de Zapotlán el Grande, olvidado por las nuevas generaciones, urge su
rescate y conocimiento.
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