José de Jesús Juárez Martín
Al inicio del venturoso Siglo XX la prosperidad económica del país era de de un supéravit evidente. México avanzaba a pasos seguros hacia la industrialización, los países desarrollados y el incondicional grupo de científicos aplaudían las políticas económicas de Don Porfirio Díaz Mori. Existía euforia por la celebración del Centenario del inicio de la independencia.
Las vías férreas eran arterias que entregaban materias primas al extranjero y regresaban, modas, artículos de lujo para la aristocracia insensible a los sufrimientos populares, que luchaban por sobrevivir. Sus justos reclamos, esporádicos y organizados, dejan como recuerdos tristes las huelgas de la mina de Cananea y la de textiles de Río Blanco, dejaron represión y crespones negros, cuando se pudo enmendar las políticas laborales la férrea y pesada dictadura.
La Universidad de México, abrió sus puertas en las celebraciones centenarias, lástima que no era para todos, sólo los privilegiados hijos de los científicos, los acaudalados, la casta política, ante las insuficientes escuelas alfabetizantes para la prole de los campesinos, mineros, obreros.
La clase media ,a salvo, pero amenazada por la pobreza, no le era posible tener anhelos políticos, el grupo del poder era cerrado y sólo accesaban los que ellos mismos elegían o aceptaban, además las reelecciones indefinidas crispaban a los que tenían pensamientos democráticos y se carecía laboralmente de cualquier garantía que mitigara la rudeza laboral.
En 1908 se publicó la entrevista concedida por Don Porfirio al periodista estadounidense James Creelman, que sacudió la dopada conciencia democrática, al manifestar en un exabrupto oficioso, “el deseo” de abrir caminos democráticos permitiendo la participación de partidos políticos de oposición en las elecciones cercanas de 1910 y hasta dejar el poder. Lo consideraría como una bendición.
También se conoció “La Sucesión Presidencial”, libro de Francisco I. Madero que a partir de ese momento, fue personaje central de la Revolución Mexicana; candidato a Presidente por el Partido Antirreleccionista para las elecciones de 1910. Con apoteosis popular donde se presentaba el perseguido por el poder, protegido por el pueblo, y luego, preso, libertado y confinado en San Luis Potosí, de donde escapó a San Antonio Texas, y publicó el Plan de San Luis Potosí invitando a los mexicanos al desconocimiento de la legalidad del reelecto Porfirio Díaz y a tomar las armas en contra del gobierno a partir del domingo 20 de noviembre
Dos publicaciones trascendentes, un contenido político, una dictadura carcomida, iniciada en 1877 con su arribo a la Primera Magistratura de su primera elección constitucional y quedar cuatro años después, tras el poder y en el gabinete presidencial de su compadre Manuel González, para volver como Presidente consolidado en 1884
La lucha armada contra Porfirio Díaz, la inició el gobierno en Puebla en la casa de los hermanos Serdán cuando los reprimen y asesinan, dos días antes de la fecha fijada. Una larga lucha popular por la reivindicación social, en especial de los campesinos y obreros, porque las haciendas, las fábricas, las comandancias policíacas, la policía rural, asfixiaban los reclamos de igualdad, educación, justicia, libertad, que estaban atadas en la miseria y analfabetismo, mientras el progreso, la modernidad, la cultura afrancesada, los ferrocarriles, la riqueza se distribuía y dilapaba entre los “científicos, burguesía, extranjeros y políticos” en la clásica distribución del noventa por ciento del producto nacional lo disfrutaban el diez por ciento, “la gente de razón” y el otro noventa por ciento, “el pueblo”, se prorrateaba el mísero diez por ciento.
La toma de la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez por las fuerzas revolucionarias hizo recapacitar al octogenario presidente que prefirió renunciar para exilarse en París, antes que enfrentamiento diplomático y militar con los vecinos norteamericanos.
Don Francisco I. Madero, al ocupar la Presidencia se vio cuestionado, acusado como traidor, inepto y dictador por el Plan de Ayala del 28 de noviembre de 1911 que firmaron Emiliano Zapata y Otilio Montaño, donde se le desconoce como mandatario y se propone como Jefe Revolucionario al General Pascual Orozco y si no aceptara, se propondría al C. Gral. Emiliano Zapata, con este Plan pretendíase, continuar lo establecido en el Plan de San Luis Potosí, aunque se rompió con su autor.
La traición y asesinato a don Francisco I. Madero, y al Vicepresidente Pino Suárez el 22 de febrero de 1913, y la sucesión de Victoriano Huerta como Presidente, hace reaccionar al entonces Gobernador de Coahuila, aceptado como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, obligado cuando ocupara interinamente el Poder Ejecutivo a convocar elecciones generales, todo esto se asienta en el Plan de Guadalupe, Coahuila, del 26 de marzo de 1913.
La oposición personal de Don Belisario Domínguez al Presidente Victoriano. Huerta, tuvo las consecuencias previstas por el Senador de Chiapas y fue sacrificado en forma inmisericorde.
Al arribo de Carranza a México y un momento hegemónico y cuestionado, vino la Convención de Aguascalientes en un intento fallido de unificar, pues Francisco Villa reacciona contra los acuerdos de la Convención y quedan frente a frente: Constitucionalistas y los Dorados de Villa. Por las adiciones del Plan de Guadalupe en Veracruz el 12 de diciembre de 1914.
París, la Ciudad Luz, es donde Don Porfirio Díaz vivió sus últimos años y murió en 1915, cuando no se extinguía la lucha revolucionaria en México, porque los diversos caudillos se enfrentaban y no llegaron a un consenso revolucionario en la encrucijada de conflictos sin instrumentar la justicia social que se reclamaba en todos los planes y que el protagonismo de los caudillos dejó pendiente en la lucha feroz de aniquilamiento.
Sin embargo, el Programa de Reformas Político Sociales de la Revolución aprobado por la Soberana Convención Revolucionaria el 18 de abril de 1916 a menos de un año de la promulgación de la Constitución de 1917, fue el documento más integrador de anhelos sociopolíticos, que hayan conocidos los constituyentes de 1916 con el resultado esplendente de la Constitución de 1917, aunque las luchas continuaron hasta después de 1920, pero ahí estaba la Constitución que al irse haciendo vigente la lucha era inoperante y caía.
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