lunes, 24 de marzo de 2014

La panorámica de Guillermo Jiménez

Rafael Nolasco Ramírez

En el coloquio que se ha celebrado en días pasados sobre el escritor y diplomático zapotlense Guillermo Jiménez, se han llevado a cabo varios eventos entorno a la figura de este escritor. El pasado jueves 12 de marzo, se presentó en Casa de la Cultura de esta ciudad, un pequeño libro sobre la vida y obra de Jiménez escrito por Héctor Alfonso Rodríguez. Este libro es de alguna manera, hijo de una investigación hecha por Héctor en 1994-1995 que fue publicada en el 2010.


Las preguntas que  muchos de nosotros nos podemos estar cuestionando en torno a esta publicación es ¿para qué un libro más de Héctor sobre Guillermo Jiménez?, ¿qué sentido tiene hablar de un zapotlense olvidado?, ¿es sólo por el mero hecho de sacarlo de la oscuridad o para reafirmar esa famosa frase de Zapotlán cuna de grandes artistas? Además ¿quién fue Guillermo Jiménez?, si hasta en google aparecen tres o cuatro páginas web relacionadas con él.

 Uno teclea Guillermo y lo primero que aparece es Guillermo del Toro o Guillermo Ochoa, agregamos  Jiménez y aparecen otros pero ninguno relacionado con nuestro personaje. Hay que ponerle Zapotlán para depurar nuestra búsqueda y aparecen unas cuantas páginas relacionadas con él pero, no hay mucha información. Para qué entonces, en la época cibernética, escribir otro libro sobre Guillermo Jiménez si no figura en la web.

Pues bien yo voy a apuntar una justificación sobre esta publicación y sobre la invitación que de alguna manera hace el sacar a la luz una investigación, o el extracto de una investigación de este tipo, a todos los interesados en conocer el sentido cultural de un pueblo.
Todos, esto es en general, todos pensamos, actuamos, vivimos, creamos e imaginamos desde el mundo, desde donde estamos instalados a realizar nuestra vida, desde nuestra cultura. La vida de cada uno por tanto se refleja en nuestras acciones de alguna u otra manera. A medida que uno va viviendo, vamos definiendo el rumbo de nuestra vida pero la vida misma nos va definiendo a nosotros. La vida que vamos viviendo, entonces no sólo es configuradora de nuestra personalidad, sino que en este configurar-nos, va expresando su sentido en nuestra propia corporalidad. Por eso cuando alguien ha vivido una vida difícil se expresa en su corporalidad.

La vida personal por tanto es expresión, se va expresando en cada acto. En este sentido a vida es palabra en sí misma, es expresión y expresa la vivencia. Ojo, vida y vivencia no son lo mismo, todos tenemos vida pero no todos tenemos las mismas vivencias, es decir, no tenemos el mismo sentido de vida. Cada uno de nosotros expresamos nuestra vida en nuestros actos, pero un escritor la expresa también en un papel. El que se acerca a la obra de Jiménez se encuentra con la expresión de la vida de un hombre que ama entrañablemente a Zapotlán, su pueblo. Entonces qué vida expresa Jiménez, la vida de un pueblo. Por ello de alguna manera es necesario investigar sobre él, puesto que plasmó la expresión cultural de una época.

El lenguaje es el vestido transparente de la vida, del pensamiento, es el vestido por el que se transluce la vivencia. La vida es expresión y las palabras expresan la vida,  expresan una historia.  El lenguaje está instalado en la historia, en el mundo, con un sentido particular, con un sentido propio de la época. Las cosas no tienen un significado en sí mismas, pues significan algo distinto según el proyecto y según el momento histórico por  el que fueron hechas.  El sentido de las cosas no sólo está fundado en la realidad de las cosas, sino también en la relación que tienen con la propia vida del hombre. La obra de arte, en esta línea, no sólo es mera representación,  imitación o incluso desrealización  de la realidad, sino que es la presentación de un sentido, de un proyecto referido a la vida. Si una cosa “no tiene sentido”, es que no está referida a la vida.  Martin Heidegger, filósofo alemán dice que el “sentido es el horizonte del proyecto estructurado por el haber-previo, la manera previa de ver y la manera de entender previa, horizonte desde el cual algo se hace comprensible en cuanto algo”[1]. El sentido no tiene un modo independiente del modo como nos relacionamos o nos comportamos. El sentido es el horizonte desde el que comprendemos la vida vivida. Por esto, y en referencia a lo que nos toca aquí, el sentido de una obra de arte implica siempre interpretar la realidad, la vida, aunque en su interpretación, lo repito, desproporcionen y desrealicen la realidad. Por ello es interpretación.

Los textos de Jiménez, su expresión lingüística, son el receptáculo de la experiencia de un pueblo, el sedimento de su pensar. Son las expresiones y el modo de vida del pueblo de Zapotlán  en la primera mitad del siglo XX. Las obras de Guillermo tienen palabras marcadas por las huellas del espíritu colectivo de los zapotlenses. Por eso, la obra de Jiménez, como la de cualquier otro, es la actualización de una historia, es hacer presente a los lectores un pasado. Por ello, el desarrollo de la comprensión de un texto, no sólo revela el pasado en tanto que pasó, sino el pasado como algo que tiene sentido para el hombre de hoy. Las tradiciones viven en el fondo del presente sustentándolo, constituyéndolo, fundándolo.

La tradición es una transmisión, en sentido estricto es entrega de un modo, no sólo de ver la realidad, sino también de estar en ella. Por ello lo transmitido interpela nuestro presente y abre las interrogantes sobre los modos como construimos y desarrollamos la vida. El pasado y el presente en esa interpelación que surge, se funden y en este proceso de fusión nacen nuevos horizontes, nuevas perspectivas, nuevas interrogantes, nuevas interpretaciones… La interpretación es apertura dia-logante, si el intérprete no dialoga abiertamente con el pasado y se deja interpelar por él, sino dialoga con el contexto histórico y sus variables, y con su presente, caerá irremediablemente en una interpretación mono-logante, es decir, una interpretación dónde su visión prejuiciosa se impondrá sobre lo que intenta interpretar. El diálogo es vinculante, es la apertura al otro, a lo que el otro me pueda decir e interpelar en mi propia vivencia. Por ello la interpretación es un esfuerzo por salir de sí mismo hacia el otro, esperando comprender y comunicar más.

¿Qué se genera con un coloquio en honor a Guillermo y con la publicación de esta investigación de Héctor  sobre Jiménez? Precisamente la apertura al dialogo con él, con su época, su circunstancia, con su formación y sus influencias primeras, con el inicio de un camino literario. Recibir un modo de estar y de ver la realidad de Zapotlán y la de él para trazar líneas de comprensión con un pasado común y nuestro presente. Se genera también la visión del proceso germinal de un estilo literario que ha tenido influencias en muchos personajes de Zapotlán. Con la publicación de este libro y con este evento se extiende la invitación a seguir la investigación, para entablar una relación con nuestro pasado y nuestro presente, para interrogarnos sobre nuestros modos de estar en la realidad. Por ello, creo que tiene importancia un evento de este tipo, porque marca los primeros pasos de una marcha inquirente con nuestra realidad.

[1] Martin Heidegger, Ser y tiempo, Editorial Trotta, Madrid, 2006, p. 175p

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