J. José de Jesús Juárez Martín
La
magia de la literatura me ha situado hace un siglo ante el legendario Porfirio
Díaz durante el otoño, invierno y
primavera porque no pervivió el verano de 1915, su Ypiranga definitiva levó
anclas el 2 de julio por la tarde, me he acercado perplejo a conocer sus
emociones antes del viaje definitivo, una erupción volcánica del viejo
dictador, contenida porque iluso esperaba que la contrarrevolución, lo
retornaría a México en reconocimiento a la pacificación y apertura a la
industrialización durante las décadas anteriores.
Resignado a su exilio en Francia, con cierta
tranquilidad porque fue recibido como si fuera visita oficial de un estadista
en funciones, exclama entre estupor y esperanza al enterarse de los
acontecimientos de lo conocido como “decena trágica”.
–Vaya el pasado día 9 (febrero 1913) se
produjo un estallido durante el cual aprendieron a Madero, una insurrección,
cuartelazo y luego pacto en la Ciudadela. ¿Qué habrán pensado? ¿Qué Félix mi
sobrino, se alió con Victoriano Huerta y lo ayudó a tomar el poder días
después?
Su
ilusión profundizó en la “decena Trágica” y la muerte de Francisco y Madero y
Pino Suárez, Don Porfirio pulsó el
regreso, lo tuvo y en la vorágine revolucionaria, se esfumó…
Una vida recordada en los
aposentos dictatoriales del buen vivir afrancesado, lejanos los aciagos días de
la invasión francesa de 1862, donde el Coronel republicano, vivió del triunfo
de las armas cubiertas de gloria y
accedió al olimpo el 2 de abril de 1867 en la recuperación de Puebla cuando se
repatriaron los franceses y plegaban los
monarquistas.
No
olvidaba su protagonismo en el ataque directo al Presidente Juárez con el Plan
de la Noria, movimiento político-militar dirigido por el Gral. Porfirio Díaz en
1871 aclamado por muchos militares y parte del pueblo. Disfrutaba ver su
chaqueta militar recién planchada con sus lustrosas medallas, condecoraciones
militares o reconocimientos por su gobierno. Carmelita oía tranquila sin escuchar la
perorata y el relato de los gloriosos acontecimientos.
La
popularidad de Don Benito de 1867 y el apoyo se esfumaba como la euforia
republicana, se iba quedando frente a un ambiente de hostilidad, muchos
liberales cercanos, lo dejaban, rechazaban que contendiera por la reelección,
la opinión del joven general Díaz, 41 años, era que violaba la letra y el
espíritu de la Constitución de 1857. El Plan fue lanzado el 8 de noviembre de
1871. Díaz acuñó como parte de este plan la frase "No reelección".
Sus fallidos intentos de ganar
las elecciones presidenciales a don Benito Juárez en 1867 y 1871 tuvieron su bienaventuranza al llegar al
poder en 1877, gobernó hasta 1880, luego, en las acumuladas reelecciones de
1884 a 1911 pacificó al país, gobernó
dictatorialmente, favoreció la llegada de capitales extranjeros en la minería,
la industria, las vías férreas acercaban puntos estratégicos, irradiaban a las
capitales de los estados, puertos del Golfo
y del Pacífico. Los capitales en metal precioso, se guardaban en cofres
y se cargaban como se pudiera, a espalda de cristiano, a lomo de mula y hacia
las estaciones del “caballo múltiple de acero,” corriendo por la región más transparente, hacia Veracruz
con destino a las ciudades europeas, por aquello de la seguridad.
Llegaban y se alejaban los
europeos y afrancesaban a los amos de las haciendas, a los empresarios
guadalupanos, naturales de esta indiana y mestiza nación, su aroma
inconfundible en las fiestas de grandes salones de frac de cola de pato, útil
en determinadas emergencias y emperifolladas y emperijoyadas damitas del más
rancio abolengo y austera sociedad.
Y así comparece con esa
escenografía creada por el propio desvarío del moribundo Don Porfirio, defiende
su obra con coraje, eran las ilusiones y los llamados a la justificación sin
sensatez, abstraído. Eran sólo los primeros
estertores del fin de su vida, su fiebre le desliza hasta encontrarse
con el Benemérito Don Benito Juárez. Los dos liberales oaxaqueños, el primero
muerto, el segundo de 84 años…
--Qué viejo estás Porfirio, tu
arrugada cara y tu pelo blanco. ¿Qué te pasó con la reciedumbre de los
correosos indios mixtecos como tú?
--Mejor no preguntes porque los zapotecas
como tú, también mueren y hasta más jóvenes. Ah y que opinar de los huicholes,
ahí está Victoriano Huerta. ¡Mire nada más lo que ha hecho! ¡Fusilar a Maderito
y a Pino… !
Pero tú Porfirio tienes tus
propias culpas que purgar ¿Se te han olvidado tus “hazañas de viejo General y…
las reelecciones…?
--No estábamos preparados para
cambios de gobierno, por eso me
reelegía, primero la paz, luego el desarrollo. Así se logró el Orden, el
Progreso y alternar con los países más importantes de Europa…
--Uno se muere sin darse cuenta,
igual que tú, aquí viejo, arrumbado… entre los franceses que declarabas, tanto
odiabas ¡Qué lejos de lo que eras! ¡Qué lejos de Oaxaca! También yo hubiera
querido morir allá por mi añorada tierra, salí y no regresé, cierto, morí en
México, me rindieron honores como Presidente, es más hasta en los púlpitos
pidieron por mí a Dios por mi persona…
--Dijo Benito y con el siguiente dolor de Porfirio, desapareció de su presencia.
