Ricardo
Sigala
Imagino
a Godofredo Olivares como un coleccionista; como un recolector de palabras, de conceptos de
ideas; como un buscador de rarezas que se embarca cada día en el mundo para
hacer descubrimientos, atento a la realidad, a los libros, revistas,
suplementos culturales, películas; Godofredo es un fanático de las biografías
de escritores y de los ensayos biográficos de la historia de las cosas.
Veo en él un ojo avizor siempre alerta,
siempre a la caza del dato, de la curiosidad, de la excentricidad que hará
suyos, y atesorará durante un tiempo, a veces durante años, lustros o décadas,
para luego regresarlos al mundo en forma de libro. Godofredo es un recolector,
y también un organizador, un clasificador; hace del azar y del caos de los
encuentros ocasionales una oportunidad para el orden y la armonía. No importa si trabaje con ensayo o
cuento, que son los dos territorios en que se le ve Godofredo en completa libertad.
Pienso en su trayectoria. En su
primer libro, Recuerdos creados, hace
una muestra de lectores, una suma de cuentos protagonizados por lectores de
todas las edades, con distintos intereses, con voces narrativas diversas.
Pareciera que el autor quisiera abarcar las posibilidades de su tema para
agotarlo. Luego Puertas adentro, un
libro con ya varias ediciones que se construye con la lógica de un edificio de
departamentos y sus habitantes. Todos los cuentos inician con una puerta y cada
historia tiene un tono, un color un ritmo distinto, en la búsqueda de unidad y
multiplicidad simultáneas que caracterizan toda la obra de Olivares. Su libro Re/cuentos familiares es un catálogo de
personajes, un muestrario de parientes reales e imaginarios en una muy amplia
gama de escenas realistas, chuscas, complicadas, inesperadas, en las que la variada
vocación del narrador se entretiene.
En Brujulario, libro mucho más cercano al que hoy nos ocupa, Godofredo
cultiva el ensayo. Este volumen es una especie de arcón, de bazar de asombros,
ropero de la abuela que guarda las cosas de todos los días: anillos, escobas,
corsés, espejos, jardines, mapas, nidos, venenos, manzanos, epitafios,
retretes, pero también delirios, miradas y azotes. Textos bien informados, producto
de una intensa documentación, sazonados con curiosidades y rarezas. Pero sobre
todo con una escritura cuidada, meticulosa, transparente; conozco pocos escritores
que se detengan tanto y con tanto compromiso estético en su ejecución verbal.
Porque los textos de Godofredo son un placer para el lector por su propuesta y
organización, pero también por el cuidado de su escritura, por la transparencia
enunciativa con que se van desarrollando cada una de sus páginas.
Leí De pies a cabeza, el más reciente libro de Godofredo, con la misma
satisfacción que sus trabajos anteriores, el autor en ningún momento me quedó a
deber según el estándar que sus libros anteriores ya habían establecido en mi
percepción de su obra. Más allá de eso
me encontré con una obra más madura, más sólida en lo que se refiere al oficio
de escritor. Veo esta entrega de Godofredo Olivares como un complemento, una continuación de su Brujulario, en cuanto a que la conformación de sus ensayos se
hermanan en el tratamiento y desarrollo, porque sus estrategias de construcción
establecen vasos comunicantes entre ambos libros. Si en el anterior las cosas
eran el objeto de los interés de Godofredo, en esta ocasión los protagonistas son
las partes del cuerpo humano. Como su nombre lo dice el autor hace un recorrido
por el cuerpo de pies a cabeza con escalas en las cejas, el pubis, los bigotes,
los brazos, en cuellos, manos, axilas, pero incluye además sudores, estornudos,
lágrimas estableciendo que las excrecencias del cuerpo también son parte de
nosotros, algo nuestro.
Nos
encontramos con un buen libro de ensayos literarios. Pues se trata de un libro
erudito pero no pedante; un texto con mucha información pero que no agobia; un
volumen que recurre a un lenguaje literario pero que no es en absoluto manierista
ni impostado.
Como
todos los libros de Godofredo Olivares, De
pie a cabeza es un volumen caracterizado por la simetría y la búsqueda de
perfección formal, que no excluye el juego. Por ejemplo, el título no sólo es
una frase hecha que se resignifica al dar nombre un conjunto de ensayos y
establece sus límites temáticos: el cuerpo, sino que además es un indicador de
lectura, pues literalmente el libro se lee de pies a cabeza, es decir el primer
ensayo trata sobre los pies y el último sobre las cabezas. Por otra parte el
número de capítulos que tiene contribuye a dar un efecto de totalidad, por
medio del simbolismo y connotación que tiene el número 25, como un ciclo que se
abre y se cierra, un amanecer y un crepúsculo, como una evocación sutil del
principio y el fin del una jornada.
Godofredo
recurre a todo tipo de información: histórica, mitológica, periodística, de la cultura
popular. Sus principales fuentes son la literatura, el cine, y especialmente
las biografías. Empeñado indagador de la vida de los grandes personajes y temas
de la historia de la humanidad, Godofredo Olivares nos da una muestra de
fetiches, excentricidades y hábitos de los antiguos y los contemporáneos, rarezas
de los artistas, las costumbres bárbaras o supuestamente civilizadas.
Los
pies de Caravaggio, la frágil espalda de Jack London, y la seductora de Kim
Novak, ese aposento de la soberbia que son las cejas, el mapa de los lunares del
cuerpo que elaboró el griego Melampo, el pubis sin depilar de Marilyn Monroe,
imaginar los rostros de Chaplin, Zapata, Nietzsche, Hitler, Salvador Dalí, Cantinflas
sin bigotes, narices, uñas, trenzas, son una ocasión para satisfacer el gusto
del lector con capacidad de sorpresa. Todo cabe en este libro que aunque su
límite es el cuerpo humano tiene innegablemente alcances superiores, y que
además para fortuna de los lectores está aderezado con una buena prosa y una
particular sensibilidad estética.
Godofredo
Olivares nos da la ocasión de conjuntar dos placeres, los del cuerpo y los de
la buena lectura, y eso es algo que debemos agradecerle. De pies a cabeza puede ser un compañero de cuerpo entero para
hacernos más agradable la travesía de los días que a veces nos agobian.
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