viernes, 25 de julio de 2014

Sueño de Augusto Roa Bastos, cuentista y enfermero

Gloria Pelayo Franco



La tarde del diecisiete de octubre de 1947, mientras dormía en un sofá de la compañía de seguros de Buenos Aires, en la que trabajaba como vendedor, Augusto Roa Bastos cuentista y enfermero, tuvo un sueño. Soñó que estaba en turno como enfermero de guerra en un campamento de la cuenca amazónica de Bolivia esperando a que los soldados llevaran más heridos para curar.



Mientras esperaban el médico y él observaban como una serpiente acechaba una lechuza que dormía en el hueco de un árbol, el calor de la selva sofocaba el campamento y hacía estragos sobre su cuerpo, no hacía más que pensar en los heridos que estaban por llegar, se imaginaba cuerpos mutilados a los que tenía que limpiar y desaparecía el hambre que padecía desde hace un día ya que el camión que llevaba los alimentos al lugar se había quedado varado en el fango de la selva.

Después de una hora de espera Augusto veía borrosamente un soldado que cargaba por el lomo a un herido, pero cuanto más se acercaba observaba que no era un herido sino un hombre dormido, el soldado se dirigió a Augusto y le dijo -¡Enfermero! ¿Qué tanto ves? limpia a este herido que la sangre no le deja de escurrir. Augusto no veía la sangre sólo veía un hombre dormido o quizá muerto, el soldado acostó al hombre en la camilla y le dio alcohol y gasas al enfermero diciéndole –que no ves que se está desangrando, ¡apúrate a limpiarlo!, el soldado tomo su misil y se perdió entre la selva. Augusto miraba con detenimiento al hombre y no encontraba una gota de sangre sólo veía un hombre dormido así que intentó despertarlo, al moverlo vio salir de su oreja izquierda una hilera de hormigas guaikurú que rodearon su cabeza y entraron en su oreja derecha, repitiendo esta acción sin detenerse, Augusto pensó en ayudarlo, así que tomó una sábana para sacudir el rostro del hombre pero cuando quitaba las hormigas, una nueva hilera aparecía por la otra oreja, de pronto salió el médico de su casa de campaña con unos frascos de formol y le dijo a Augusto -¿Por qué no has limpiado a ese hombre, acaso quieres que yo lo haga por ti?, la sangre está
manchando las sábanas y ya no tenemos más limpias. Augusto volteo a ver al hombre y observó como las hormigas comenzaban a morder su rostro, haciendo correr la sangre y manchando las sábanas que lo cubrían. Augusto tomó las gasas y comenzó a limpiar pero las hormigas comenzaron a trepar sobre su mano hasta llegar a sus oídos. Cuando de repente Augusto despertó, se llevó a los oídos su mano y cogió una pequeña e inofensiva hormiga.

(La referencia del sueño la pueden encontrar en el cuento "El prisionero" que proviene del tomo "El trueno entre las hojas")
Gloria


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