miércoles, 18 de junio de 2014

El futbol y desigualdad social

Víctor Hugo Prado


En el mundial de futbol de Brasil coexisten dos realidades por lo menos que exhiben un país con severos problemas de desigualdad social. El Brasil verde amarelo de las zonas turísticas como Río de Janeiro, Sao Paulo o Salvador Bahía. El del futbol que se practica en los estadios nuevos o remozados que custodian miles de policías antimotines; el de las figuras futbolísticas que juegan en Europa en escuadras de costosas nóminas como el Real Madrid, el Barcelona o el Manchester, este último considerado como uno de los equipos más valiosos del mundo, según Forbes. Valuado en $2,235 millones de dólares y tiene ingresos por $532 millones y utilidades operacionales por $178 millones. Hay pues un Brasil pudiente, es el que recibe a 50 mil mexicanos que tienen para asistir al mundial, capaces de pagar por concepto de transporte, hospedaje, alimentación, bebida e ingresos a los estadios la cantidad de 80 mil pesos en promedio, costo equivalente al ahorro absoluto de un año completo de un asalariado, estos es, sin tener que gastar en alimentos, renta de casa, uso de transporte, luz, gas o ropa los 365 días del año. El Brasil que adora a las figuras mundiales, como Messi valorado en 140 millones de euros, que cuenta con ingresos personales de 33 millones de euros que equivalen más a menos a 174 millones de pesos al año.


El otro Brasil es el que ensancha en la base el número de pobres, más de 35 millones que equivale a casi en 30% de su población que viven en favelas, hacinados, con escasas oportunidades de movilidad social, de estudios, de empleo y de servicios de salud. Entre los pobres de Brasil, por desgracias, los más penalizados siguen siendo los jóvenes sin estudio ni preparación profesional entre los que el desempleo llega a un 18% en algunas regiones. Brasil está a unos años de tener en los años siguientes 33 millones de jóvenes entre 14 y 24 años. Ellos son el futuro de la economía del país, pero son hoy los menos preparados profesionalmente.

El futbol no tiene la culpa de que se haya monetarizado su práctica, es un deporte que como ningún otro fenómeno social despierta la pasión humana, lo grave, es que utilizando el futbol se ha convertido en el gran negocio de los empresarios que giran alrededor del deporte.

Lo que hemos visto en Brasil como un movimiento de resistencia y protesta social ante lo que ellos consideran un despilfarro, es lo que seguiremos viendo con recurrencia en todos los eventos de tipo faraónico del mundo, los 11 mil 500 millones de dólares gastados para organizar el mundial proveniente de las aportaciones de los contribuyentes lastiman a millones de brasileños que no ven en el mundial una oportunidad para ver mejorados en el corto y mediano plazo su situación presente y futura. Concluyo lanzado dos utopías, ojalá algún día pueda haber un gran pacto internacional entre empresas y naciones para que el futbol que es de todos pueda ayudar a resolver las grandes desigualdades sociales que viven muchos países incluido el nuestro. La segunda, que gane hoy México. 


En el mundial de futbol de Brasil coexisten dos realidades por lo menos que exhiben un país con severos problemas de desigualdad social. El Brasil verde amarelo de las zonas turísticas como Río de Janeiro, Sao Paulo o Salvador Bahía. El del futbol que se practica en los estadios nuevos o remozados que custodian miles de policías antimotines; el de las figuras futbolísticas que juegan en Europa en escuadras de costosas nóminas como el Real Madrid, el Barcelona o el Manchester, este último considerado como uno de los equipos más valiosos del mundo, según Forbes. Valuado en $2,235 millones de dólares y tiene ingresos por $532 millones y utilidades operacionales por $178 millones. Hay pues un Brasil pudiente, es el que recibe a 50 mil mexicanos que tienen para asistir al mundial, capaces de pagar por concepto de transporte, hospedaje, alimentación, bebida e ingresos a los estadios la cantidad de 80 mil pesos en promedio, costo equivalente al ahorro absoluto de un año completo de un asalariado, estos es, sin tener que gastar en alimentos, renta de casa, uso de transporte, luz, gas o ropa los 365 días del año. El Brasil que adora a las figuras mundiales, como Messi valorado en 140 millones de euros, que cuenta con ingresos personales de 33 millones de euros que equivalen más a menos a 174 millones de pesos al año.

El otro Brasil es el que ensancha en la base el número de pobres, más de 35 millones que equivale a casi en 30% de su población que viven en favelas, hacinados, con escasas oportunidades de movilidad social, de estudios, de empleo y de servicios de salud. Entre los pobres de Brasil, por desgracias, los más penalizados siguen siendo los jóvenes sin estudio ni preparación profesional entre los que el desempleo llega a un 18% en algunas regiones. Brasil está a unos años de tener en los años siguientes 33 millones de jóvenes entre 14 y 24 años. Ellos son el futuro de la economía del país, pero son hoy los menos preparados profesionalmente.

El futbol no tiene la culpa de que se haya monetarizado su práctica, es un deporte que como ningún otro fenómeno social despierta la pasión humana, lo grave, es que utilizando el futbol se ha convertido en el gran negocio de los empresarios que giran alrededor del deporte.

Lo que hemos visto en Brasil como un movimiento de resistencia y protesta social ante lo que ellos consideran un despilfarro, es lo que seguiremos viendo con recurrencia en todos los eventos de tipo faraónico del mundo, los 11 mil 500 millones de dólares gastados para organizar el mundial proveniente de las aportaciones de los contribuyentes lastiman a millones de brasileños que no ven en el mundial una oportunidad para ver mejorados en el corto y mediano plazo su situación presente y futura. Concluyo lanzado dos utopías, ojalá algún día pueda haber un gran pacto internacional entre empresas y naciones para que el futbol que es de todos pueda ayudar a resolver las grandes desigualdades sociales que viven muchos países incluido el nuestro. La segunda, que gane hoy México. 

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