J. Jesús Juárez Martín
En
julio de 1991 fuimos presentados el Sr.
Amílcar Briseño Dipp, fabricante y propietario de “Textiles Diana” proveedor en aquel tiempo de
suéteres del uniforme del Colegio
Cervantes de esta Ciudad Guzmán, y un servidor en la función de Director del
Colegio, persona amable de voz potente,
grave y profunda, su comunicación verbal reforzada su oralidad con amplios
ademanes de sus grandes brazos y las gesticulaciones marcadas, no dejaba duda; iniciamos
una amistad respetuosa que se prolongó por 22 años. Felizmente tuve la
oportunidad de saludarlo el día primero del mes de agosto 2013, porque al
participar en la eucaristía de las 12 horas
vi que lo conducía su hijo en silla de ruedas, al salir de la Catedral
lo esperé por la puerta oriente, lúcido y la voz disminuida en volumen, no en
claridad, me dijo sentirse bien y esperaba su recuperación.
Los
portales, el jardín principal, la calle Reforma fueron sitios de numerosos encuentros
casuales y de conversación cuando tomamos tiempo a nuestro tiempo, siempre
atosiga, presiona, hasta que disponemos de él como propiedad en uso , usufructo
y en ocasiones hasta el abuso; entonces el tiempo se valora diferente que
permite la delicia de las charlas reveladoras de personas perfiladas en la
expresión directa, dimensionamos al ser
humano que comunica, experiencias anhelos, emociones, entorno, alegrías y
nostalgias…
Surgen “amigos
que no atosigan” se recuerdan, producen la alegría del saludo en el día del
reencuentro… pero vamos conscientes, avanzando; ahora tenemos menos tiempo nuestro
por vivir con relación al pasado día, al feliz mañana le faltará el tiempo de ayer,
de hoy… así sucesivamente…
Con
don Amílcar cada encuentro fue oportunidad para intercambiar comentarios anecdóticos
gratos, dijera con más propiedad, de sabor clásico de pueblerinos recuerdos, con
los comentarios del tema y en torno a él iba tejiendo una serie de ideas que
enriquecía lo tratado, sus atropelladas palabras, veloces antes de escaparse
definitivamente iban dejando imágenes claras de lo que expresaba.
Me
enteré de su fallecimiento por el Semanario Libertad donde él fue insustituible
colaborador comentarista. Sus artículos, tratando de ser objetivos, veraces, abundaban
las expresiones que refinaban el significado inicial, informativos, con frecuencia
divertidos y algo debería interpretarse contra
sentido por los perfiles de sarcasmo ante las acciones prejuiciosas, banales,
perjudiciales de los malos servidores públicos.
Caballero
de servicios y trato vertical, recibí de él una lección de cortesía de esta
región cuando me visitó en mi domicilio y le ofrecí agua, refresco, algo que
apeteciera y pudiera complacer, cuando solemne me dice: “No señor, discúlpeme
aquí en Zapotlán se ofrece ponche de granada con nuez molida y ya después
vendrán los negocios o la plática” ; no recuerdo si aceptó algo de lo que
disponíamos, lo cierto fue que en nuestra adaptación en la ciudad quedó como consejo que pocas
veces cumplimos.
Expresaba
con repiques de gozo, haber participado
en el primer desfile deportivo en México formado perfectamente, calzado
negro, “desfilamos ante el Sr. Presidente Don Manuel Ávila Camacho”. Premio a
su dedicación reconocida como mejor alumno y seleccionado por el Profr. Manuel
Chávez Madrueño.
Finalmente
participo mi pesar y presento mis condolencias por la muerte de Don Amílcar;
sin embargo, fue hombre de fe, cabal, vertical
católico, josefino. Estaba preparado para el encuentro definitivo con el
Creador, por lo que estamos convencidos de su bienaventuranza…. Invito a la familia sanguínea, la legal, la
afectiva, la cristiana, a que en lugar de resignación, nos llenemos de gozo por
haber compartido vida con el excelente ser humano: Amílcar.
Presentemos
al Señor como oblación el desprendimiento del familiar, del amigo, orando
porque participe de la plenitud de la paz del Señor.
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