José Luis Vivar
Además de un intenso calor que supera los 38 grados, el puerto de Veracruz tiene muchas sorpresas, más que para sus habitantes, para quienes vienen a visitarlo. Pero en esta ocasión la novedad cimbró por igual a propios y extraños. El lunes 20, a eso de las 6 de la mañana, un grupo de desconocidos entró a la casa del periodista Miguel Ángel López Velasco, para asesinarlo mientras dormía; y de paso mataron también a su esposa Agustina, y a su joven hijo Misael.
La noticia de este sangriento hecho conmocionó a la sociedad porteña, al grado que un día después, no salió a la venta Notiver, periódico en donde era subdirector y trabajaba desde hace muchos años. La decisión, tomada por su director Alfonso Salces y la totalidad de su equipo, fue una manifestación de duelo y al mismo tiempo una manera de protestar en silencio.
Resultó conmovedor ver esa mañana a los voceadores ofrecer otras publicaciones, menos el rotativo de casa; eso sí, la mayoría de ellos portando la camiseta de Notiver. Sus respuestas eran claras: estamos de luto y protestando por la falta de seguridad hacia los periodistas.
Milo Vela, seudónimo con el que firmaba su columna Va de Nuez, era un profesional de la comunicación, un hombre comprometido con la sociedad a la que pertenecía, ajeno al servilismo, el chayote, y demás vicios del periodismo chafa. Básicamente trataba temas relacionados con la política y la seguridad. Su estilo abierto y directo, así como su manera de analizar y, sobre todo, de denunciar determinados asuntos, le hicieron ganarse la admiración y el respeto de infinidad de lectores; pero también el odio de muchos enemigos.
Su muerte suma un número rojo más en las estadísticas –hasta el momento son más de 60 periodistas asesinados-, una formal protesta por parte quienes integran la prensa nacional e internacional, así como de otros organismos que exigen un alto a esta agresión.
Una vez más, nos damos cuenta que en México el oficio del periodismo es uno de los más peligrosos, cuando se trata de hacer denuncia o criticar a los que se les considera intocables.
A diferencia de otros países donde el reportero, el columnista, gozan de un respeto social, aquí sucede lo contrario. Y lo peor es que cada quien debe cuidarse por sí mismo las espaldas.
El día 21 partió el cortejo fúnebre. Además de amigos y familiares, las calles se llenaron de vehículos oficiales de todas las corporaciones. Daba temor que pasaran cerca de uno, porque cualquier cosa podía pasar, dijeron algunas personas que preferían detenerse en lugar de continuar.
Lo curioso de esto y que a nadie sorprende, es que mientras en los portales cibernéticos de periódicos nacionales e internacionales –de manera particular El País y El Mundo de España-, se le daban amplio espacio a tan lamentable suceso, la prensa local y los noticieros de la televisión, le dedicaban solo unas cuantas palabras.
El miedo no es cualquier palabra, porque nos incluye a todos.
Los restos de Miguel Ángel López Velasco y su familia reposan en paz, pero sus almas en voz y presencia de sus seres queridos, compañeros de profesión y el pueblo veracruzano, claman justicia. El gobierno y las corporaciones policíacas tienen la última palabra para esclarecer el asesinato, sí, de otro periodista.
Notiver volvió a salir el miércoles, con un doloroso encabezado: ¡Adiós Milo!
NOTA: Desde estas páginas agradezco las muestras de afecto y solidaridad por el fallecimiento de mi señor padre José Luis Vivar Rivera, el pasado 16 del presente. Un fuerte abrazo a todos los amigos, alumnos(as), colegas, conocidos, y por supuesto a quienes hacen posible al Diario Regional de Zapotlán. Un cariñoso saludo desde Veracruz.
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