Gloria Pelayo Franco
La tarde del diecisiete de octubre de 1947, mientras
dormía en un sofá de la compañía de seguros de Buenos Aires, en la que
trabajaba como vendedor, Augusto Roa Bastos cuentista y enfermero, tuvo un
sueño. Soñó que estaba en turno como enfermero de guerra en un campamento de la
cuenca amazónica de Bolivia esperando a que los soldados llevaran más heridos
para curar.
Mientras esperaban el médico y él observaban como una
serpiente acechaba una lechuza que dormía en el hueco de un árbol, el calor de
la selva sofocaba el campamento y hacía estragos sobre su cuerpo, no hacía más
que pensar en los heridos que estaban por llegar, se imaginaba cuerpos
mutilados a los que tenía que limpiar y desaparecía el hambre que padecía desde
hace un día ya que el camión que llevaba los alimentos al lugar se había
quedado varado en el fango de la selva.
Después de una hora de espera Augusto veía borrosamente
un soldado que cargaba por el lomo a un herido, pero cuanto más se acercaba
observaba que no era un herido sino un hombre dormido, el soldado se dirigió a
Augusto y le dijo -¡Enfermero! ¿Qué tanto ves? limpia a este herido que la
sangre no le deja de escurrir. Augusto no veía la sangre sólo veía un hombre
dormido o quizá muerto, el soldado acostó al hombre en la camilla y le dio
alcohol y gasas al enfermero diciéndole –que no ves que se está desangrando,
¡apúrate a limpiarlo!, el soldado tomo su misil y se perdió entre la selva.
Augusto miraba con detenimiento al hombre y no encontraba una gota de sangre
sólo veía un hombre dormido así que intentó despertarlo, al moverlo vio salir de
su oreja izquierda una hilera de hormigas guaikurú que rodearon su cabeza y
entraron en su oreja derecha, repitiendo esta acción sin detenerse, Augusto
pensó en ayudarlo, así que tomó una sábana para sacudir el rostro del hombre
pero cuando quitaba las hormigas, una nueva hilera aparecía por la otra oreja,
de pronto salió el médico de su casa de campaña con unos frascos de formol y le
dijo a Augusto -¿Por qué no has limpiado a ese hombre, acaso quieres que yo lo
haga por ti?, la sangre está
manchando las sábanas y ya no tenemos más limpias.
Augusto volteo a ver al hombre y observó como las hormigas comenzaban a morder
su rostro, haciendo correr la sangre y manchando las sábanas que lo cubrían.
Augusto tomó las gasas y comenzó a limpiar pero las hormigas comenzaron a
trepar sobre su mano hasta llegar a sus oídos. Cuando de repente Augusto
despertó, se llevó a los oídos su mano y cogió una pequeña e inofensiva
hormiga.
(La referencia del sueño la pueden encontrar en el cuento
"El prisionero" que proviene del tomo "El trueno entre las
hojas")
Gloria
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