martes, 19 de abril de 2011

Una nueva década, una nueva edición de la hija del bandido

José Luis Vivar Ojeda*

En el lejano año de 1887, la literatura universal daba muestras de intensa fertilidad. Como muestra de ello basta mencionar que en Nicaragua, el laureado poeta Rubén Darío publicaba Rimas; mientras que en la ciudad luz, Julio Verne presentaba El Camino a Francia. En tanto que en la capital británica, Sir Arthur Connan Doyle marcaba el debut de su famoso detective Sherlock Holmes con la historia de misterio Estudio en Escarlata. Y no muy lejos de allí, en España, Benito Pérez Galdós daba muestras de su prolífica veta con la extensísima Fortunata y Jacinta.

Ante este panorama, México no podía quedarse atrás, y sin proponérselo, una maestra normalista, viuda y con dos hijos, llamada Refugio Barragán de Toscano (1843-1916), radicada en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, Jalisco, pasaría a la historia al convertirse en la primera mujer mexicana que publicaba una novela, cuyo título era La Hija del Bandido o Los Subterráneos del Nevado.

Aunque el género novelístico novela surgió tardíamente en nuestro país (1816 con El Periquillo Sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi), puede decirse que antes de que apareciese la obra de la jalisciense, existían antecedentes de escritores con sólida trayectoria y obra publicada, destacando Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio y Justo Sierra, entre otros.

Pese a ello, la novela de Refugio Barragán no parte de ningún modelo en particular, ni se advierten influencias de alguna obra del extranjero o de los clásicos de la literatura universal, sino que surge de los recursos que ella misma crea a través de su imaginación, tomando como punto de partida la figura del bandido, tan famosa en los años de la Guerra de la Reforma (1857-1861), donde era común que la gente llegara a confundir a los guardianes del orden con los asaltantes, o viceversa, paradójicamente, esta situación por desgracia se repite en la actualidad.

De ahí que la mayor parte de las carreteras del país estuviesen infestadas de delincuentes que a punta de cuchillo, sable, pistola o mosquetón, despojaban de sus pertenencias a los viajeros que iban de un lugar a otro. Prueba de lo anterior, es El Camino Real de Colima, de donde se dice que la gente que acostumbraba visitar o regresar del puerto de Manzanillo corría el riesgo de encontrarse con personajes solitarios o verdaderas bandas que asolaban la región.

Para cuando se publica La Hija, en el país gobernaba por segunda ocasión el general Porfirio Díaz. Los caminos se habían transformado, quizás no con la modernidad que se esperaba, pero las rutas estaban mejor definidas y su paso era más accesible. Las hordas de delincuentes o asalta caminos prácticamente ya no existían debido a la organización de las fuerzas armadas que a toda costa custodiaban el régimen del héroe nacional.

Cuentan las crónicas de la época, que la maestra Refugio, o doña Cuquita como la llamaban sus amistades, habitaba en la calle de la Merced Nº 15, y que en sus ratos libres -que debían ser pocos, porque tenía que dar clases, atender su hogar y sus hijos, así como crear manualidades, y preparar antojitos para luego ofrecer al público; amén de vender suscripciones de la revista parisense La Violeta-, se dedicaba a escribir: cuentos, poemas, obras de teatro y novelas.
De este último género sabemos que fueron dos: la ya mencionada, que la hiciera famosa, y Premio del bien Castigo del Mal, publicada en 1894, y de la cual se sabe muy poco.

Por otra parte, hay registros de la inquietud de la autora, quien no conforme con todas las actividades mencionadas montaba pequeñas obras de teatro con vecinos, alumnos y todo aquel que sintiera el gusto por la actuación. El lugar de aquellas escenificaciones era un pequeño teatro –hoy en día el sitio donde se ubica el Instituto Silviano Carrillo-, emplazado en la calle que se llamaba precisamente del Teatro. Ella misma jamás llegaría a imaginarse que muchos años después, para ser exactos en 1930, las autoridades municipales de Ciudad Guzmán le harían el honor de colocar su nombre en esa arteria que por fortuna se conserva en la actualidad, y representa un homenaje a su talento y a sus virtudes como mujer ejemplar.  

