Cuento ganador de la cuarta mención honorífica en el Segundo Certamen de Cuento del CUSur
Mónica
Hernández
Desde
hace un mes Jorge y la novia en turno se empeñan en creer que yo soy la loca,
celosa, resentida, que envió mensajes al Facebook de ella, diciéndole lo patán,
mujeriego, promiscuo, desgraciado e imbécil que es su Georgie y que -tras el
evidente bloqueo de la cuenta falsa en la red social- arrojó una piedra
envuelta en un anónimo, rompiéndole una ventana a su casa y, no contenta con
eso, ahora la acosa con llamadas insultantes a media noche. De todo me acusa
Jorge y eso me indigna.
Hace casi un mes él vino a verme y me reclamó. Dijo que
la principal sospechosa era yo, que los anónimos virtuales de una pobre celosa
ardida se podían ignorar, pero que con lo de la pedrada y las llamadas a casa
de su novia ya me había pasado, dijo que la familia política estaba muy
molesta, me advirtió que dejara de hacerlo y no sé qué más. Obviamente se lo
negué todo, pero no me creyó. Esto es realmente indignante.
Que Jorge me crea culpable resulta absurdo. Parece que no
se acuerda de lo buena novia que fui, que aunque duramos poco aguanté lo que
ninguna: soporté todos los rumores de que me engañaba con otras, me tragué
todas las mentiras cuando lo negaba y se lo creí todo porque de veras lo
quería. Cuando por fin me mandó a volar y me dijo todita la verdad: que sí, que
era cierto que había andado con todas las que me sabía e incluso con más, pero
que ahora estaba neta, neta enamorado de una sola. Yo como una buena exnovia me
comporté, me aguanté los celos, el coraje, la rabia, la histeria y la
decepción. No lloré. No le hice drama ni berrinche. No lo cacheteé. Tampoco le
rogué. No niego que me dolió hasta el alma, porque de veras, de veras lo
quería, pero lo dejé ir pensando que iba a volver que me iba a extrañar que no
podría vivir sin mí que dejaría pronto a la otra… Pero no. No pasó. No lo hizo.
Al parecer mi Jorge ahora sí había cambiado. ”Hasta el
más mujeriego se corrige cuando llega la indicada” posteó en su muro de
Facebook y me dolió. Publicó su relación y fotos con ella en la red social,
cuando a mí me dijo una y otra vez que eso N-I-L-O-P-E-N-S-A-R-A.
En un caso como éste, cualquier otra exnovia resentida,
una de esas tantas a las que él dejó, hubiera pasado su tiempo espiando a la
incauta en turno, a la pobre imbécil víctima, a la que seguro pronto dejaría
con el corazón roto, como a todas. Otra lo habría hecho, pero yo no. Cualquiera
de sus exnovias al notar que pasaba el tiempo y con ella sí duraba, que ésa sí
lo había atrapado, que al parecer ahora la relación sí iba en serio,
cualquiera, enojada, habría sido capaz de buscar su Facebook, crear una cuenta
falsa y enviarle mensajes; y, al ver que ella no desistía, que a pesar de las
advertencias se empeñaba en ostentarse como la novia oficial de Jorge, la que
lo había domado, la única que había sido presentada a la suegra y con la que ya
había incluso planes de boda…Cualquiera, resentida, podía haberla seguido
sigilosamente hasta su casa para conseguir la dirección, recortar, ordenar,
pegar pacientemente letras de periódico y vigilar el mejor momento para arrojar
la piedra con el anónimo sin ser vista. Seguro cualquier otra lo hizo, pero yo
no. Cualquiera podía haber buscado en la guía telefónica su número para marcar
a su casa a medianoche y, con fingida voz de ultratumba, insultarla e incluso
amenazarla. Cualquiera, despechada, pudo haber hecho todo eso, sin dejar
rastros, cuidando los detalles para no ser descubierta, logrando que yo, que
fui la última novia de Jorge, su ex más reciente, sea considerada ahora como la
principal sospechosa. Eso es lo que él se aferra en no entender, cualquiera de
sus muchas exnovias tienen motivos para molestar a la actual, cualquiera pudo
haberlo hecho, pero yo no, yo no soy así, yo no haría eso por nadie, ni
siquiera por él que, aunque patán, aún es tan especial para mí…
Y es que ese Jorge es guapo y lo sabe, experto en
conquistas tiene una mirada y una sonrisa que enamoran y al principio, cuando
se lanza de cacería y comienza su primera etapa de seductor, se porta
romántico, lindísimo: es de los que lleva serenata, regala rosas, chocolates y
peluches; escribe versos y hasta poemas enteros, o al menos eso me hizo creer,
después me enteré que aquello de “Te digo que te quiero /te repito que estás en
mí como yo mismo /te confieso otra vez que estoy enfermo de ti/ que me eres
necesaria como un vicio tremendo/ imprescindible, exacta, insoportable”...y
todos los demás, no eran precisamente suyos y además se los decía a todas, pero
sí que supo enamorarme con esos versos…
Después, la segunda etapa, cuando él sabe que ya te tiene
bien segura, ya embobada, estúpidamente enamorada y, sobre todo, cuando ya
pasaste por su cama, simplemente pierde el interés y va por la siguiente presa,
y es que era sabido que andaba con dos o tres al mismo tiempo, y que su orgullo
era fanfarronear ante sus amigos que la lista de imbéciles ingenuas enamoradas
seguía en aumento.
Obviamente, todas las chicas enfurecían y lo dejaban
cuando se daban cuenta de eso, pero yo no, yo estaba verdaderamente enamorada,
él había sido mi primer beso, mi primer novio, mi primera vez. Me gustó desde
que lo vi y cuando me sonrió pensé hasta en el vestido de novia, me sentía tan
afortunada de tenerlo… ¿Dejarlo? No, nunca, ¡Jamás! Él fue el que se hartó de
que le aguantara tanto y me mandó por un tubo.
Claro que me dolió y mucho, pero parece que no se acuerda
lo buena exnovia que soy, estoy segura que he sido la única que no le reclamó
ni lo cacheteó ni siquiera una sola vez, además, no me importaba desviarme en
mi camino a la escuela, solamente para pasar frente al taller donde él trabaja,
sonreírle y saludar, incluso cuando me lo encontraba de la mano de ella, todo
para que se diera cuenta que terminamos bien, que no le guardo rencor, que
podemos ser amigos… Me indigna que crea que la culpable soy yo, parece que no
se acuerda de lo buena exnovia que fui que soy que seré siempre…
Anoche Jorge vino a verme y me reclamó de nuevo, ahora
agregó que le envenenaron el perrito a la novia. Me gritó que soy una celosa
ardida despechada loca resentida psicópata trastornada maniática desquiciada y
no sé cuántos adjetivos más, porque me distraje mirando esos hermosos y enormes
ojos negros de los que me enamoré y de los que me volvería a enamorar otras mil
veces… ¡Ah, sí! Ya recuerdo, dijo que ahora sí está seguro que la culpable soy
yo, que rastrearon el número del que salen las llamadas y que es del teléfono
público que está ahí, afuera de mi casa…
¡Bah!
Como si fuera yo la única ardida a la que él dejó, la única que lo sigue
queriendo a pesar de todo, la única que usa ese teléfono cada noche para
advertir, amenazar y tratar de convencer a la estúpida ingenua de que lo deje,
que no le conviene, a ver si ya vuelve conmigo. Cómo se nota que no me conoce,
de verdad cree que soy yo, que siga buscando culpables, seguro que fue otra,
una de tantas.
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