jueves, 18 de junio de 2015

Repatriar a Don Porfirio Díaz

José Luis Vivar


Hay temas que en los círculos políticos, sin importar el color partidista, suelen evitarse, y no porque sean prohibidos sino porque generan polémica y hacen ver mal a quienes se muestran a favor de algo que n debe siquiera mencionarse. Uno de esos temas son los restos del general oaxaqueño don Porfirio Díaz (1830-1915)

Considerado uno de los mejores estrategas militares durante la época histórica conocida La Intervención Francesa o El Imperio (1862-1867), destacó como héroe en diferentes escenarios, entre ellas la Batalla de Puebla, donde las tropas de Napoleón III vieron que no iba a ser fácil derrotar a los mexicanos. Y las que fueron decisivas para el triunfo del Ejército Republicano: la Batalla de Mihuatlán, y la Batalla de la Carbonera.



Ambicioso de poder, fue Presidente de México en nueve ocasiones y en distintos periodos (1876-1911), lo que le permitió gobernar alrededor de 30 años –poco tiempo menos que el dictador cubano Fidel Castro quien permaneció 49 años con 49 días-, y lograr que su periodo al frente de la nación se le conociera como El Porfiriato.

Su control en todos los sectores lo llevaron a mantener el orden y la paz social, fortaleció la inversión extranjera, estableció la red ferroviaria que hasta la fecha, con ligeros cambios, continúa vigente. Dio apertura a las novedades tecnológicas –la luz, el telégrafo, el cine, los automóviles-, de finales del siglo XIX y principios del XX. De forma deliberada favoreció a un reducido sector de la sociedad y perjudicó al resto de la población, que en algunas partes del país vivían como en tiempos feudales con todo y derecho de pernea.

Don Porfirio Díaz como todos los dictadores latinoamericanos se rodeó de lambiscones, de colaboradores convenencieros, pero también de gente inteligente que hacía bien su trabajo pero nunca se atrevió jamás a señalarle sus errores. En el fondo todos temían que les sucediera a todos los que se oponían a su régimen: los afortunados al exilio, y el resto directo al paredón, a  las galeras de San Juan de Ulúa en Veracruz, o a los campos de Valle Nacional, en el estado de Oaxaca, también conocido como el Valle de los Miserables. Rara vez alguien salía vivo de estas embajadas del infierno para contar su experiencia

Solo en el poder, el general se fue haciendo viejo, y sin darse cuenta, su bien lograda estructura dictatorial se volvió arcaica, y terminó debilitándose por completo. Esta situación fue aprovechada por los revolucionarios encabezados por Francisco I Madero que lo obligaron a dimitir, viajar a Veracruz y salir al exilio europeo a bordo del vapor Ypiranga el 31 de mayo de 1911.

Aunque en el viejo continente fue recibido con honores de gran estadista, la nostalgia lo embargaba. Las fotos y películas de aquella época lo muestran cabizbajo y ausente. A don Porfirio le hacía falta su país. Después de tantos viajes, él y su esposa terminaron instalados en París. ¡Vaya paradoja! Luego de luchar contra el ejército francés  terminaba sus días en la nación gala el 2 de julio de 1915.

Carmelita Rubio, después de mandar a embalsamarlo decidió que fuera sepultado en la iglesia Saint Honoré d’Eylau, con la ilusión de que en unos años pudiera llevarlo de regreso a México. Sin embargo, la respuesta de los generales –muchos de ellos formados en el Porfirismo-, fue un No rotundo.

Decepcionada, la viuda trasladó sus restos al cementerio de Montparnasse, esperando que con el tiempo esta actitud negativa desapareciera, pero en la década de los 20, 50 y 60 fue la misma. Incluso en 1995 cuando se organizó una comitiva para repatriar los restos del viejo general, a respuesta del gobierno fue la misma: No. Otra respuesta semejante fue en el 2010, con motivo del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana.

El próximo 2 de julio se cumplirá un siglo del fallecimiento de don Porfirio Díaz, la polémica vuelve a surgir, y la clase política evita tratar el tema. Para los puristas fue un dictador, le hizo mucho daño al país, no puede volver a México. De acuerdo. ¿Y Antonio López de Santa Anna? ¿Y Gustavo Díaz Ordaz? Ambos también dañaron a mucha gente; el segundo en menor tiempo. Y ambos también están sepultados en nuestro país.

La Historia la conforman hombres y mujeres con virtudes y defectos, no personajes, porque a decir del historiador Martín Hurtado, estos últimos cumplen un rol específico y Porfirio Díaz como el ser humano que fue tuvo errores, ¡demasiados!, pero también aciertos.

 Aunque lo más lógico de entender es que los herederos de quienes le vencieron en el pasado continúan en el poder, y jamás aceptarán que regrese. Rechazan su repatriación solo por tradición a un nacionalismo anacrónico y resentido.

Veracruz, pero sobre todo Oaxaca esperan pacientes a que de forma espontánea el gobierno francés encabezado por el presidente Hlollande, le devuelva el favor a México por la repatriación de Florence Cassez, y decida regresar los restos de don Porfirio Díaz.

Si Carmelita Salinas es diputada, y Cuauhtémoc Blanco es presidente municipal de Cuernavaca, Morelos, significa que todo puede ser posible. Incluso que regrese el viejo general. 

Sí, es cierto, los vencedores escriben.




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