jueves, 2 de julio de 2015

Un Siglo sin don Porfirio Díaz

José Luis Vivar



Un 2 de julio como hoy, pero hace exactamente un siglo expiraba a los 85 años, el general don Porfirio Díaz. La muerte lo había derrotado pero fuera de su patria, lejos de los campos de batalla, en donde menos esperaba encontrarlo: en París. Según testigos presenciales, tendido en su cama, el pase de la vida a la otredad fue tranquilo, así como fueron sus últimos días.



El héroe de la Intervención Francesa, el dictador, el que pacificó y modernizó México se retiraba para descansar, para olvidarse de lo que sucedía en su ausencia, para no voltear sus ojos a los escenarios de la Revolución, donde los caudillos peleaban por ocupar la Silla Presidencial. De Madero sólo permanecía vigente el lema democrático que lo había acompañado al triunfo: Sufragio Efectivo no Reelección. El único problema era que todos querían gobernar.

Como se ha señalado, al general le negaron el derecho de volver y morir bajo el cielo de Oaxaca, su ciudad natal. Le hubiera gustado ver su ataúd cubierto por tierra mexicana, simplemente sentirse en casa. Había dado todo por México y se había servido todo de México, por eso se le hacía justo regresar. Pero no fue así, ni entonces ni ahora.

Después de transcurrido un siglo, los restos mortales de don Porfirio Díaz permanecen en el cementerio de Montparnasse, esperando regresar a su país. Esperando que los diputados, senadores y algún gobernante de los que deciden el destino del país por seis años, coincidan en darse cuenta que su regreso no causará daño, no propiciará revueltas sociales ni hará que un sector del país se levante en armas.

Pero aun así, en el hipotético caso que así fuera, exhumar y trasladar al viejo general a México no será fácil ni gratis. Según José Manuel Villalpando –quien ha intentado sin éxito en dos ocasiones traer los restos del viejo general: 1995 y 2010-, el costo sería alrededor de 30 millones de pesos (Milenio, 10 de junio, 2015)

En primer lugar deberán hacerse los acuerdos de rigor entre representantes de nuestro gobierno y sus homólogos franceses. Posteriormente tendría que viajar a la ciudad luz una delegación para realizar los trámites correspondientes que se requieren.

Después el proceso necrológico consistiría en abrir la cripta, extraer el ataúd. Enseguida aclimatar el cadáver embalsamado. Dictaminar en qué condiciones se encuentra, pues de acuerdo a los cánones funerarios habrá que valorar si se traslada en las condiciones que está, o si debe prepararse de nuevo. No hay que olvidar que ese cuerpo tiene un siglo de haber sido sepultado.

Una vez cumplidos los requisitos sanitarios, un avión oficial se encargaría de hacer el viaje desde París hasta la ciudad y puerto de Veracruz. De allí, un convoy militarizado se encargaría de custodiar el féretro hasta las instalaciones de la Escuela Naval Militar en Antón Lizardo, para que a continuación fuese trasladado en un buque el cual navegaría al muelle T de Veracruz, en pleno malecón, donde además de un desfile de tropas sería saludado con 21 cañonazos de salva.

Con esto, se le estaría cerrando el círculo del exilio –ocurrido el 31 de mayo de 1911-, y el retorno a la patria, en la fecha que fuera. Después de más de un siglo de ausencia, el general Porfirio Díaz estaría de vuelta en su país.

Todo el anterior relato no es más que una utopía, un deseo imposible de realizarse porque para muchos políticos este hombre es un dictador que se marchó por su propia voluntad y por esa razón debe permanecer donde escogió pasar sus últimos días.

Aunque el culto a las reliquias es algo que forma parte de nuestra idiosincrasia mexicana, la verdad es que las acciones gloriosas hazañas bélicas de Porfirio Díaz como héroe de la Intervención Francesa, son las que valen; lo mismo su férrea voluntad para modernizar a México entre finales del siglo XIX y principios del XX. Eso es finalmente lo que interesa. De su lado oscuro, la Historia se ha encargado de juzgarlo y ponerlo en el sitio que le corresponde.

Finalmente, al cumplirse un siglo de su fallecimiento, México sigue padeciendo crisis económicas, políticas y sociales. El sueño de don Francisco I Madero –sucesor de Díaz-, no ha podido cumplirse; los procesos democráticos son lentos, y a veces pareciera que se estancan.

En cambio cada vez que observamos ejemplos y ejemplos de injusticias que afectan nos afectan como ciudadanos, muchos pensamos en el viejo general, que de vivir estaría alaciándose los bigotes, sonriendo divertido, porque a pesar de su ausencia, sigue siendo difícil gobernar este país.

¿Tendrá que pasar otro siglo para repatriar a don Porfirio Díaz? Es muy probable.

  

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