lunes, 12 de enero de 2015

¡Pobre Patria Mía!

           J.  José de Jesús Juárez Martín          

                               
La magia de la literatura me ha situado hace un siglo ante el legendario Porfirio Díaz  durante el otoño, invierno y primavera porque no pervivió el verano de 1915, su Ypiranga definitiva levó anclas el 2 de julio por la tarde, me he acercado perplejo a conocer sus emociones antes del viaje definitivo, una erupción volcánica del viejo dictador, contenida porque iluso esperaba que la contrarrevolución, lo retornaría a México en reconocimiento a la pacificación y apertura a la industrialización durante las décadas anteriores.



            Resignado  a su exilio en Francia, con cierta tranquilidad porque fue recibido como si fuera visita oficial de un estadista en funciones, exclama entre estupor y esperanza al enterarse de los acontecimientos de lo conocido como “decena trágica”.

 –Vaya el pasado día 9 (febrero 1913) se produjo un estallido durante el cual aprendieron a Madero, una insurrección, cuartelazo y luego pacto en la Ciudadela. ¿Qué habrán pensado? ¿Qué Félix mi sobrino, se alió con Victoriano Huerta y lo ayudó a tomar el poder días después?

Su ilusión profundizó en la “decena Trágica” y la muerte de Francisco y Madero y Pino Suárez,  Don Porfirio pulsó el regreso, lo tuvo y en la vorágine revolucionaria, se esfumó…                                           
                                                                                
Una vida recordada en los aposentos dictatoriales del buen vivir afrancesado, lejanos los aciagos días de la invasión francesa de 1862, donde el Coronel republicano, vivió del triunfo de las armas cubiertas de gloria y accedió al olimpo el 2 de abril de 1867 en la recuperación de Puebla cuando se repatriaron los franceses y  plegaban los monarquistas. 

No olvidaba su protagonismo en el ataque directo al Presidente Juárez con el Plan de la Noria, movimiento político-militar dirigido por el Gral. Porfirio Díaz en 1871 aclamado por muchos militares y parte del pueblo. Disfrutaba ver su chaqueta militar recién planchada con sus lustrosas medallas, condecoraciones militares o reconocimientos por su gobierno.  Carmelita oía tranquila sin escuchar la perorata y el relato de los gloriosos acontecimientos.

La popularidad de Don Benito de 1867 y el apoyo se esfumaba como la euforia republicana, se iba quedando frente a un ambiente de hostilidad, muchos liberales cercanos, lo dejaban, rechazaban que contendiera por la reelección, la opinión del joven general Díaz, 41 años, era que violaba la letra y el espíritu de la Constitución de 1857. El Plan fue lanzado el 8 de noviembre de 1871. Díaz acuñó como parte de este plan la frase "No reelección".

Sus fallidos intentos de ganar las elecciones presidenciales a don Benito Juárez  en 1867 y 1871   tuvieron su bienaventuranza al llegar al poder en 1877, gobernó hasta 1880, luego, en las acumuladas reelecciones de 1884 a 1911 pacificó al país,  gobernó dictatorialmente, favoreció la llegada de capitales extranjeros en la minería, la industria, las vías férreas acercaban puntos estratégicos, irradiaban a las capitales de los estados, puertos del Golfo  y del Pacífico. Los capitales en metal precioso, se guardaban en cofres y se cargaban como se pudiera, a espalda de cristiano, a lomo de mula y hacia las estaciones del “caballo múltiple de acero,” corriendo por la región más transparente, hacia Veracruz con destino a las ciudades europeas, por aquello de la seguridad.

Llegaban y se alejaban los europeos y afrancesaban a los amos de las haciendas, a los empresarios guadalupanos, naturales de esta indiana y mestiza nación, su aroma inconfundible en las fiestas de grandes salones de frac de cola de pato, útil en determinadas emergencias y emperifolladas y emperijoyadas damitas del más rancio abolengo  y austera sociedad.

Y así comparece con esa escenografía creada por el propio desvarío del moribundo Don Porfirio, defiende su obra con coraje, eran las ilusiones y los llamados a la justificación sin sensatez, abstraído. Eran sólo los primeros  estertores del fin de su vida, su fiebre le desliza hasta encontrarse con el Benemérito Don Benito Juárez. Los dos liberales oaxaqueños, el primero muerto, el segundo de 84 años…

--Qué viejo estás Porfirio, tu arrugada cara y tu pelo blanco. ¿Qué te pasó con la reciedumbre de los correosos indios mixtecos como tú?

--Mejor no preguntes porque los zapotecas como tú, también mueren y hasta más jóvenes. Ah y que opinar de los huicholes, ahí está Victoriano Huerta. ¡Mire nada más lo que ha hecho! ¡Fusilar a Maderito y a Pino… !

Pero tú Porfirio tienes tus propias culpas que purgar ¿Se te han olvidado tus “hazañas de viejo General y… las reelecciones…?

--No estábamos preparados para cambios de gobierno, por eso me  reelegía, primero la paz, luego el desarrollo. Así se logró el Orden, el Progreso y alternar con los países más importantes de Europa…
--Uno se muere sin darse cuenta, igual que tú, aquí viejo, arrumbado… entre los franceses que declarabas, tanto odiabas ¡Qué lejos de lo que eras! ¡Qué lejos de Oaxaca! También yo hubiera querido morir allá por mi añorada tierra, salí y no regresé, cierto, morí en México, me rindieron honores como Presidente, es más hasta en los púlpitos pidieron por mí a Dios por mi persona…   --Dijo Benito y con el siguiente dolor de Porfirio, desapareció de  su presencia.

