Julio M. Virrueta
¿Cuánto no se ha escrito sobre esa monumental novela? Basta con iniciar una búsqueda en Google para encontrar un enorme número de referencias: síntesis, notas periodísticas, ensayos académicos y consejos para su lectura; material sobra y sin embargo todavía no se dice todo, Joyce sigue siendo inmortal, su libro aún no es del todo entendido y la verdad no creo que alguna vez lo sea…
Yo no soy ningún experto, y lo que quiero escribir a continuación no es ningún estudio exhaustivo sino simple y llanamente mi experiencia al leer el Ulises, la lectura más enriquecedora que he realizado.
Recuerdo la primera vez que vi el libro en la biblioteca pública, un volúmen enorme, escrito con letra diminuta e interlineado sencillo, lo primero que me pregunté es cómo alguien podía leer eso, esa pregunta cobró fuerza cuando leí unas cuantas frases al azar que me resultaron ininteligibles y tras investigar un poco me enteré del mito de la obra “imposible de leer”, el mismo Borges lo afirma en uno de sus ensayos.
Pero todas esas afirmaciones no hicieron más que estimular mi curiosidad, y mi orgullo como lector, así que poco después me llevé el libro a casa. No pasé del primer capitulo, la lectura era en efecto imposible. La complejidad del estilo, la historia trivial y que no va a ningún lado, la enorme cantidad de referencias a otras obras que dejaban mi “bagaje cultural” francamente en vergüenza… los defectos de la edición eran secundarios comparado con todo eso. Terminé arrumbando el libro en un rincón y traté de olvidarme de él.
No pude. Durante la semana siguiente mi mente volvía constantemente al libro, tenía curiosidad, deseaba leerlo y ese deseo no me dejaba en paz, renové el préstamo en la biblioteca e intenté de nuevo. Esta vez quede atrapado.
Sería una exageración decir que entendía del todo lo que leía, tengo que confesar que había varias páginas en que me quedaba “a oscuras”, referencias que no encontraba (pese a que leí con la computadora a un lado) o que el cansancio me hacía ignorar junto con una historia enmarañada que me obligaba a leer un mismo párrafo tres veces hacían que la lectura me produjera un verdadero “dolor” casi físico… aunque al parecer tengo algo de masoquista porque me enviciaba cada vez más.
Poco a poco fui acostumbrandome a los múltiples estilos y ritmos de la obra, “acoplándome” a la narración… una sensación que ningún otro libro me ha hecho sentir, al menos no a un nivel tan elevado. Me fui sumergiendo en la mente de Bloom, dilucidando los pequeños detalles que constituyen la vida de ese hombre, los pequeños detalles que constituyen la vida de todos los hombres…
Y al mismo tiempo que iba conectándome con los detalles pude ver como estos se relacionaban con esa otra historia, con la mítica Odisea, con el épico viaje de un hombre en busca de su hogar. Porque ahí está uno de los puntos mágicos de la novela que, planteada como una historia realista, realista hasta la náusea, hasta el hartazgo, una narración que captura los más insignificantes y hasta escatológicos detalles, se entrelace de manera artificiosamente natural con una historia legendaria e imposible, que la vida cotidiana de un hombre común se relacione sin aparente esfuerzo con la de uno de los más famosos héroes y que al final el retrato de esa realidad termine hecho pedazos, mostrándosenos tal cual es: una mera entelequia, una frágil construcción mental.
En definitiva el Ulises no es una buena novela porque su historia sea interesante, porque nos haga sentir bien o porque nos deje un mensaje moralizador, sino todo lo contrario; es la mayor obra de la literatura, puede ser una exageración pero para mí no lo es, porque de principio a fin y en especial tras el ya legendario monólogo de Molly Bloom o el capitulo dedicado a Circe, nos deja llenos de preguntas, con una expresión de incredulidad en el rostro, una sensación de náusea en el estómago y hace que nuestra mente nunca más vuelva a funcionar igual.
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