viernes, 5 de septiembre de 2014

Oliverio Girondo

Ishel Eréndira Macedo Torrez



De descendencia vasca, Girondo fue el hijo menor de una familia adinerada, nació en 1890 en Buenos Aires, Argentina. A los diez años de edad visitó por primera vez Europa para asistir la Exposición Universal de París, la primera celebración de la modernidad, donde fue testigo de una escena muy peculiar: Oscar Wilde paseando por las calles con un girasol en el ojal y una sombrilla de colores.


Su familia y él se quedan en Europa viviendo en varios países entre ellos Francia e Inglaterra donde Oliverio inicia sus estudios de derecho. Ramón Gómez de la Serna cuenta que Girondo, cuando entró en el internado de la orden dominicana Albert-Le-Grand, en Arcuel, Francia, fue expulsado por arrojar un tintero a su profesor de geografía, pues en unas de sus clases el desatinado profesor dijo: “Buenos Aires, capital de Brasil”, dejando asomar con ello su peculiar manera de ver el mundo. 

Llega a un acuerdo con sus padres: si él estudiaba lo que ellos querían (Derecho), ellos le concederían el permiso y el financiamiento para “viajar por el mundo” cuando no estuviera en periodo de clases, capricho atinadísimo que casi se cumple al pie de la letra pues visitó casi toda Europa, algunos países de África y, tiempo después, América. En esos tiempos se inicia como escritor pues en cada uno de sus viajes lleva consigo una libreta donde tenía anotaciones de todo tipo: desde fragmentos de conversaciones, hasta críticas muy agudas al arte del país en curso.

Quiso conquistar el ritmo de la ciudad con sus palabras sucias y su “fealdad”, el espíritu de una sensibilidad recién nacida para la conformación de un nuevo paisaje: la creación del hombre; entra al mundo de la fotografía y el dibujo para complementar ese minucioso gusto citadino.

Regresa a Buenos Aires donde escribe el manifiesto de Martín Fierro, revista que formó parte del movimiento vanguardista argentino. En ese tiempo conoció a Norah Lange con quien se casó en 1943..

Para Oliverio el arte del leguaje debía volver a la vida sin respetar ni la moral burguesa, pues era falsa, ni las normas religiosas, pues eran hipócritas, ridículas; haciendo por ello algunas parodias a la tradición académica. En 1946 publicó Campo nuestro y Versos al campo, trabajos con los que reafirmó su carácter surrealista descolocado de la realidad continuando con su burla hacia la identidad social seguidora de los símbolos nacionales.


Tratando de alejarse de la “pureza de la poesía”, Girondo emprende un llamativo proyecto para arrasar y contaminar con ello todas las normas lingüísticas, lo llamó: En la masmédula.
La vida de este gran poeta, imperfecta y polémica, viajada, desbordante de tensiones artísticas, Oliverio, alejado de toda norma, se pasea entre lo absurdo y lo real construyendo así expresiones vibrantes llamadas poesía. 

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