¿Cómo pensar y sentir a Guillermo Jiménez sin haberlo
tratado personalmente?
Me pregunté cuando empezaba a escuchar de su obra literaria
y de su carrera como Diplomático mexicano. Imaginar–por ejemplo– las calles
empedradas, las viejas casonas, los edificios históricos de su añorada
Zapotlán, la vestimenta y costumbres porfirianas de su gente. Aquella sociedad
afrancesada que prosperó a la sombra y mando del longevo dictador; una sociedad
llena de contrastes de la cual el joven Guillermo– agudo observador– tomó nota para luego escribir magistralmente sus obras
cumbres: Zapotlán y Constanza.
Guillermo Jiménez abrevó en las costumbres de provincia.
Joven inquieto, como todo mozo de su edad, vivió aventuras indelebles en su
tierra natal, participó en labores del campo y se cubrió con el sagrado manto
de la virgen. Con el poema dedicado a Hidalgo en 1913, ganador del Concurso de poseía convocado por
el Periódico El Observador, con
motivo del 103 aniversario del inicio de la Independencia de México y con el
ensayo “¿Quien es el autor de la imitación de Cristo?” (1914), Jiménez dio claras
muestra de su vocación de escritor.
No hay destino manifiesto, ni obra de la casualidad o de la
suerte. Guillermo Jiménez se construyó a sí mismo y tuvo la visión, el empeño y
la tenacidad de perseguir sus sueños. No se puede explicar de otra manera la
elocuente trascendencia de su obra literaria
y de su quehacer en la diplomacia mexicana.
Del paso por el seminario
Conciliar de Zapoltán, a la Oficina de Correos y de su colaboración con el
Diario Independiente El Observador, a
Guadalajara; y de la capital del Estado
de Jalisco, a la Cd. De México. Todo parece transcurrir vertiginosamente en la
vida del joven Guillermo Jiménez, quien
se da tiempo para escribir en diversas publicaciones tapatías y redactar su
segundo libro “Almas Inquietas”
Finalmente, en enero de 1921, por acuerdo del Presidente de
la República, General Álvaro Obregón, fue nombrado Canciller de segunda,
comisionado al Consulado de Madrid, en España. Este dato contradice la leyenda
forjada por el imaginario colectivo de que, en una visita que hiciera el
General Carranza, Jefe del Ejército Constitucionalista y Presidente de México,
a Ciudad Guzmán, al ser recibido por el Joven Guillermo Jiménez, éste lo llamó
“Caballero azul de la esperanza”, y que de tal agrado fue para el Jefe
Revolucionario tal epíteto, que le concedió una beca para ir a estudiar a
Europa.
Amigo entrañable de Don Mauro Velasco y su hijo, don
Alfredo Velasco Cisneros, Guillermo
Jiménez fue dando cuenta de sus logros en Europa a través de cartas y libros que
desde el viejo continente les enviaba don y también desde allá, con la nostalgia por el
terruño amado, escribió sus más hermosas obras literarias: Constanza y
Zapotlán. Ningún otro zapotlense ilustre ha logrado ser galardonado y
reconocido en Europa como don Guillermo Jiménez: Socio Honorario de la Academia
de la Juventud de Arte y Letras de París, distinguido con las “Palmas
Académicas” (1947) y la “Orden de Caballero de la Legión de Honor de Francia
(1951), como hombre de letras. Socio
honorario del PEN- CLUB, de escritores austriacos (1957), condecorado con la
“Gran Cruz”, por el Gobierno de Austria (1959).
Constanza es una bella pieza narrativa escrita en
memoria de su madre, fallecida entre
1919 y 1920 y publicada por la Editorial Caro Raggio de Madrid, en 1921. Son 23
capítulos de hermosas joyas literarias que hablan de la añoranza con la
que su corazón, le canta al gran amor de
su vida: Constanza.
“Llorando esta mamá; sus tristes ojos parecen un preciso
manantial, sus lágrimas mansamente caen sobre su negra falda de jerga, como las
cuentas cristalinas de un rosario que se desengarzara.
Mamá llora casi todas las noches; envuelto en las sábanas,
con la cabeza perdida entre las almohadas, escucho sus débiles gemidos y sus
rezos temblorosos.
Nunca me contó su pena; cuando yo la descubrí la pobrecilla
ya tenía los cabellos blancos”
De su libro” Zapotlán” (1940), se cuenta que fue incinerado
de una manera ominosa a las afueras de la Parroquia, por censura de la Iglesia
Católica. ¿Habrá sido acaso, por lo que escribe Jiménez en el capitulo cinco y
que trata del idilio del Padre Cabeza de Vaca con una hermosa feligresa de San
Gabriel? “Nació el idilio y reventó el escándalo. Para esconder aquella unión
sacrílega, se refugiaron en Zapotlán”, escribe el autor.
