Alfredo
Hermosillo
El
doctor Vicente Preciado Zacarías posee dos almas: La que le pertenece por designio
divino y la que ha adquirido por las lecturas que ha realizado. Aunque en uno
de los artículos que publicaba semanalmente en prensa se confesó culpable,
como Borges, de no haber leído enteros más de unos cuarenta libros de su
biblioteca, lo cierto es que estas lecturas le han otorgado un criterio sólido
y ecuménico, abierto en abanico a propósito de obras y autores de la
literatura universal. Los textos recogidos en sus artículos semanales y sus libros
Brevensayos, Los trabajos y los días de un librero y Estos setenta y siete son un homenaje a
la cultura del libro y la pasión por la lectura y sus hallazgos
bibliográficos. Son, por supuesto, un documento invaluable para todo lector,
pues despiertan el interés por obras y autores poco frecuentados por el
público. Nos permiten, además, acrecentar nuestros conocimientos sobre
literatura, cine, música, historia.
Admiro
la escritura del Dr. Vicente Preciado porque posee una visión poética de las
cosas y conserva la imagen de la sacralidad del mundo. Porque cada uno de sus
textos es ejemplo de buena gramática, limpia redacción y reflexiones serenas.
Porque la elegancia, el dominio y la agudeza de su lenguaje son realmente
envidiables. Y por su brillante humor, con chispazos de genialidad. Así pues,
su espíritu contemplativo va creando paso a paso imágenes, colores, sabores,
texturas, aromas y situaciones que son una verdadera delicia para el agradecido
lector.
Sus
escritos pueden leerse como una antología de la consolación por la
literatura, su goce y su deleite; también como crónicas de la vida cotidiana,
con sus penas y alegrías, de un hombre excepcional. De un hombre que, por la
cortesía y dedicación de su trato es un ejemplo en estos días de premura y
violencia. De un hombre para quien todavía es importante hacer las cosas de la
mejor manera posible.
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