martes, 14 de junio de 2011

Tierra de ciegos

Santo Tomás Volcano


“El que tenga ojos, que oiga.
El que tenga oídos, que vea.”
Manifiesto metastásico


Ha pasado algo muy curioso. Digo curioso, por no llamarlo ridículo. El domingo pasado, he leído en el Periódico El Juglar una ¿nota?, en donde se hablaba sobre el movimiento que se ha gestado desde hace ya varias semanas en el (antes nulo) ambiente cultural  zapotlense. Dicha nota, firmada por un santo apócrifamente beligerante, exponía varios puntos que, si no me hubieran despertado una sincera lástima, me hubieran causado mucha risa.

Hablaba Santo Tomás Moro de los vientos combativos que se están gestando en el medio cultural e intelectual, lo cual, pensé, es irreprochable. Sin embargo, después de las primeras 20 palabras, el discurso se tornó en una sarta de ingenuas sandeces, dignas de un politiquillo berreante, que no me puedo permitir no comentar. Para evitar la carcajada general ante la incultura y el juicio ignorante, me decidí a separar algunos puntos que requieren especial atención en el discurso del muy santo y respetable Tomás Loro.

Primero. Llama la atención que en una sección de política se hable de un tema de interés cultural. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? La política y la cultura son tan distantes como lo es el excremento del diamante. Uno no puede entender por qué un manifiesto legítimamente artístico ha sido rebajado por mentes pequeñas a una búsqueda de poder. ¿Qué parte de: “Deseamos una tortura lenta a aquellos que difaman la cultura y la convierten en un circo para cumplir con sus aspiraciones políticas y sociales” no entiende? El sólo hecho de que el muy extremadamente santo piense que ambas pertenecen a un mismo plano denota una necedad ya intolerable. No obstante, ésta primera gran sandez encabeza una lista de ridículas acusaciones.

Segundo. Encuentro un claro ensañamiento cuando el canonizado habla del número de integrantes del grupo cultural Bajo el Volcán. Dice textualmente, “con apenas dos militantes se forma una nueva corriente, y varios se sienten los iluminados (…)”; y por fortuna para los metastásicos esto es cierto: podríamos hablar de que dos personas firmaron el manifiesto: fueron los poetas Hugo Gutiérrez Vega y Juan Gelman; “con apenas” estos dos nombres, el manifiesto es tema de interés nacional y hasta internacional. Por eso me permito decir: qué falta de vocación periodística la del encomiable Santo Tomás Choro, pues no fue capaz de investigar este hecho trascendental.

Tercero. Finalmente, existe un último grumo en esta diarrea textual. Cito nuevamente: “lo mejor sería que el trabajo de cada cual, se convierta en el arma para defenderse en este conflicto, y no la palabrería y las descalificaciones baratas (…)”. El trabajo de cada cual: yo no sé si el santo lea periódicos que salgan del ámbito local, pero el domingo por la mañana, en La Jornada Semanal, apareció publicada la obra de cinco jóvenes poetas del grupo Bajo el Volcán, a saber: Lenin Álvarez, Hiram Ruvalcaba, Alejandro von-Düben, Lizeth Sevilla y Damián Covarrubias. He ahí el trabajo de cada cual, rebasando las fronteras impuestas por un regionalismo pelele. Aunque, por supuesto, esto último se le podría disculpar al santo, pues el anuncio de los Novísimos de Zapotlán fue simultáneo a su nimia aportación. Lo que no se le puede disculpar, es que hable del trabajo de cada cual, ignorando que la mayoría de los novísimos tiene ya una trayectoria en el medio cultural. La ignorancia ya no es disculpable en nadie.

En verdad me causa dolor con risa pensar en este texto. Qué chistosa y qué terrible coincidencia la de leer las líneas de un santo desconectado de la cultura. Por m parte, sólo puedo decir que escribo esto con la sincera esperanza de que Santo Tomás Moro, avergonzado de su inexcusable inopia y ceguera, piense mejor las cosas antes de opinar sobre un tema del que, evidentemente, no sabe nada.

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