En 1910 se reeligió por vez última y el candidato opositor Francisco Madero prisionero, sin embargo la predica del “Sufragio efectivo” “No reelección” permeó a los políticos y “gentes de razón”. Madero, más activo, intensificó su s acciones, publicó el Plan de San Luis, invitó a la rebelión al pueblo y por el Norte se inició “la bola”, aunque los primeros muertos fueron en con la familia de los Serdán en la Puebla de los Ángeles. Después el 25 de mayo de 1911 renunció Don Porfirio y se exilió, hacia París fue, ciudad emblemática que le acogió sin rencores, con atenciones a estadista en infortunio, que presto al regreso, quedó en espera, porque el reconocimiento presidencial, no se daría… el cansancio acumulado lo venció el 2 de julio de 1915.

El monólogo del longevo Dictador derrocado que sostenía hacía horas continuaba y sus interlocutores eran personas relacionadas con México y su Historia. Carmelita ya resignada se preparaba para el desenlace ¿qué daría por que se tranquilizara de aquel arrebato cívico militar en que había permanecido por horas.

-- Mira  José Limantour  ayer vino el cura en vista de lo inevitable, me untó sus óleos por encargo de Carmelita. Ella quiere reconciliación con la Iglesia, yo sigo siendo el joven jacobino que dejó el seminario y se inscribió en el instituto y se hizo liberal. Ni un paso atrás, ni para tomar impulso… bien me vería dándome golpes de pecho con las condecoraciones puestas…

--No tiene caso protestar. No existe el más allá, ni todas las patrañas que tanto le gustaban a Madero, estoy muy cansado, como debe estarlo el milenario ahuehuete de santa María del Tule.

Por siempre añoró su querida, alejada Oaxaca, en el último trecho de su vida sentía la visita de los muertos, eso lo mantenía con el ánimo templado que el convocaba, para las recriminaciones o confidencias. Así entró, hasta  desencajado y retador Madero, discutía fuerte la situación de la querida patria mexicana,  según las sensaciones del inmutable Porfirio. Don Francisco le dice:     
 
 --Debería ya morirse, librar de su presencia a los mexicanos, tal vez por allá se apiaden de usted.

--Se apiadaron de ti, o eres alma que pena. Sábete tú, Panchito: Eres el culpable, tú desataste al tigre, no pudiste y lo dejas escapar. A sabiendas de que no podías controlarlo, ahora la bestia esta suelta. La revolución como la llaman, va a acabar a México… les queda grande la silla, les faltan tamaños… son tantos, ni tomando turno en un partido de dictadura perfecta,  agotarían la eternidad… y la fila seguiría igual… ¡así, no! ¡Sé que crearán y crecerán partidos! Y… las descalificaciones… ¿la lucha terminará con las ilusas consignas de “Tierra y Libertad”  Ja, ja ¿Sufragio efectivo?

-- Usted, don Porfirio, pudo irse por la puerta grande. ¿Por qué anunció que se iría, que convocaría a elecciones, ¿pensaba morirse siendo presidente de México?

--¡Qué absurdo! Para poner orden, antes de mí no había país, Maderito. No había México. Me sacrifiqué casi cuarenta años para levantar una nación y tú en menos de lo que canta un gallo, lo echaste a perder.

--Es  inútil,  don  Porfirio. Pensé  que se arrepentiría,  que al menos pensaba morir en paz. Con democracia, hubiera bastado, lo dije una y otra vez, yo no deseaba la revolución, también soy enamorado del orden, con fraudes electorales,  no se construye ni  civilización, ni país. Se destruyen
–Soy  un soldado, Panchito. ¡Mira como relumbran, mira como cuelgan, las medallas conseguidas en campaña. Soy un militar, la mitad de mi vida la pasé peleando en la guerra, batallas, y la otro a mitad, me ocupe en evitar más guerras, en construir la paz. ¡La paz que echaste a perder con sueños de democracia!

--Mi cuerpo,  lo siento, está sudando, mi ropas chorrean agua. Allí vine mi  enjuta y querida madre, ya me besa la frente, me acaricia… gracias Petrona.

--No estuviste cuando yo moría, Porfirio, me dejaste sola, He venido por ti. Te has tardado mucho, pero ya nos vamos… descansarás ya, confía en mí como cuando niño te asustaban los rayos…
--No estoy listo aún madre, no me he despedido, me falta atender  a muchos. Han venido tantos y todos hablan, me hablan de México. Me dicen que todo se va a arreglar que las cosas están mejorando.  Me mienten, un siglo pasará y la misma cantaleta,  “todo se va arreglar con Peña, ni que fuera mi sobrino o tata tataranieto,  con su decálogo. ¡Basta ya!” De la religión, lo dije no quiero nada, ni lo que suene a sus mandatos y prédicas. Es la mejor prueba de que las cosas están mal. 

¡Pobre Patria mía! Por ti hice lo mejor… pasaran, los siglos y los siglos y siempre el porfirismo, se reconocerá como etapa de paz… paz… paz… y progreso… en fin que yo alcance… la paz contigo madre mía…




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