Alfredo Hermosillo
Quiero agradecer el trabajo realizado por Milton Iván Peralta y Ricardo Sigala, quienes supieron conjuntar esfuerzos para poner nuevamente en circulación una obra que ha sido injustamente olvidada fuera de la ciudad natal de Guillermo Jiménez. Queda pendiente, para futuras investigaciones, dilucidar las razones del olvido de un escritor que publicó en México, Francia y España, y se codeaba con los grandes de su época, como Alfonso Reyes, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Julio Torri, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Elías Nandino, Salvador Novo y Alejo Carpentier, por citar algunos ejemplos.
En realidad, aunque la fortuna ha sido caprichosa con Guillermo Jiménez, no le faltaron críticas y comentarios de los escritores más connotados de su tiempo, entre los que podemos contar a José López Portillo y Rojas, Enrique González Martínez, José Luis Martínez y Enrique Fernández Ledesma. Fue incluido, también, en el Diccionario de escritores mexicanos del centro de investigaciones Filológicas de la UNAM (1997) donde se compara el tono poético de sus narraciones y crónicas con el de Azorín. Si bien no son pocos los comentarios y referencias dignos de interés, la obra de Guillermo Jiménez no ha sido suficientemente tratada por la crítica, pues no se le han dedicado estudios que ofrezcan una valoración amplia y profunda de su riqueza literaria; apenas ahora comienza a valorarse en su justa dimensión la calidad de su obra. En este sentido, la nueva edición que se presenta esta tarde debe servir de estímulo para que los investigadores lleven a cabo esta tarea.
Y es que, por ejemplo, hacen falta estudios críticos que ahonden en el estilo de Jiménez, que sepan ubicarlo en la línea literaria a la que pertenece en el contexto de las letras hispanoamericanas. Habría que responder con profundidad algunas preguntas esenciales, por ejemplo, ¿qué lugar ocupa en el modernismo mexicano? ¿Cómo logra el equilibrio entre el contenido y la forma, entre la emoción y estilo? ¿Cuáles son las características de su prosa, que se ha considerado refinada, exquisita, vertiginosa y enérgica? Cabe preguntarse, también, por la estructura de su obra, su poética, sus principales temáticas y sus obsesiones y filias literarias.
Un tema interesante para el análisis es el del papel que desempeñan las mujeres en la narrativa de Guillermo Jiménez: “en toda su obra hay un perfume de mujer; como esa estela de aromas que dejan las mujeres cuando se escapan por una puerta solida”; escribió Jiménez en su ensayo sobre Balzac; y lo mismo puede decirse de su propia obra. Por la narrativa de Jiménez, muy especialmente en Almas Inquietas, Del pasado, La de los ojos oblicuos, La Canción de la lluvia,Constanza y Zapotlán, deambulan personajes femeninos imprudentes, idealizados, virtuosos, caídos, insatisfechos, luchadores, enfermos (recuerdan a los personajes de Dostoievski) y, claro está, maternales. Cabe destacar que en la obra de Jiménez las relaciones amorosas nunca terminan bien, pues “en el fondo del amor hay algo fatal e inevitable”.
Por último, quiero destacar otro tema que puede ser explorado, el de la continuidad que existe entre La hija del bandido de Refugio Barragán de Toscano, Zapotlán, el poema sinfónico de José Rolón, el Zapotlán de Jiménez y La Feria de Juan José Arreola. Además de los evidentes paralelismos (la ciudad natal y el género de narrativa breve), existe una clara afinidad en la búsqueda expresiva de los dos más destacados escritores de Ciudad Guzmán, en su penetrante capacidad de observación, y en su ironía.
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