lunes, 12 de marzo de 2012

John Carter de Marte

Arturo Gómez Mares


Las nuevas generaciones son ciegas a lo que existió antes de ellas. Como dice Miguelito de Mafalda: “¿Antes de nosotros había chicle, dibujos animados y triciclos?” “Sí”, le dicen. Responde él “¿Para qué?”.


Siempre ha habido un público ávido de historias y aventuras, y no era la excepción en 1912, año en que vio la luz el relato “Bajo las Lunas de Marte”, autoría del padre de Tarzán Edgar Rice Burroughs. Más tarde se publicó como novela en 1917, titulándose “Una Princesa de Marte” y 100 años después que será estrenada en cines como “John Carter de Marte”.

Como Miguelito, uno se sorprende al leer la novela y ver que en esa época ya existían apasionantes aventuras espaciales.

Dentro de una ficción, que ya tiene un siglo, es sorprendente encontrar elementos habituales del género que se conoce como “Space Opera” y cuyo botón más familiar para nosotros es La Guerra de Las Galaxias.

George Lucas menciona que la fuente de la que nutrió historia, fue Flash Gordon. Y Flash Gordon a su vez, tomó elementos de Buck Rogers, la primera historieta de ciencia ficción, ¿y dónde se inspiró Buck Rogers? Así es, de  Una Princesa de Marte y las demás novelas de la serie.

John Carter, un aventurero, ex soldado de la Guerra Civil Norteamericana, vive como vaquero en el oeste de Estados Unidos, cuando un día perseguido por indios se refugia en una cueva y al quedar inconsciente por unos gases, emprende un viaje astral al moribundo planeta Marte.

Ya en ese lugar, entra en contacto con la civilización marciana. Es impresionante que en un relato de apenas principios del siglo XX, se nos habla de un mundo completo: su cultura, fauna, costumbres  e historia, de manera perfectamente detallada y congruente.

John Carter, debido a la menor gravedad del planeta, descubre poseer una fuerza sobrehumana, que supera por mucho la de los primeros marcianos que encuentra: seres verdes que en el relato, son criaturas inmensas de 6 metros y similares a las hormigas, con cuatro brazos en el torso y colmillos hasta los ojos. Estos seres son bárbaros y viven en hordas que se rigen por la ley del más fuerte, contrastando con los civilizados marcianos rojos, que el autor retrató como iguales a los seres humanos comunes.

Así, a través de su fuerza extraordinaria y su valor, se gana un lugar entre los marcianos verdes quienes veneran la guerra y la capacidad de supervivencia en un mundo despiadado que se apaga poco a poco.

Mientras luchamos al lado de John Carter, conocemos a su amada, Dejah Thoris, la princesa de los marcianos rojos. A partir de ese momento, tenemos los elementos clásicos que anunciaban en las clásicas películas de aventuras “¡Romance, Emoción, Misterio!”, todo a un ritmo tan ágil, que llegamos a la última página sin darnos cuenta.

Y es precisamente eso de lo que están hambrientas las generaciones nuevas. Ellas no vivieron Conan el Bárbaro en salas o si conocen a Indiana Jones es por la enésima repetición en TV. Ahora les toca conocer al primer aventurero espacial y apropiarse de sus victorias.

Espero que las nuevas generaciones puedan ver más allá de las cosas a las que están acostumbradas y puedan apreciar el valor de algo que trascendió en el género de aventuras tanto tiempo después. Y creo que será posible, pues la película que se estrena este marzo, será dirigida por un miembro de Pixar, Andrew Stanton, que ya tiene películas entrañables en su haber como: Buscando a Nemo, Monsters Inc y Wall-e.

                                                                                                    

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