viernes, 22 de mayo de 2015

Babel

Cuento ganador de la segunda mención honorífica en el Segundo Certamen de Cuento del CUSur


Luis Alberto de Loera Soto


Majestuosa se elevaba la torre sobre la tierra de Sinar. Tan alta era la cumbre que desafiaba los cielos. Los hombres trabajaban sin pausas, erigiendo la torre más y más alto. En la cúspide se alzaba la Esagila, templo en honor Marduk y a su serpiente furiosa. Osados eran los motivos de los hombres: retar a Dios en las alturas, rebelarse a su mandato.



Mas la voz de la herejía era una sola: Nemrod, poderoso entre los hombres, atizaba el ideal subversivo: ¡Elevemos esta torre!, bramaba. ¡Hasta ver a Dios a los ojos! Que esta torre sea el signo de nuestra voluntad. ¡Más y más arriba! Hagámosle saber que su gracia no es bien recibida y que no tememos a su enojo.

Sus palabras alentaban el brío de los obreros: ¡Que venga otro diluvio! Sus aguas son débiles frente a nuestra torre. Vitoreaban los hombres a Nemrod. Conocida por Dios es nuestra grandeza. ¡Nos teme y quiere destruirnos! Se sabe vulnerable, ¡y hace bien! ¡Cobarde aquel que se someta a su palabra! Ascendía la torre con rapidez. Desde el suelo era imposible ver la cumbre.

Entonces, de los cielos emanaron tinieblas y se agitaron los vientos. Los hombres alzaron la mirada con temor. Estalló un fulgor incandescente, acompañado de un rugido que estremeció la tierra. Cayose la voluntad del hombre; el orgullo y la soberbia que, a su imagen y semejanza, le fueron otorgados por el Creador; cayose la Torre de Babel. Entre los hombres se propagó la confusión. Incapaces fueron de entender el habla del otro. Se vieron obligados a esparcirse sobre la faz de la Tierra.

Y entre las ruinas de la Esagila, Nemrod se levantó con aire abatido. Alzó la mirada al cielo y dijo: ¡Heme aquí, de pie sobre las ruinas de mi pueblo! He cumplido tu mandato, tal como lo has declarado. Ordené a los hombres construir una torre que te desafiara, y así lo hicieron. ¡Los he traicionado, los he corrompido! Todo por orden tuya. Ahora pregunto, ¿estás complacido? ¿Soy acaso digno de tu gracia y favor? ¡Dame, Señor, tu respuesta!


En las alturas, Dios reía. Haz hecho bien, Nemrod, dijo una voz poderosa. Gracias a ti, me he despertado del hastío de ser dios. No debes temer; tu obediencia será recompensada. Y después de esta mentira, el silencio reinó sobre la Tierra.

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