Pero volviendo a la novela, después de 124 años, ¿qué tiene de particular La Hija del Bandido o los Subterráneos del Nevado, que goza no sólo de infinidad de ediciones –algunas inclusive piratas-, sino que se mantiene en el gusto de las nuevas generaciones? ¿Por qué una novela decimonónica sigue siendo la preferida en lugar de best sellers y otras obras de autores locales y de la región? Nadie lo sabe.

Por principio de cuentas, esta historia tiene todos los elementos propios de las llamadas obras de folletín –género francés del siglo XIX que tenía como objetivo principal presentar las novelas por entregas en los periódicos, como una estrategia de ventas-, además de estar dividida en 6 libros, la novela exhibe muchas aventuras, una historia romántica y una serie de intrigas que mantienen al lector atento, especialmente por el famoso y abundante tesoro que el ladrón y delincuente Vicente Colombo –personaje principal-, esconde en algún lugar del Nevado de Colima.  

Además de exaltar la flora y la fauna de la región sur del estado de Jalisco, Refugio Barragán muestra al detalle la escenografía donde transcurren las acciones de su ficción. Los perfiles de los protagonistas y actores secundarios son retratados de forma global, y no conforme con esto, presenta algunas costumbres de los habitantes de Zapotlán el Grande, contextualizadas entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, época en la cual se desarrolla la novela. 


La voz omnisciente que se encarga de narrar los acontecimientos se interrumpe a veces para dar paso a la voz de la autora (metalipsis) que comenta en forma directa con el lector, aclarando lo que considera oportuno, o sencillamente estableciendo sus puntos de vista. La mayoría de ellos sustentados en el cristianismo que ella misma profesa.

De ahí entonces que lo mismo realice toda clase de juicios morales, como por ejemplo cuando recrimina las intenciones de Vicente Colombo de vender a María, su hija, a ese ser despreciable que es Roque Luis de Alvarado, Vizconde de Tuneranda. Todo sea con la intención de que la historia fluya en pos del bien, de lo que cristianamente es aceptable; por ende detrás de la narración misma hay otra voz, y es femenina (metadiegético)

Sin embargo, independientemente de la moralidad como trasfondo de esta historia, La Hija del Bandido cuenta con dos importantes atributos, que la hacen trascender como una obra inolvidable. El primero de ellos es el lingüístico, concretamente el lenguaje. La estética del mismo hace gozar su lectura. Esto no es ninguna casualidad. Además del acertado manejo sintáctico y semántico, acorde al contexto de la época en que fue escrita, su autora sabe muy bien cómo contar una historia, cómo entretener al lector y cómo mantener el ritmo de una trama que se complica conforme se va a cercando al final.

El segundo corresponde al terreno social. Desde su primera edición la novela ha pasado a convertirse en un referente histórico verídico de colectividad, por lo menos para los habitantes de Ciudad Guzmán, Zapotiltic y poblaciones que les circundan. Es decir, para un alto porcentaje de lectores esta novela no pertenece al género de la ficción, sino que se trata de una historia ocurrida alguna vez en el tiempo. El tesoro existe no sólo en la imaginación de su autora sino en la mente de muchos habitantes.

Por generaciones, muchas personas han buscado –infructuosamente- las riquezas de Colombo. Toda clase de máquinas que rastrean metales han desfilado por el Nevado de Colima. Algunos cesan en su intento, y otros llevan años entregados a esa búsqueda de la cual esperan tener una recompensa. Así de increíble.

Refugio Barragán de Toscano puede estar tranquila. Cumplió con el principal anhelo de todo escritor: llegar al mayor número de lectores. A cinco años de que se cumpla un siglo de su desaparición física, celebra esta nueva edición de su novela, por parte del Archivo Histórico de Zapotlán el Grande, invitando a leerla, y esperando que alguien escriba su biografía, una vida que fue tan intensa como sus propios personajes.


*Texto leído en el Instituto Arnulfo Villaseñor, Guadalajara, Jal.,
dentro de las actividades “Presencia Cultural de Ciudad Guzmán en Guadalajara”
25 de Marzo de 2011.

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