Un día, hace ya algunos años, me encontré en una modesta
librería del centro de Guadalajara este hermoso libro. Me llamó la atención el
Título: “Zapotlán” y su humilde
presentación en edición de bolsillo, de la editorial hexágono (1988); el
glifo del zapote al centro de la portada. Abrí su primera página y vi el
precio: 15 pesos. Presuroso lo compré y me dispuse a su lectura. Me gustó tanto
que cuando regresé a Guadalajara lo busqué en la misma librería y solo quedaban
tres ejemplares. En las otras librerías no tenían en existencia este pequeño
gran libro de Guillermo Jiménez. Regalé los títulos a algunos amigos que
también querían saber de este autor y sus obras. Otros libros de Jiménez me han
llegado por cortesía de amigos como Isidoro Jiménez Camberos, catedrático y
escritor, que sabiendo la admiración que he sentido por este hijo esclarecido de Zapotlán el
Grande, se ha compadecido de mi afición y me ha traído: “La canción de la
lluvia” y “ La de los ojos oblicuos”.
Otros títulos los he buscado con ansiedad en el Archivo Histórico de Ciudad
Guzmán.
Cuenta don Guillermo Jiménez, en la página 16 de su novela
Zapotlán: “ Nací un nueve de marzo frente a la Capilla de Todos Santos; en la
esquina había un tendejón que se llamaba “ El Mundo al revés”. El rótulo tenía
las letras cabeza abajo. Recordé la influencia del número 9 en mi vida: el año
de mi nacimiento tiene 9, mi pueblo era la cabecera del 9° Cantón de Jalisco ,
el nombre de mi madre tiene 9 letras, lo mismo que la mujer que más he querido
en la vida …Margarita. ( Margarita Martínez Aráuna Portilla, esposa de
Guillermo Jiménez) El 9 es número esotérico desde la antigüedad, según los
textos hebreos, Dios ha bajado 9 veces a
este valle de lágrimas. El día 9 entre los antiguos era consagrado a los muertos, Jesús murió a
la hora nona. Los números son 9. El hombre espera 9 meses para llegar al mundo.
A los nacidos en día 9 les corresponde el misterio que encierra el versículo 18,
capítulo 13, del Apocalipsis1.
Lo cierto es que esta novela, Zapotlán, es el fiel reflejo de la época histórica del pueblo
que lo vio nacer y escribe y describe con genialidad, sensualidad y
sencillez la vida, las costumbres, los barrios, las tiendas, los personajes
típicos del pueblo (Pirindango), las capillas, las usanzas de los indios, la
laguna, las montañas, las flores, las
campanas… y la denuncia. Es un libro completo que hay desentrañar para entender
“La Feria”, de Juan José Arreola. Dos
obras literarias que basan su argumento en el desarrollo de la vida cotidiana
de las gentes de Zapotlán. Dos obras complementarias, que no excluyentes, a través de las cuales podemos entender el
devenir histórico, social, económico y cultural del Zapotlán de hoy.
Debo reconocer que se ha hecho una gran esfuerzo por
difundir su obra y que, quienes compartimos este homenaje Guillermo Jiménez, el
día de hoy, hemos participado de alguna
manera de ese esfuerzo por llevar la palabra y la visión de este hombre de
letras y de la diplomacia, a otros estratos de la población, pero también
reconozco que hace falta hacer más, llegar más abajo y más lejos y calar más hondo. Y para eso no hay mas formula que seguir
conjuntando esfuerzos para que las obras completas de Jiménez se vuelvan a reeditar,
a difundir, a leer, a descubrir, a
compartir, a disfrutar… y a imitar.
El coloquio que ha organizado la Jefatura de Cultura del
Gobierno Municipal de Zapoltán el
Grande, en torno a la vida y obras de Guillermo Jiménez, es digno de reconocimiento por parte del
Ayuntamiento del cual formo parte. Enhorabuena y que siga trascendiendo la
estatura gigante de este zapotlense universal
y que con él digamos a coro : “ Ganas, ¡oh Zapotlán!, de tejerte un
“enroso” con clavellinas, con estrellitas de San Juan, con xacalosúchiles, con
floripondios y con flores de maíz, para colgarlo en lo más alto de la Catedral
y luego bailar con la embriaguez y la idolatría de un “ sonajero” , y bailar
sin descanso al son de los tambores y de las chrimías nativas; y luego gritar y
que mi grito repercutiera en la cumbre de nieve y que rizara las aguas azules
de la laguna, que despertara a las
garzas dormidas entre los tulares y volaran despavoridas y ciegas de luz.
¡Zapotlán!...Tlan, tlan , tlan , cuatro, cinco …¡Las cinco de la mañana!
*Discurso por su natalicio Número 123, 9 de marzo del 2014.
Plazoleta del Testerazo, Cd. Guzmán, Mpio. de Zapotlán el Grande, Jalisco.
113:18
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia,
pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
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