Ricardo Cortés
De una forma u otra, todos, en mayor o menor medida estamos ligados a algún proceso de migración, ya sea de forma personal o por terceros, sin embargo, una cosa es mudarte de ciudad y otra muy distinta abandonar tu país y con ello muchas veces familia, trabajo amigos, costumbres; en una palabra, todo lo que hasta ese momento conocías.
La migración a Norteamérica es inmanente a la gran mayoría, todos o seguramente casi todos, tenemos un amigo, un familiar o algún conocido que por causas diversas ha tomado esta drástica resolución.
La gran pregunta que surge es ¿porqué? Porqué miles de mexicanos año tras año sortean un arduo camino donde el menor de los males es la muerte, una región sin ley donde impera el robo, la extorsión y el secuestro, sólo por mencionar algunos de los abusos sufridos. Una vez que se ha ingresado al país del norte las penurias no terminan, se enfrentan a nuevos problemas, la discriminación, la falta de empleo y sobre todo la zozobra y eterna intranquilidad de ser deportados al infierno del que ya habían logrado huir.
¿Es realmente tan trágica la situación de México, para que sus habitantes prefieran todo ello a permanecer en su tierra?
Tan solo hasta junio 2010 según la SRE los decesos sumaba más de 200, de la cual más de la mitad eran mexicanos, las causas son variadas, deshidratación, hipotermia, ahogamiento o “causas aun por aclarar”. A ellos es necesario sumar a todos los que no murieron, pero fueron secuestrados o reclutados por alguna organización delictiva. Debemos tener en cuenta que uno de los estados de la republica mexicana que mas expulsa migrantes es Jalisco, tan sólo en California habitan cerca de dos millones de personas procedentes del estado. Teniendo presente lo anterior, cuestionémonos, cuantos paisanos nuestros han perecido a manos de un sueño que raya en la irrealidad.
El rumbo del país está viciado, se ocupa de cuestiones banales, y olvida lo verdaderamente importante, mientras la clase política cubre las revistas de la socialité, en algún punto del desierto un mexicano está muriendo. Tras los curules del senado un funcionario debate sobre cuestiones ávidas de vanidad y soberbia, como aumentos salariales para si mismos, al tiempo que un compatriota cuenta los dólares que enviará a su familia. ¿Es justo esto?
Es evidente que nuestra patria, una patria supuestamente libre y equitativa no puede resolver los problemas básicos y orilla a sus habitantes a buscar soluciones drásticas, la migración, el crimen, todo en el marco de la ilegalidad.
A causa de ello el país se carcome, se oxida y envilece, poblaciones enteras van quedando abandonadas, las razones son las ya expuestas anteriormente. Las familias mexicanas comienzan a ver afectada su estructura tradicional, mujeres solas con un esposo en el “norte”, hijos, hermanos; mujeres migrantes, niños migrantes. El país está expulsando su futuro, los está entregando como si fuesen un tributo minoico, los sacrifica al Minotauro del Norte, que terminará por desangrarlos.
La sociedad está sufriendo una transformación que causa estragos, es dolorosa, difícil y tarde o temprano hará temblar los cimientos del estado, si no es que ya lo ha hecho.
Todo lo anterior dicho se queda en el nivel del marco general, pero, qué pasa con las relaciones humanas, como afecta la migración en un ámbito más privado.
Los sentires de los que están “allá” y los de “acá” no son tan disímiles, existe un sentimiento de honda tristeza y vació, de añoranza. Familias que se rompen para jamás volverse a unir, una sensación de no pertenencia. Al paso de los años muchos de los mexicanos nacidos en Estados Unidos de Norteamérica terminan por desconocer totalmente la cuna de sus orígenes, o incluso peor a sentirse totalmente rechazados por ambos contextos socioculturales.
México, como un migrante en el desierto se deshidrata, y si no encuentra una solución pronta y eficaz, terminará por morir.
Escucho voces que se quejan por la imposibilidad de migrar, de cómo se ha vuelto cada vez más difícil cruzar la línea que separa la vida de la muerte, el progreso del fracaso.
Sin embargo retomo la idea un Profesor que pugna no por el derecho a migrar, sino por “el derecho a NO migrar”, a poder permanecer en su país y que esté le brinde lo necesario para subsistir con calidad y honradamente.
La sangre de los mexicanos cada vez se divide más y más, hasta cuando terminará está inútil sangría causada por la ineptitud de un gobierno que se preocupa por sus propios intereses y no por los de un pueblo hambriento, pueblo al que se deben.
Recuerdo unas palabras que escuché hace tiempo:
“De estar jodido aquí, es mejor estar jodido allá”.
Sólo espero que un día esta sentencia deje de ser cierta, por nuestro propio bien, por el bien del país entero.
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