Salvador Manzano
Anaya
En mí trabajo
siempre fui partidario e impulsor de la existencia
de un espacio para preservar nuestras tradiciones, tanto religiosas como
patrióticas, algo que mis patrones no me pedían; pero tampoco me lo impedían.
Por supuesto, navidad era una de las ocasiones más importantes y de ello les
contaré. Era un naciente y frío mes de diciembre, de algún año en mi vida, ya
empezaba a sentirse el espíritu navideño, como otras ocasiones convoqué a las
oficinistas y algunos técnicos que se prestaban para organizar el arreglo del
pasillo, las oficinas y el Centro de
Mantenimiento; pero surgió algo, en ese piso compartíamos oficinas con el
Jefe de Proyectos, un gran amigo mío hasta la fecha…el Ing. Peregrina. En esa
ocasión con cierto nerviosismo me dijo su secretaria “Ingeniero, lamento decirle
que al Ing. Peregrina no le agrada su idea, por tanto no vamos a participar en
el arreglo de nuestra área” (ellos eran mis vecinos de oficina, ¡caramba!).
Total,
le respondí que no se preocupara, que lo dejara en mis manos y que sucediera lo
que sucediera, la culpa la tendría yo. Esa tarde, al concluir mis actividades, nos
dedicamos con ahínco a decorar la oficina del Ing. Peregrina, colgamos serpentinas,
piñatitas, globos, heno, escarchas, nochebuenas, pusimos un pesebre con
figuritas a un lado de su escritorio y finalmente un humilde presentito de mi
parte. ¡Quedó sensacional, la mejor de
todo el piso! una decoración más bella que la propia de la catedral
metropolitana, sólo faltaba vestir al Ing. Peregrina de Rey Mago.
Al
concluir me despedí no sin antes recibir las advertencias y deseos de buena
suerte por la posible reacción del dueño de la oficina. Yo me atuve que
tratándose de Navidad, Jesús y la virgen María estarían de mi lado… ¿o no?
Al
día siguiente, ya me encontraba inmerso en mis labores con mi personal (mi
jornada iniciaba más temprano que mi colega), cuando de repente se escucha un
tremendo grito que retumba en todo el piso… ¡Manzanoooo! Las oficinistas y los técnicos con un
Jesucristo en la boca, enmudecieron…
Esa
vez aprendí a decir: “Dios santo, ayúdame” y en eso vi
a mi colega, ingresando a mi área, miró el entorno, se enfrenta a mi mirada atónita,
me dedica una de sus más festivas sonrisas y abriendo los brazos me dice:
¡FELIZ NAVIDAD INGENIERO!
Y
desde entonces, se convirtió en mi
cómplice en esas fechas. Ahora mi amigo y yo estamos jubilados; con el recuerdo
aún activo, hace unos días lo visité y me comentó que fue muy importante para
el sentir el espíritu festivo en la oficina. ¡Por supuesto amigo! ¡FELIZ
NAVIDAD!
A todos los lectores de este medio informativo, a
todos los amigos que lo hacen posible y a todo el mundo… de todo corazón ¡FELIZ
NAVIDAD!
Este señor debiera publicar por lo menos 3 veces en el Diario,desde que escribe nos agrada a toda la familia y procuramos buscar sus artículos, nos hace reír a todos ¿exactamente que día aparece?, es sencillo, ameno,chistoso.
ResponderEliminarJuan de Dios Camacho