José Luis Vivar
Hay temas que en los círculos políticos,
sin importar el color partidista, suelen evitarse, y no porque sean prohibidos
sino porque generan polémica y hacen ver mal a quienes se muestran a favor de
algo que n debe siquiera mencionarse. Uno de esos temas son los restos del
general oaxaqueño don Porfirio Díaz (1830-1915)
Considerado uno de los mejores
estrategas militares durante la época histórica conocida La Intervención
Francesa o El Imperio (1862-1867), destacó como héroe en diferentes escenarios,
entre ellas la Batalla de Puebla, donde las tropas de Napoleón III vieron que no
iba a ser fácil derrotar a los mexicanos. Y las que fueron decisivas para el
triunfo del Ejército Republicano: la Batalla de Mihuatlán, y la Batalla de la
Carbonera.
Ambicioso de poder, fue Presidente de
México en nueve ocasiones y en distintos periodos (1876-1911), lo que le
permitió gobernar alrededor de 30 años –poco tiempo menos que el dictador
cubano Fidel Castro quien permaneció 49 años con 49 días-, y lograr que su
periodo al frente de la nación se le conociera como El Porfiriato.
Su control en todos los sectores lo
llevaron a mantener el orden y la paz social, fortaleció la inversión
extranjera, estableció la red ferroviaria que hasta la fecha, con ligeros
cambios, continúa vigente. Dio apertura a las novedades tecnológicas –la luz,
el telégrafo, el cine, los automóviles-, de finales del siglo XIX y principios
del XX. De forma deliberada favoreció a un reducido sector de la sociedad y
perjudicó al resto de la población, que en algunas partes del país vivían como
en tiempos feudales con todo y derecho de pernea.
Don Porfirio Díaz como todos los
dictadores latinoamericanos se rodeó de lambiscones, de colaboradores convenencieros,
pero también de gente inteligente que hacía bien su trabajo pero nunca se
atrevió jamás a señalarle sus errores. En el fondo todos temían que les
sucediera a todos los que se oponían a su régimen: los afortunados al exilio, y
el resto directo al paredón, a las
galeras de San Juan de Ulúa en Veracruz, o a los campos de Valle Nacional, en
el estado de Oaxaca, también conocido como el Valle de los Miserables. Rara vez
alguien salía vivo de estas embajadas del infierno para contar su experiencia
Solo en el poder, el general se fue
haciendo viejo, y sin darse cuenta, su bien lograda estructura dictatorial se volvió
arcaica, y terminó debilitándose por completo. Esta situación fue aprovechada
por los revolucionarios encabezados por Francisco I Madero que lo obligaron a
dimitir, viajar a Veracruz y salir al exilio europeo a bordo del vapor Ypiranga
el 31 de mayo de 1911.
Aunque en el viejo continente fue
recibido con honores de gran estadista, la nostalgia lo embargaba. Las fotos y
películas de aquella época lo muestran cabizbajo y ausente. A don Porfirio le
hacía falta su país. Después de tantos viajes, él y su esposa terminaron
instalados en París. ¡Vaya paradoja! Luego de luchar contra el ejército
francés terminaba sus días en la nación
gala el 2 de julio de 1915.
Carmelita Rubio, después de mandar a
embalsamarlo decidió que fuera sepultado en la iglesia Saint Honoré d’Eylau,
con la ilusión de que en unos años pudiera llevarlo de regreso a México. Sin
embargo, la respuesta de los generales –muchos de ellos formados en el
Porfirismo-, fue un No rotundo.
Decepcionada, la viuda trasladó sus
restos al cementerio de Montparnasse, esperando que con el tiempo esta actitud
negativa desapareciera, pero en la década de los 20, 50 y 60 fue la misma. Incluso
en 1995 cuando se organizó una comitiva para repatriar los restos del viejo
general, a respuesta del gobierno fue la misma: No. Otra respuesta semejante
fue en el 2010, con motivo del bicentenario de la Independencia y el centenario
de la Revolución Mexicana.
El próximo 2 de julio se cumplirá un
siglo del fallecimiento de don Porfirio Díaz, la polémica vuelve a surgir, y la
clase política evita tratar el tema. Para los puristas fue un dictador, le hizo
mucho daño al país, no puede volver a México. De acuerdo. ¿Y Antonio López de
Santa Anna? ¿Y Gustavo Díaz Ordaz? Ambos también dañaron a mucha gente; el
segundo en menor tiempo. Y ambos también están sepultados en nuestro país.
La Historia la conforman hombres y
mujeres con virtudes y defectos, no personajes, porque a decir del historiador
Martín Hurtado, estos últimos cumplen un rol específico y Porfirio Díaz como el
ser humano que fue tuvo errores, ¡demasiados!, pero también aciertos.
Aunque lo más lógico de entender es que los
herederos de quienes le vencieron en el pasado continúan en el poder, y jamás
aceptarán que regrese. Rechazan su repatriación solo por tradición a un
nacionalismo anacrónico y resentido.
Veracruz, pero sobre todo Oaxaca esperan
pacientes a que de forma espontánea el gobierno francés encabezado por el
presidente Hlollande, le devuelva el favor a México por la repatriación de
Florence Cassez, y decida regresar los restos de don Porfirio Díaz.
Si Carmelita Salinas es diputada, y
Cuauhtémoc Blanco es presidente municipal de Cuernavaca, Morelos, significa que
todo puede ser posible. Incluso que regrese el viejo general.
Sí, es cierto, los vencedores escriben.
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