jueves, 31 de marzo de 2011

Don Gato: un mafioso de callejón

José Luis Vivar

Dicen los médicos especializados en las conductas de los animales, que existe una gran diferencia entre el pensamiento de un perro y de un gato al momento de tomarlos como mascotas. Mientras que el primero es servicial, cariñoso y fiel hasta la muerte, su contraparte es indiferente, flojo y sumamente traicionero.

            El perro, al llegar a una casa y conocer a la persona que le atiende dice: me quiere, me alimenta, me protege, ¡qué suerte tengo! ¡Él debe ser un Dios! En cambio, el gato comenta: me alaba, me brinda afecto, estoy por encima de todas sus prioridades, ¡Yo debo ser un Dios!

            Deidad o no, el comportamiento y excéntrica actitud de los felinos está muy bien representado en Don Gato (Top Cat), personaje de animación creado por el binomio exitoso de William Hanna y Joe Barbera, cuya serie comprendida tan sólo por 30 capítulos –otras fuentes señalan 33-, se trasmitió en la cadena televisiva ABC, del 27 de septiembre de 1961 al 8 de abril de 1962.

            Más que humanizar a este gato sinvergüenza pero adorable, la intención de sus autores es mostrarlo como lo que es: un vividor que habita en un callejón de Manhattan, y tiene una pandilla de cómplices que le causan problemas al oficial Matute, un policía atarantado y gruñón que no sabe cómo deshacerse de todos esos parásitos.

            Aunque en su primera y única temporada pasa sin pena ni gloria, en los años siguientes cuando la serie vuelve a ser trasmitida y se exhibe en otros países, el éxito de Don Gato es arrollador. Esto se debe a que el mencionado personaje es cínico, seductor, transa, pero sobre todo un hábil manipulador que sabe adoptar diferentes personalidades –a través de todo tipo de disfraces-, para lograr sus propósitos.
Sin embargo, existe una poderosa fuerza que lo detiene o más bien equilibra la intención de sus actos en la balanza de la justicia: su propia pandilla.

Los distinguidos miembros son Demóstenes, el cerebro de toda operación; Panza, el de la voz tierna que asiste en sus seducciones a Don Gato; Cucho, el minino más alto -sin duda siamés-, cuya personalidad lo hace ver como si tuviera un origen de buena cuna;  Espanto, el sirviente fiel del jefe, es quien se encarga de todo el trabajo sucio y rara vez protesta; y por último, Benito Bodoque, el más tierno de los integrantes. Es chaparrito, gordito y tiene una voz aflautadísima que suele poner los nervios de punta a quienes le escuchan.

Con esta quinteta de maulladores, Don Gato hace de las suyas: inventa, juega, suplanta, chantajea, enamora, y atrae más público del que pudieran haberse imaginado sus creadores.

Después de 50 años de haber sido lanzada esta serie, llama la atención el doblaje en español, el cual es fantástico, tanto por las voces como por la representación de diversos acentos regionales como el costeño del golfo, yucateco o chilango.

En el talento del doblaje estaban el desaparecido actor Julio Lucero como don Gato; don Víctor Alcocer (qepd) –quien doblaba Telly Savalas en Kojac y a Urko en El Planeta de los Simios-, Jorge Arvizu, el tata, quien se encargaba de darle vida a Benito Bodoque y Cucho; por citar unos cuantos.
Por último, En 2005, la Warner lanzó al mercado la serie completa de 30 capítulos en DVD, misma que además de ser un tesoro de la lejana infancia, es una oportunidad de recrearse con este gato que se piensa una deidad y tiene a todo Manhattan a sus pies y de cabeza.  

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