martes, 5 de mayo de 2015

El viaje al origen de Lucrecia Zappi

Ricardo Sigala


La escritora Lucrecia Zappi estudió Artes en Ámsterdam y Literatura en Nueva york, es artista plástica (la edición brasileña de su novela, Onça Preta, está ilustrada por ella misma), ha sido además periodista y traductora. Zappi es una figura itinerante, ha residido en media docena de ciudades de América y Europa, lo que ha contribuido en ella a tener una amplia visión del quehacer artístico. Jaguar negro es su primera novela y ha sido publicada en México por la Editorial Pollo Blanco.



La génesis de esta novela se remonta a los años finales de la década pasada, por los años 2007 a 2009. Sabemos por declaraciones de la autora a la prensa de su país que fue escrita inicialmente en inglés, y que es producto de sus estudios de un posgrado en escritura creativa realizados en la Universidad de Nueva York, Jaguar negro fue escrita originalmente en inglés y estuvo bajo la tutoría de E. L. Doctorow, el autor de la reconocidísima novela Ragtime.

Algo en la necesidad estética y de comunicación llevó a Zappi a tomar la decisión de reescribir su novela en la lengua portuguesa, había comprendido que la versión original era en realidad el esquema, la estructura de una novela en portugués, que, como ella ha declarado, no se trató de una traducción sino de una búsqueda de recrear el ritmo en su propio idioma. La novela fue publicada en 2013 por la editorial Benvirá bajo el título de Onça preta.

            Para su versión castellana, Lucrecia Zappi continuó la experiencia de rescribir su obra. Si bien antes la había hecho con su lengua materna, ahora la reescribía en su lengua “paterna”. Ella nació en Buenos Aires, de madre brasileña y padre argentino, y el idioma español ha formado parte importante de su vida. Vivió en la capital argentina hasta los cuatro años, edad en la que se mudó a Brasil, sus padres se lo plantearon como en un “viaje de vacaciones” para evitarle el miedo que corroía a los ciudadanos por la dictadura. A lo anterior habrá que sumar otra experiencia castellana,  a los dieciséis años se estableció en la Ciudad de México, donde recuperará el idioma español. Así Pues Zappi, para la presente edición se dio a la tarea vivenciar su novela con un ritmo y una música verbal propios de la obra original, pero de ninguna manera ajenos al oído y la idiosincrasia de la lengua española. El lector de Jaguar negro tiene el privilegio de leer una novela brasileña escrita, o reescrita como hemos estado diciendo, en español por su propia autora, sin la intromisión de una tercera persona entre novelista y lector. La prosa de Jaguar negro, en este sentido, es particularísima, producto de un oído atento y un gusto por contar desde los sentidos, los personajes no sólo hacen y les suceden acciones sino que en todo momento asimilan, y nosotros con ellos, el mundo de manera sensitiva, hay en la novela fraseos y silencios que comunican más allá de significado inmediato de la palabra.

            El punto de partida de Jaguar negro es el siguiente. Beatriz tiene diecinueve años, es alumna de botánica de la Universidad de São Paulo, huérfana de madre, desconoce prácticamente todo de su padre, salvo su nombre: José Guerra. Ha fraguado durante meses el viaje que la llevará desde São Paulo hasta Chapada Diamantina en el altiplano del estado de Bahía, en un mundo en el que se hunden sus raíces, un espacio tan desconocido como fascinante, tan ajeno como propio y entrañable, tan salvaje como humano.

            La novela de Lucrecia Zappi es un viaje al origen, un rito de iniciación, una novela de aprendizaje, una bildungsroman, donde el periplo es externo e interno, físico y espiritual. Beatriz hace de Telémaco o de Juan Preciado en busca del Ulises o el  Pedro Páramo que podría ser su padre. A medida que se va desarrollando la historia, incluso después del dar con el padre, un padre que en realidad es poca cosa, y de la estadía en una finca de parientes con los que no se siente hermanada, entendemos junto con ella, que el viaje, la búsqueda no ha sido en vano. Pues se ha encontrado a sí misma, todo esto sin ningún tono aleccionador ni mucho menos. Porque Beatriz es ahora ya no un Telémaco, sino un Ulises que ha dado con si Ítaca, su particular Ítaca que no es otra que su propia experiencia vital, el yo complejo que es, el contenido y continente la constituye.

Desde las primeras páginas Jaguar negro nos sumerge en un mundo de signos que invita a pensar en el viaje iniciático: el descenso de una montaña, los terrenos consumidos por el fuego, el puente por cruzar, el ingreso a la caverna y la inminente aparición del jaguar negro no son motivos para que Beatriz pierda la esperanza, por el contrario se constituyen como el punto de partida desde el que el lector se sumergirá en una historia entrañable.

La novela tiene una discreta condición dantesca, una reelaboración por demás interesante y lejana del lugar común. Nos encontramos con el personaje que lleva el nombre de Beatriz, que no es el objeto de la búsqueda, por el contrario es la que realiza el periplo, hay un descenso a un antro, una cueva, y una pareja virgiliana, la pantera en la inminente presencia del jaguar negro, hay estadías asociadas a los traidores, a los lujuriosos, a los violentos.

            El espacio en que se desarrolla es significativo, pues, al menos desde el punto de vista de un lector mexicano, el hecho de que la historia suceda en el Sertón, nos lleva a pensar en Grand Sertao, veredas de João Guimarães Rosa, una de las obras fundamentales de Brasil. Lo cuál también funciona como un viraje hacia las entrañas de la mejor tradición literaria brasileña.

El jaguar negro nunca aparece en el libro. En un momento importante de la narración sentimos su presencia, el peligro inminente de su aparición, podemos oler su cercanía, su aliento amenazante. Es probable que el jaguar negro haya pasado o estado junto a los personajes en el fondo de la oscuridad plena de la caverna a la que han bajado, sin embargo como no lo vemos, no lo vio la narradora, nos hacemos a la idea de que no estaba ahí. Ahora lo pienso y creo que la bestia estaba ahí, la percibimos con todos los sentidos, excepto con la vista.  Y si bien no se vuelve a hablar del felino, simbólicamente permanece en la novela, pues cada nuevo capítulo la protagonista, y el lector con ella, se encuentra con una acechante inminencia. En Jaguar negro sentimos que algo terrible está por suceder, y en ocasiones sucede.

Quizás Zappi, en su condición de extranjería, escribió una novela para acercase a su patria, a sus orígenes, como lo hace Beatriz, pero también a esa otra patria que es la literatura, en este caso la tan rica literatura brasileña.


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