Milton Iván Peralta/Notiecos/Zapotlán
“Somos náufragos
en un mar de ausencias oscilantes
de sentimientos nórdicos
de vez en cuando cotidianos.
Somos peces
en una ola de ausencias vagas
en aguas turbias
o tal vez calmadas…
(…)
Somos agua
Somos lluvia
a veces melancolía.
(…)
en un mar de ausencias oscilantes
de sentimientos nórdicos
de vez en cuando cotidianos.
Somos peces
en una ola de ausencias vagas
en aguas turbias
o tal vez calmadas…
(…)
Somos agua
Somos lluvia
a veces melancolía.
(…)
El primer libro, es la ventana de los gustos de un autor, es el espejo de sus miedos y de sus virtudes, muestra lo que más adelante será el escritor. “Crónicas pasajeras” –Ediciones del Archivo Histórico Municipal de Zapotlán, 2006- trajo al “mundo de las letras” locales a Lizeth Sevilla, quien a su corta edad vino a “tutearse” con los poetas locales, mostrando sus influencias literarias, muy particularmente Benedetti y Jaime Sabines mostrando Liz sus insatisfacciones, esa gama de deseos afanosos y la búsqueda de la trascendencia.
En “Crónicas pasajeras”, nos muestra Liz muchas de sus dudas, las preguntas, y estás vienen desde el primer poema “Utopía” con el nos abre la puerta de lo que encontraremos en las 50 páginas del libro, nos pondrá sus reglas y nos va llevando ante su propia obra.
Esta noche me arranco de la piel
las miradas ajenas y las voces despiertas que musitan
inexpugnables mi vaga existencia.
Oso en desprender de las nubes
un poco de su blanco azulado
para mi aliento… y de la noche: la luna completa para mis
lumbreras moribundas que esperan una señal:
D E S P E R T A R
(…)
¡No grito
No sonrió!
Solo volteo hacia el mañana:
(…)
Algunos otros poemas, llevan el “corte” romántico-amoroso-del amor bienvenido y del que será como en “Diálogo fugaz”, donde la estructura del poema es un poco “moderna” –como dirían los viejos- Liz juega con los espacios, sabe que los silencios son tan importante como los tonos en la música, y aprovecha la musicalidad al máximo para poder darle al lector un mejor trabajo.
Tus ojos son
como dos negras bofetadas
que se cuelan por el alma
y llegan hasta la razón
s a b o t e a n d o l a para siempre.
(…)
Pero no sólo de romanticismo vive el hombre, Liz siempre se ha presentado como una “todologa” y es natural encontrar otros temas en su poesía, cuestiones que uno como lector agradece porque uno no se casa con un tema. Los roces con la política lo podemos encontrar en “Epílogo”, pasando por la religión –referencias comunes durante todo el libro-, la cultura pop se encuentra presente con en varios de los poemas.
El último poema es importante, es la salida de un mundo, pero casi siempre es la puerta de entrada, es como la esfera donde podrá leerse lo que posiblemente el futuro depare para el autor, y donde uno como lector se queda esperando que habrá algo más allá de un único libro.
“Si bastase con amar
las cosas serían demasiado sencillas
Cuando más se ama
más se consolida lo absurdo”
LA MUER QUE SE DESNUDA ANTE EL LECTOR
“Me gusta,
me gusta mucho
me encanta, cuando entras sigilosamente
en las sábanas que envuelven mis pensamientos
y mi cuerpo desnudo.
como dos negras bofetadas
que se cuelan por el alma
y llegan hasta la razón
s a b o t e a n d o l a para siempre.
(…)
Pero no sólo de romanticismo vive el hombre, Liz siempre se ha presentado como una “todologa” y es natural encontrar otros temas en su poesía, cuestiones que uno como lector agradece porque uno no se casa con un tema. Los roces con la política lo podemos encontrar en “Epílogo”, pasando por la religión –referencias comunes durante todo el libro-, la cultura pop se encuentra presente con en varios de los poemas.
El último poema es importante, es la salida de un mundo, pero casi siempre es la puerta de entrada, es como la esfera donde podrá leerse lo que posiblemente el futuro depare para el autor, y donde uno como lector se queda esperando que habrá algo más allá de un único libro.
“Si bastase con amar
las cosas serían demasiado sencillas
Cuando más se ama
más se consolida lo absurdo”
LA MUER QUE SE DESNUDA ANTE EL LECTOR
“Me gusta,
me gusta mucho
me encanta, cuando entras sigilosamente
en las sábanas que envuelven mis pensamientos
y mi cuerpo desnudo.
(…)
Me gusta,
me gusta mucho,
me encanta cuando apareces
y te tengo un instante finito
y entonces hablas,
pasan las horas y hablas”.
