miércoles, 21 de diciembre de 2011

Erase una de tantas Navidades…


Salvador Manzano Anaya
       

En mí trabajo siempre fui partidario e impulsor de la existencia de un espacio para preservar nuestras tradiciones, tanto religiosas como patrióticas, algo que mis patrones no me pedían; pero tampoco me lo impedían. Por supuesto, navidad era una de las ocasiones más importantes y de ello les contaré. Era un naciente y frío mes de diciembre, de algún año en mi vida, ya empezaba a sentirse el espíritu navideño, como otras ocasiones convoqué a las oficinistas y algunos técnicos que se prestaban para organizar el arreglo del pasillo, las oficinas y el Centro de Mantenimiento; pero surgió algo, en ese piso compartíamos oficinas con el Jefe de Proyectos, un gran amigo mío hasta la fecha…el Ing. Peregrina. En esa ocasión con cierto nerviosismo me dijo su secretaria “Ingeniero, lamento decirle que al Ing. Peregrina no le agrada su idea, por tanto no vamos a participar en el arreglo de nuestra área” (ellos eran mis vecinos de oficina, ¡caramba!).



Total, le respondí que no se preocupara, que lo dejara en mis manos y que sucediera lo que sucediera, la culpa la tendría yo. Esa tarde, al concluir mis actividades, nos dedicamos con ahínco a decorar la oficina del Ing. Peregrina, colgamos serpentinas, piñatitas, globos, heno, escarchas, nochebuenas, pusimos un pesebre con figuritas a un lado de su escritorio y finalmente un humilde presentito de mi parte.  ¡Quedó sensacional, la mejor de todo el piso! una decoración más bella que la propia de la catedral metropolitana, sólo faltaba vestir al Ing. Peregrina de Rey Mago.

Al concluir me despedí no sin antes recibir las advertencias y deseos de buena suerte por la posible reacción del dueño de la oficina. Yo me atuve que tratándose de Navidad, Jesús y la virgen María estarían de mi lado… ¿o no?

Al día siguiente, ya me encontraba inmerso en mis labores con mi personal (mi jornada iniciaba más temprano que mi colega), cuando de repente se escucha un tremendo grito que retumba en todo el piso… ¡Manzanoooo!  Las oficinistas y los técnicos con un Jesucristo en la boca, enmudecieron…
Esa vez aprendí a decir: “Dios santo, ayúdame” y en eso vi a mi colega, ingresando a mi área, miró el entorno, se enfrenta a mi mirada atónita, me dedica una de sus más festivas sonrisas y abriendo los brazos me dice: ¡FELIZ NAVIDAD INGENIERO!

Y desde entonces, se convirtió en mi cómplice en esas fechas. Ahora mi amigo y yo estamos jubilados; con el recuerdo aún activo, hace unos días lo visité y me comentó que fue muy importante para el sentir el espíritu festivo en la oficina. ¡Por supuesto amigo! ¡FELIZ NAVIDAD!

A todos los lectores de este medio informativo, a todos los amigos que lo hacen posible y a todo el mundo… de todo corazón ¡FELIZ NAVIDAD!




1 comentario:

  1. Este señor debiera publicar por lo menos 3 veces en el Diario,desde que escribe nos agrada a toda la familia y procuramos buscar sus artículos, nos hace reír a todos ¿exactamente que día aparece?, es sencillo, ameno,chistoso.

    Juan de Dios Camacho

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