José Luis Vivar
Aunque parezca el argumento de una historia de ficción, es un hecho real que La Sombra del Caudillo sin proponérselo se convirtió en una película maldita, porque nunca se permitió su estreno en 1960, sino que tuvieron que pasar treinta años para que el entonces gobierno de Carlos Salinas de Gortari permitiera su exhibición pública.
Con guión del director Julio Bracho y Jesús Cárdenas, sobre la novela homónima de Martín Luis Guzmán publicada en 1929 en España, esta cinta generó suspicacias entre la cúpula militar y el gobierno de Adolfo López Mateos, a través de la Secretaría de Gobernación, cuando ya habían pasado más de quince años de que un militar hubiese sido Presidente de la República.
Considerada como un atentado contra el sistema político mexicano, Julio Bracho tuvo que soportar insultos y amenazas por parte de quienes estaban en el poder en la década de los sesenta. Confiado que con la llegada de Gustavo Díaz Ordaz las cosas iban a cambiar, sufrió una terrible decepción pues el poblano junto con su Secretario de Gobernación Luis Echeverría, resultaron ser más intolerantes; de ningún modo iban a permitir que esa película mostrase al pueblo mexicano una sarta de mentiras sobre los procesos internos del gobierno revolucionario.
La película cuenta la historia de un Caudillo que no es otro que Álvaro Obregón, Presidente de México de 1920 a 1924. Jiménez es su sucesor, Plutarco Elías Calles. Aguirre representa a dos personajes claves: Adolfo de la Huerta y Francisco Serrano, quien fuera asesinado en 1927.
Las disputas de poder, corruptelas y traiciones son retratadas con aguda visión crítica. Bracho sólo dibuja los acontecimientos ocurridos en la década de los veinte que culminaron con varias muertes, entre ellas, la más significativa la de Álvaro Obregón quien pretendía reelegirse.
No hay nada nuevo, ni siquiera es un film que denuncie una situación histórica, porque forma parte del dominio público. Todos saben que esos cuartelazos fueron típicos durante los años revolucionarios. Desde Huerta con la traición a Francisco I. Madero, o Villa y más tarde Carranza con el fusilamiento del general Felipe Ángeles.
Filmada en Blanco y negro y con un reparto estelar que incluye a Ignacio López Tarso, Tito Junco, Carlos López Moctezuma, Víctor Manuel Mendoza, Bárbara Gil y Kitty de Hoyos, por citar sólo algunos, así como escenarios representativos como la Cámara de Diputados y el Castillo de Chapultepec, permiten al espectador adentrarse en las entrañas del poder antes de que éste fuese institucionalizado, con lo cual se dio origen al priísmo que habría de controlar el país por siete décadas.
Durante el sexenio de Luis Echeverría y con el nombramiento de su hermano Rodolfo al frente de la cinematografía nacional, Julio Bracho intentó de nueva cuenta negociar la proyección de su obra, accediendo incluso a realizar un proyecto fílmico que no fue del agrado ni del público ni de la crítica: En Busca de un Muro (1974), que retrata la vida del pintor zapotlense José Clemente Orozco. Esta vez la negativa fue por partida doble, su película debía seguir enlatada.
En 1978, México pierde a uno de sus directores más talentosos y vanguardistas: Julios Bracho. Muere decepcionado porque nunca pudo ver su obra en las marquesinas de los cines. El estigma de película maldita lo acompañó hasta su tumba.
A mediados de los ochenta cuando las videocasteras llegaron a nuestro país empezaron a venderse copias clandestinas de La Sombra del Caudillo en el DF y otras poblaciones. El gobierno de Miguel de la Madrid no fue capaz de impedir que aparecieran reseñas, críticas y comentarios de la mítica película. Después del terremoto México cambiaba.
Finalmente, el 25 de octubre de 1990 en la Sala Gabriel Figueroa, la Secretaría de Gobernación permite que salga de su encierro la cinta de Julio Bracho. Una copia de 16 mm bastante maltratada hace suponer que los negativos fueron destruidos, quizás como última lección de un grupo de personajes oscuros que pretendían esconder la historia tapando el sol con sus dedos manchados de sangre.
Cosas del destino, en la actualidad, en cualquier tienda dedicada a la venta de películas es posible hallar el DVD de La Sombra del Caudillo, incluso, el canal De Película la trasmite con regularidad. Vale la pena verla, para rendirle honor a Martín Luis Guzmán, hombre valiente que se atrevió a escribir lo que entonces era un riesgo de muerte; y para recordar con respeto a Julio Bracho, un osado cineasta que sufrió en carne propia la persecución y el desprestigio en su propio país.
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