(…)
En cuatro años se gestó un nuevo libro, bastaron cuatro años de lecturas y escritura para estar lista y presentar una nueva obra, cuatro años de vivencias y experiencias, cuatro años de amores y a costones, cuatro años de arduo trabajo para presentar “Monólogo de una mujer desnuda”. Con mayor madurez, con más sentido rítmico, sin las “dolencias” de un primer libro, Lizeth Sevilla mostró al mundo su segundo libro de poesía, donde ya hay más orden, donde muestra que hay un sentido y un respeto por la poesía, que no se necesita nada más la “musa de la inspiración” para poder escribir, también el trabajo arduo, la corrección y la reescritura, para poder darle la fuerza necesaria al poema, pero sin perder esa frescura de la inspiración.
“En Monólogos…” hay una unidad, ya no son poemas sueltos más o menos acomodados para intentar dar un orden; no, ahora todos fueron analizados, pensados y repensados para poder entrar, tal vez no sean los mejores, pero están los necesarios y no sobra ninguno, porque hay un sentido de unidad, cosa que antes no tuvo, hay un sentido más afinado de musicalidad, de orden armónico y de un mejor contacto con los lectores.
Se nota una mayor variedad de lecturas, un legajo de mayores autores que la han marcado para bien, y es así que nombres como Eduardo Lizalde, Cristina Gutiérrez Richaud, se hacen presentes desde las primeras páginas, aún así ecos de Octavio Paz, Charles Bukowski van haciendo sus apariciones en cosa de homenaje, o como eco en algunas frases.
II
Todas las noches eran tango,
de violines necios
que han susurrado por los siglos de los siglos
besos graves,
miradas graves,
ausencias graves,
cuerpos sin memoria que siguen creando
en el tiempo, en su espacio,
que se encuentran
y desencuentran.
Me gusta,
me gusta mucho,
me encanta cuando apareces
y te tengo un instante finito
y entonces hablas,
pasan las horas y hablas”.
(…)
En cuatro años se gestó un nuevo libro, bastaron cuatro años de lecturas y escritura para estar lista y presentar una nueva obra, cuatro años de vivencias y experiencias, cuatro años de amores y a costones, cuatro años de arduo trabajo para presentar “Monólogo de una mujer desnuda”. Con mayor madurez, con más sentido rítmico, sin las “dolencias” de un primer libro, Lizeth Sevilla mostró al mundo su segundo libro de poesía, donde ya hay más orden, donde muestra que hay un sentido y un respeto por la poesía, que no se necesita nada más la “musa de la inspiración” para poder escribir, también el trabajo arduo, la corrección y la reescritura, para poder darle la fuerza necesaria al poema, pero sin perder esa frescura de la inspiración.
“En Monólogos…” hay una unidad, ya no son poemas sueltos más o menos acomodados para intentar dar un orden; no, ahora todos fueron analizados, pensados y repensados para poder entrar, tal vez no sean los mejores, pero están los necesarios y no sobra ninguno, porque hay un sentido de unidad, cosa que antes no tuvo, hay un sentido más afinado de musicalidad, de orden armónico y de un mejor contacto con los lectores.
Se nota una mayor variedad de lecturas, un legajo de mayores autores que la han marcado para bien, y es así que nombres como Eduardo Lizalde, Cristina Gutiérrez Richaud, se hacen presentes desde las primeras páginas, aún así ecos de Octavio Paz, Charles Bukowski van haciendo sus apariciones en cosa de homenaje, o como eco en algunas frases.
Como detalles –más o menos interesantes- ahora el poema que da nombre al libro es el que inicia, mientras que antes fue con el que cerró. La portada es una muestra del reto y de hacia donde va el libro, mientras antes un grabado mostraba un desnudo, ahora una foto en blanco y negro, muestran la fuerza y que ya no se andará a “medias tintas” para decir lo que quiere, la evolución de Liz como poeta esta presente, y promete no detenerse.
II
Todas las noches eran tango,
de violines necios
que han susurrado por los siglos de los siglos
besos graves,
miradas graves,
ausencias graves,
cuerpos sin memoria que siguen creando
en el tiempo, en su espacio,
que se encuentran
y desencuentran.
“Monólogos de una mujer desnuda”, esta dividida en cuatro partes, cada una con un sello especial, pero todas llevan un estilo –otra vez unidad- mostrando un respeto a la unidad poética, el cuidado de las frases y un buen ritmo. Ricardo Sigala refiere en el prólogo “no puedo decir si es un buen o mal libro”. No lo dice, no lo juzga, pero cabe destacar que sí es un mejor libro que Crónicas porque se nota que en cuatro años hay un aprendizaje, tal vez no podamos decir que Monólogos sea un buen o mal libro, lo que puedo confirmar es que Liz es una poeta en ascenso, y esperamos que ese ascenso no termine pronto.
ES
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