El título Placeres solitarios es
el señuelo que la autora Mar Pérez utiliza en su opera prima con
el perverso propósito de engancharnos a su narrativa, en donde se encuentra
escondido el anzuelo. Habiendo “picado” cual inocente pez en el agua, nos
obliga a adentramos a su ritmo prosístico soltándonos de a poco la línea y a
veces castigándonos con la velocidad de su carrete. Uno, como desprevenido
lector (que pasa frente a la vitrina de la editorial Amate) fácilmente se
engancha al título debido a las imágenes que evocan estas dos palabras.
Pero ¿a qué imágenes me refiero? Bueno, comencemos por la primer palabra, “placeres”.
Según las
múltiples definiciones que existen acerca del placer, encontramos que: es un
sentimiento positivo y agradable que resulta de satisfacer una necesidad. Se
dice que una actividad es placentera cuando disfrutamos de ella. Es una
sensación a la que muchas personas no podrían negarse. Generalmente, las
actividades placenteras son una delicia para el alma, no suponen ninguna
dificultad como lo son: el dormir, comer, jugar, hacer el amor, tomar una
confortante taza de café o una buena copa de vino, leer un buen libro... El
placer es la parte del disfrute que se asocia al amor, y que desencadena una
serie de reacciones químicas y neuronales en las cuales están implicadas la
serotonina, la dopamina, la oxitocina y las endorfinas, entre algunas otras
sustancias. ¿Ven? la hipótesis comienza a cuadrar. Recibimos el impacto de la
palabra placer y ya de entrada uno se apunta: yo quiero.
Continuemos
con la segunda palabra, “solitarios”. Las actividades solitarias son un reflejo
de la egolatría del hombre. Los animales que cazan en manadas o jaurías, suelen
acorralar a su presa y habiendo asestado el mordisco letal, despedazan un
miembro de la víctima y huyen a un lugar solitario para no compartir su
deleite, para hacer de su alimento algo únicamente suyo. La intimidad es
el lugar común de la soledad. Un lugar donde se satisfacen los más retorcidos y
comunes gustos “privados” (aquí otro sinónimo) de las personas.
Alguno de
ustedes me podrá decir: para mí, “solitario” evoca una gran tristeza,
el desamparo. ¡De acuerdo! (muy bien refutada la tesis “que les vengo
manejando” con su hipotética antítesis). Bien. Pero ahí va la objeción. Si
analizamos las dos palabras en su conjunto (Placeres/Solitarios), la primera
imagen que evoca es la del erotismo privado, un placer que reservamos a
la intimidad (si no les provoca esa reminiscencia, creo que Freud me causó
severas perturbaciones). La masturbación pudiera ser el icono de los placeres
solitarios. ¿Y quién se masturba? Nadie. Ni pensarlo. Sin embargo, la mayoría
de personas sabemos lo placentero que es el autoerotismo. ¿Por qué? Quizá lo
escuchamos de otra persona o lo leímos en internet. Da igual. Cualquiera que
sea el recuerdo o asociación que tengan al leer el título Placeres
Solitarios (oler las páginas de un libro nuevo, ver un atardecer,
degustar cualquier comida)… todo eso, sí, todo aquello remite al erotismo, es
decir, a una actividad de disfrute. Palabra de Freud.
Entonces, ya
desde el comienzo de este libro de cuentos, se nos augura a los probables lectores
un placer igual o mayor al de las caricias autoimpuestas, al del disfrute de
aquella esencia, al de la melodía que... en resumidas cuentas, al encuentro de
un nuevo placer privado. Y no sólo uno. Sino que varios. Recordemos que el
título está en plural (es, os). Hasta aquí vamos bien. Aunque algunos pudieran
debatir: No es verdad, puede que a mí no me guste el libro. ¡De
acuerdo! También existen lectores frígidos.
Como
certificado de garantía de satisfacción (si no le gusta, le devolvemos su
dinero), el jurado del 1er. Concurso de Cuentos Refugio Barragán de Toscano
2013 le otorgó la distinción de merecer el primer lugar y como premio, el H.
Ayuntamiento de Cd. Guzmán otrora Zapotlán el Grande, o viceversa, imprimió la
primera edición de este libro de la escritora Mar Pérez el cual reúne seis
cuentos de una gran calidad.
Como
tentempié o abreboca, bastaría mencionar que el primer cuento con el que abre
el libro se titula Oh Diosita en el cual se describen los
inescrutables designios de Dios, en este caso una Diosa (más cruel [por el sólo
hecho de ser mujer] que el Iahvé del Antiguo testamento que tanto se ensañó con
Job sólo por ganarle una apuesta a Satanás). Una deidad femenina que decidió
poner a prueba a una humilde servidora quemándole todos los electrodomésticos.
¿Qué mayor prueba de amor existe que seguir amando a Dios después de haberte
quemado tu nueva pantalla plana?
En fin, sólo
me resta comentar que los cuentos de Mar Pérez no son un desperdicio, sino todo
lo contrario, una gran aportación a las Letras de una nueva generación de
escritoras del Sur de Jalisco que está en ciernes. Fue un verdadero placer, un
placer solitario, haberme encontrado este libro de mi gran amiga Mar Pérez.
¡Enhorabuena! Y una disculpa a los pocos o muchos lectores de esta humilde
reseña por tanta mención de anzuelos, señuelos y esas cosas oceánicas.
Pero el nombre de la autora evoca mucho.
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