lunes, 22 de noviembre de 2010

México, el país del claroscuro

Aranzazú Becerra Michel

Fotos: Nestor Coles.
México, a cien años de su nacimiento continúa buscando las caricias del primer mundo. Las promesas de esperanza que cada sexenio destruyen los sueños de cada uno de nosotros, ya están arraigadas a nuestra sociedad. Las víctimas son los más de 50 millones de mexicanas y mexicanos que viven sumergidos en un océano de carencias y de falta de oportunidades, porque ser pobre en México  no es nada más que falte la comida en la mesa o un lugar donde dormir; ser pobre en México un día, es ser pobre siempre, es no tener la oportunidad de dejar de serlo.

Bajo este techo de tragedias, nos acostumbramos a ser espectadores celosos de los triunfos extranjeros: las medallas de oro, los mineros que sí sobrevivieron, los premios literarios y hasta el inalcanzable sueño de ganar el mundial. Una comunidad enferma ante tantos fracasos,  cuyo mayor síntoma se descubre en la indiferencia ante la muerte, que se nutre de la indiferencia ante la vida, como decía el inigualable Octavio Paz. Una epidemia que sólo se ha podido apaciguar con los programas de televisión barata y sin contenido. Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Madero y Zapata, los adorados ídolos nacionales, han sido reemplazados por la actriz del momento, el cantante de banda asesinado y las caras de las revistas de la admirada “socialité”.

Es más fácil olvidar las desilusiones, el hambre y la pobreza acompañado de los chismes de la farándula y una bolsa de papitas. Porque hasta ahora el mismo Presidente ha confirmado que México tiene el primer lugar en obesidad infantil y adulta, además del primer lugar en diabetes infantil. A principios de este año, el poder Ejecutivo anunció que el 70% de los adultos padecen algún tipo de sobrepeso. Las grandes corporaciones de comida chatarra dicen que es culpa de los hábitos de los consumidores, pero no toman en cuenta que más de 72 millones de mexicanos viven en un estado de pobreza y cuando el dinero es escaso, la única solución es comprar lo más barato que se pueda y esto es la comida chatarra. Las empresas multinacionales de estos alimentos con el más bajo nivel nutricional y altos contenidos de grasas, sal y azúcar buscan atrapar a los consumidores más jóvenes desde sus escuelas. Mientras 4.1 millones de niños de 5 a 11 años viven con obesidad infantil, otros 1.8 millones menores de 5 años viven la otra cara de la moneda: la desnutrición infantil. Al menos 170 mil niños de zonas rurales y urbanas presentan desnutrición aguda y mueren por enfermedades infecciosas.

Fotos de Nestor Coles.
En el 2006 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo anunció que el 38% de los niños indígenas de México presentan desnutrición crónica. Además, l 27% de los hablantes de lenguas indígenas en México no saben leer ni escribir y más del 80% no tiene acceso a los Servicios de Salud básica. Los indígenas mexicanos son alrededor de 13 millones de personas que día con día reviven tradiciones antiguas a través de sus lenguas, sus vestimentas y formas de pensamiento; pero que al mismo tiempo luchan contra la lenta extinción que les ha sido impuesta por las condiciones de marginación tan extrema: la falta de servicios de salud, la pobreza, la ausencia de instituciones educativas, agua potable y electricidad. Si duda alguna, México es un país en el que el pasado y el presente conviven gracias a sus comunidades indígena, pocos países en el mundo cuentan con un patrimonio cultural tan grande.  La indiferencia nacional ante las condiciones de vida de los pueblos originarios de este territorio se refleja en el hecho de que somos un pueblo mestizo que se rechaza a si mismo al dejar que sus orígenes desaparezcan.                   ¿Cuántas veces no hemos escuchado la palabra “indio” como insulto? Estas comunidades, que son la historia viviente, una historia que sigue latiendo y se sigue construyendo con los años,  nos hacen un llamado dulce y cálido para recordar nuestras raíces, y nosotros, los admiradores de las celebridades extranjeras, no hacemos más que fingir la sordera para continuar con nuestras vidas sin remordimientos al conocer las desgracias que acechan a este gran  grupo de mexicanos cuyo delito más grande fue haber continuado con las enseñanzas de cientos de años de antigüedad.

            Mientras en los últimos dos años 6 millones de mexicanos (de los cuales el 20% son indígenas) se volvieron vulnerables, es decir se unieron a las filas de pobreza; otros cuatro mexicanos notables se unieron a la lista de los 100 billonarios más ricos del mundo según la revista Forbe’s. Sus nombres: Carlos Slim, Ricardo Salinas, Germán Larrea Mota y Alberto Bailleres. Estos mexicanos que no sólo tienen todas las riquezas que cualquier ciudadano del mundo pudiera desear, han hecho sus fortunas en distintas ramas de la economía nacional. En la industria minera se encuentran Alberto Bailleres y Germán Larrea, éste último además es dueño de Ferromex, la compañía ferroviaria más grande del país; Su acumulación de grandes riquezas comenzó cuando sus padres iniciaron con la extracción de oro, plata, hierro y zinc, como lo hace Industrias Peñoles que pertenece a la familia de Alberto Bailleres; y la fundición y refinación de cobre (Grupo México de Germán Larrea). En otros mercados totalmente distintos se encuentran Ricardo Salinas dueño de TV Azteca, Elektra, Banco Azteca  y Iusacell, empresa de telefonía celular, eterna competidora de Telcel, posesión del hombre más rico del mundo: Carlos Slim, dueño de América Móvil y accionario de INBURSA, Saks and New York Times Co y Bronco Drilling.

Estos magnates de los negocios internacionales han hecho grandes fortunas gracias a las condiciones de mercado y facilidades que les han sido otorgadas por nuestros gobernantes, entre ellas destaca el monopolio, el verdugo que nos atormenta día con día. Gracias al monopolio, México es un país en el que los ricos se vuelven más ricos y los pobres cada día más desafortunados. Nuestro país es el ejemplo perfecto de la mala distribución de la riqueza y poder; nuestro país es el país de las diferencias catastróficas que condenan a una población inocente, sacrificada por el bienestar de los titiriteros del sistema: para que haya pocos ricos, tiene que haber muchos pobres.

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