martes, 26 de mayo de 2015

La cultura en tiempos electorales

            Antonio Navarro


Bien sabemos que las necesidades básicas de una comunidad cualquiera, que garanticen un nivel de vida digno y respetable, están sustentadas en cubrir los servicios elementales en todo el perímetro de una ciudad, barrio, colonia o delegación en la que habiten y compartan su vida diaria las personas, sea en lo individual,  o en familia, y que en términos de estructura social y de administración de recursos, se define como el Cabildo (del latín “capitulum”, que significa “a la cabeza”), y  el cual consiste en un sistema o corporación municipal creado antiguamente en Las Indias (América y Las Filipinas) por el imperio español con el fin de administrar ciudades y villas.



      Bajo esta primicia fundamental es que los candidatos que buscan el voto que  les lleve a gobernar  y/o gestionar recursos para los diversos grupos sociales,  definen sus propuestas de campaña con la promesa, que no compromiso,  en asegurar al ciudadano los servicios  esenciales si es que resultan favorecidos en la elección.

      Servicios básicos, sí. Sin duda: primero lo primero;  ya luego veremos qué hacemos con los restantes derechos y beneficios que demanda la ciudadanía,  y a reserva de no ser considerados como prioritarios, bien pueden esperar el tiempo de los justos  para incluirlos en la agenda postrera de cada político.

      Y es, precisamente, en el tema de “cultura”  donde podemos dar cuenta de cómo los candidatos en campaña la relegan, no a un segundo término,  sino a un extremo del rincón de las prioridades; a fin de cuentas la cultura es, según ellos, un pasatiempo que suelen confundir con el mero entretenimiento. Ni modo, su nivel intelectual no da para más. Pero se les olvida  que la cultura ya está estipulada en nuestra Constitución como una prioridad. A partir del 2008 el Senado de la República aprobó reformas para elevar a rango constitucional el derecho de los mexicanos al acceso a la cultura. Por lo tanto, deseamos que este tema sea considerado de una vez por todas con la debida seriedad, como parte fundamental en la convivencia de toda comunidad;  pero no sólo llevando actividades o “eventos culturales” a las colonias, sino alcanzar el máximo nivel de expresión y conocimiento a través de un movimiento cultural que sólo pueden cumplir los propios artistas e intelectuales dentro de su comunidad, y más allá; esto es, proyectar la creación artística e intelectual de nuestros hombres y mujeres de la cultura zapotlense hacia otras latitudes: que nuestros pintores expongan en galerías y museos “de a de veras”, que nuestros escritores publiquen en las connotadas editoriales de México y del extranjero, que nuestros músicos se presenten en las grandes salas de concierto, que los teatristas hagan dramaturgia en los principales teatros fuera de nuestra región… Es decir, mostrar esa identidad cultural que define a Zapotlán como “cuna de grandes artistas”, pero no sólo yendo a Zapotiltic, a Gómez Farías  o Tuxpan,  sino aspirar a proyectar a lo grande este movimiento cultural que en teoría presume tener nuestra región, pero que en la realidad todavía tenemos y hacemos una cultura muy doméstica.

      Para poder lograrlo tenemos que dejar que sean ellos, los artistas e intelectuales,  quienes transformen este mundo real en una propuesta de visión con sensibilidad y pensamiento crítico.  Quienes hacen y ejercen su labor desde el ámbito cultural tienen los elementos para demostrar que el arte en sus diversas manifestaciones provoca en el ser humano un estado de sensibilidad tal que le permite ampliar sus rangos de percepción, asimilación y conocimiento en todos los sentidos, que se activan al momento de una experiencia estética, y más aún, en el intercambio de ideas y razonamientos por vía de la lectura de contenidos substanciales para nuestro crecimiento como personas. Es precisamente ahí donde muchas de las veces un gobierno absolutista y arrogante (como los tenemos actualmente) suele subestimar la cultura y terminan por retroceder todo avance alcanzado con anterioridad.

      Ya es tiempo pues, de una vez por todas, si es que en verdad los candidatos en turno son sensibles e inteligentes, de cambiar el concepto de cultura que deseamos para trascender tiempos y fronteras: No a una cultura populista, no a una cultura panteonera saturada de homenajes post mortem, no a una cultura lapidaria de discursos. No a una cultura de pasatiempos y entretenimientos…Vayamos por una cultura de nuevas propuestas estéticas, de ideas y conceptos de vanguardia que trascienda este tiempo que nos ha tocado vivir.

         navarro1958@prodigy.net.mx


     
    

       

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