lunes, 23 de julio de 2012

Mafalda celebra el cumpleaños de Quino

                                                                              José Luis Vivar


Si las caricaturas de Mafalda, las hubiera firmado como Joaquín Salvador Lavado Tejón, es posible que hubieran sucedido dos cosas: la pequeña rebelde habría organizado una manifestación de protesta desde las tiras cómicas donde aparecía; y a los lectores jamás lograrían guardar en la memoria su estrambótico nombre. Por fortuna, este autor nacido en la provincia de Mendoza, Argentina, tuvo a bien estampar un seudónimo que después de casi medio siglo, tiene tintes de leyenda: Quino.



            En efecto, el nombre de Quino está asociado a Mafalda, y el pasado 17 de este mes el famoso caricaturista alcanzó –como acertadamente diría el poeta Antonio Machado-, la segunda inocencia: 80 años.

            Las notas publicadas en decenas de medios, de manera especial en el cono sur del continente, fueron las mismas que han venido acechando al afable autor: ¿Qué significa para usted Mafalda? ¿Cuándo volverá a presentar nuevas historias de Mafalda?

            Ante esta situación, Quino de nueva cuenta fue parco en sus respuestas al manifestar su nulo interés de volver a trabajar con la piba y su pandilla. Pero ¡oh sorpresa!, en esta ocasión reveló que su personaje más conocido no fue tanto de su agrado como con Libertad. Sí, la hija de una pareja de hippies que comenzó a aparecer cuando la tira cómica estaba por desaparecer.

            Sus argumentos fueron que experimentaba mayor simpatía por esa niña que tenía mucho más qué decir. De hecho, es quien discute más temas políticos con la protagonista. Y si observamos con detenimiento, simbólicamente, dicho personaje es más diminuto –en alusión clara a lo que políticamente significaba el término en esos años de represión en muchos países del mundo, incluyendo Chile y la Argentina-, que el adorable Guille.

            Como quiera que sea, Libertad no eclipsa ni por un segundo a Mafalda quien sigue gozando de enorme popularidad, aunque esto –públicamente-, enfade a Quino. Sin embargo, no debiera ser así, porque la tira cómica mantiene la magia envolvente que seducía a los lectores del siglo pasado. Desechando quizás temas como la Guerra Fría, el Muro de Berlín, la imbecilidad de Nixon, la China de Mao y la guerra de Vietnam, muchos tópicos políticos no han perdido vigencia. Cuba es un ejemplo de ello.

            Por otra parte, el sentido del humor no ha perdido terreno. La tacañería de Manolito, la torpeza de Felipito y los sueños románticos de Susanita deleitan a las viejas y nuevas generaciones.
Lo mismo puede decirse de las tendencias filosóficas que Quino ponía en labios de su heroína: los cuestionamientos del ser; el pesimismo; la abulia hermanada con el conformismo. Así como el afán de consumir todo lo que represente una novedad, sin importar su simpleza. Y ni qué decir del nihilismo, representado en múltiples viñetas por culpa de la demagogia política.  
           
Sin ser un visionario, Quino supo representar el sentir de los argentinos, y sin proponérselo, del resto de los latinoamericanos que veían en sus trabajos una crítica social inteligente. De alguna forma Mafalda fue su caballito de Troya para fomentar conciencia política en los ciudadanos, así como en México lo hizo en su momento Rius con Calzonzin: el sentido del humor también sirve para hacer pensar con profundidad.
           
Los 80 años de Quino representan una trayectoria de grandes momentos. Diez de esos años fueron consagrados a Mafalda, cuyo nombre lo tomó en 1962, de una película llamada Dar la Cara, basada en la novela homónima de David Viñas, donde aparecía una bebecita con ese apelativo: Mafalda. El resto, como dicen los clásicos, es historia.
           
En la actualidad problemas de la vista le impiden dibujar como antes. Por eso ahora prefiere la música, el cine y la gastronomía; sin descuidar su relación amor-odio con la piba de sus tiras cómicas.


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