En 1910 se reeligió por vez
última y el candidato opositor Francisco Madero prisionero, sin embargo la
predica del “Sufragio efectivo” “No reelección” permeó a los políticos y
“gentes de razón”. Madero, más activo, intensificó su s acciones, publicó el
Plan de San Luis, invitó a la rebelión al pueblo y por el Norte se inició “la
bola”, aunque los primeros muertos fueron en con la familia de los Serdán en la
Puebla de los Ángeles. Después el 25 de mayo de 1911 renunció Don Porfirio y se
exilió, hacia París fue, ciudad emblemática que le acogió sin rencores, con
atenciones a estadista en infortunio, que presto al regreso, quedó en espera,
porque el reconocimiento presidencial, no se daría… el cansancio acumulado lo
venció el 2 de julio de 1915.
El monólogo del longevo Dictador
derrocado que sostenía hacía horas continuaba y sus interlocutores eran
personas relacionadas con México y su Historia. Carmelita ya resignada se
preparaba para el desenlace ¿qué daría por que se tranquilizara de aquel
arrebato cívico militar en que había permanecido por horas.
-- Mira José Limantour ayer vino el cura en vista de lo inevitable,
me untó sus óleos por encargo de Carmelita. Ella quiere reconciliación con la
Iglesia, yo sigo siendo el joven jacobino que dejó el seminario y se inscribió
en el instituto y se hizo liberal. Ni un paso atrás, ni para tomar impulso…
bien me vería dándome golpes de pecho con las condecoraciones puestas…
--No tiene caso protestar. No existe
el más allá, ni todas las patrañas que tanto le gustaban a Madero, estoy muy
cansado, como debe estarlo el milenario ahuehuete de santa María del Tule.
Por siempre añoró su querida,
alejada Oaxaca, en el último trecho de su vida sentía la visita de los muertos,
eso lo mantenía con el ánimo templado que el convocaba, para las
recriminaciones o confidencias. Así entró, hasta desencajado y retador Madero, discutía fuerte la
situación de la querida patria mexicana,
según las sensaciones del inmutable Porfirio. Don Francisco le
dice:
--Debería ya morirse, librar de su presencia a
los mexicanos, tal vez por allá se apiaden de usted.
--Se apiadaron de ti, o eres alma
que pena. Sábete tú, Panchito: Eres el culpable, tú desataste al tigre, no
pudiste y lo dejas escapar. A sabiendas de que no podías controlarlo, ahora la
bestia esta suelta. La revolución como la llaman, va a acabar a México… les
queda grande la silla, les faltan tamaños… son tantos, ni tomando turno en un partido de dictadura perfecta, agotarían la eternidad… y la fila seguiría
igual… ¡así, no! ¡Sé que crearán y crecerán partidos! Y… las descalificaciones…
¿la lucha terminará con las ilusas consignas de “Tierra y Libertad” Ja, ja ¿Sufragio efectivo?
-- Usted, don Porfirio, pudo irse
por la puerta grande. ¿Por qué anunció que se iría, que convocaría a
elecciones, ¿pensaba morirse siendo presidente de México?
--¡Qué absurdo! Para poner orden,
antes de mí no había país, Maderito. No había México. Me sacrifiqué casi
cuarenta años para levantar una nación y tú en menos de lo que canta un gallo,
lo echaste a perder.
--Es inútil,
don Porfirio. Pensé que se arrepentiría, que al menos pensaba morir en paz. Con
democracia, hubiera bastado, lo dije una y otra vez, yo no deseaba la
revolución, también soy enamorado del orden, con fraudes electorales, no se construye ni civilización, ni país. Se destruyen
–Soy un soldado, Panchito. ¡Mira como relumbran, mira
como cuelgan, las medallas conseguidas en campaña. Soy un militar, la mitad de
mi vida la pasé peleando en la guerra, batallas, y la otro a mitad, me ocupe en
evitar más guerras, en construir la paz. ¡La paz que echaste a perder con
sueños de democracia!
--Mi cuerpo, lo siento, está sudando, mi ropas chorrean
agua. Allí vine mi enjuta y querida
madre, ya me besa la frente, me acaricia… gracias Petrona.
--No estuviste cuando yo moría,
Porfirio, me dejaste sola, He venido por ti. Te has tardado mucho, pero ya nos
vamos… descansarás ya, confía en mí como cuando niño te asustaban los rayos…
--No estoy listo aún madre, no me
he despedido, me falta atender a muchos.
Han venido tantos y todos hablan, me hablan de México. Me dicen que todo se va
a arreglar que las cosas están mejorando.
Me mienten, un siglo pasará y la misma cantaleta, “todo se va arreglar con Peña, ni que fuera mi
sobrino o tata tataranieto, con su decálogo.
¡Basta ya!” De la religión, lo dije no quiero nada, ni lo que suene a sus
mandatos y prédicas. Es la mejor prueba de que las cosas están mal.
¡Pobre
Patria mía! Por ti hice lo mejor… pasaran, los siglos y los siglos y siempre el
porfirismo, se reconocerá como etapa de paz… paz… paz… y progreso… en fin que
yo alcance… la paz contigo madre mía…
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