lunes, 4 de octubre de 2010

Hombre de las profundidades

Marianela Puebla


Cansado del alma vagas hombre de mirada oscura,
de desgreñados cabellos, sudor y duelo.
Cansado de arañar  la tierra, extraer sus vísceras metales,
de oscurecer tu rostro
el ferruginoso cobre te ha hermanado.
 
Hombre minero, trabajador, entras al filón del desconsuelo
sin saber si volverás a ver  mañana, el azul del cielo en despedida,
el pájaro, el árbol, la montaña, el rostro infantil, el de tu casa.
 Llevas el sabor amargo de la  eterna noche
que camina  túneles  y arterias,  se adentra como sombra
a tu cuerpo  en agonía.

¿Reposarán algún día tus estrellas en el firmamento
de una verdadera noche?
¿O quedarás como quedan algunos cuando el socavón
los ha desconocido?
 Hombre convertido en mineral, en piedra,
párpados que olvidaron la luz del día,
no lo sabes, pobre de ti, no lo sabrás nunca:
bajo el casco ennegrecido, tus ojos no han dejado de cuidar
los sueños refugiados  en la almohada.

 Noches oblicuas te circundan sin más luz
que el  encendido fósforo de tu frente,
sin más calor que el reflejo cálido de la tierra.

Hombre minero, recio, cada vez que bajas al abismo espacio,
la muerte compañera  se te adhiere como sombra,
te sigue, no te deja, y apremia  en cada esquina
el momento que caigas en sus brazos.
 Mas tú no  temes, bajas decidido a la batalla,
entras con coraje en las venas  mismas,
el corazón turbulento y rojizo de la tierra.

Y  cada pedazo,  cada gota de  petrificada sangre,

lágrimas cetrinas que emergen a la superficie,
llevan parte de tu integridad adjunta
en el ir y venir  las galerías.

Porque ya eres parte de la piedra:
eres  metal, polvo cósmico en la roca,
el ADN, la enigmática Gea que se adentra por tus poros,
en cada  paso, en la huella y en el aire que respiras.
 Hombre profundo de mirada oscura,
perteneces a la tierra, estas ligado al útero del magma
eres más que  sangre, su propio cuerpo
y no podrás desasirte de su  oscuro abrazo
hasta la noche en que reclame tu estadía.


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