lunes, 14 de diciembre de 2015

Periodismo, literatura, realidad: Svetlana Alexievich

Ricardo Sigala



La escritora bielorrusa Svetlana Alexievich recibió el jueves 10 de diciembre el Premio Nobel de Literatura de manos del rey de Suecia, por su “obra polifónica, un monumento al sufrimiento y al valor en nuestro tiempo”, en palabras de la academia de Estocolmo. Alexievich es escritora, periodista, tiene 67 años y los últimos cuarenta los ha dedicado ha entrevistar a personas que vivieron momentos fundamentales y dolosos de la vida reciente de los países eslavos: la segunda guerra mundial, la Unión Soviética, el estalinismo, las invasiones soviéticas en el medio oriente, la tragedia nuclear de Chenóbil, entre otros. Se dice que ha retratado al Homo soviéticus, como le gusta llamarlo a ella, pero como toda gran literatura, en realidad ha hecho una exploración sobre la condición en que las personas y los Estados se relacionan en tiempos de crisis; la obra Svletana Alexiechic, nos refleja a nosotros, los seres humanos aun cuando no hayamos vivido la particular experiencia histórica a la que se refiere. Quizás logró esto al crear un estilo literario propio mediante el cual documentó el destino de las personas comunes y corrientes, alejada de la historia oficial o de la macrohistoria, en la que los protagonistas son los mandatarios, los ejércitos y sus batallas, la economía y las estadísticas, números y más números. Seguro lo que más impresiona en la obra de la bielorrusa es que nos enfrenta no a esas entidades abstractas, como suele pasar con la historia, sino que nos pone en frente personas de carne y hueso, a los que dispararon y los que recibieron los balas, a los que fueron encarcelados y torturados y a los que encarcelaron y torturaron, a las mujeres que vieron irse a la guerra a sus hijos y sus esposos, a las víctimas de la explosiones nucleares de Chenóbil, y a sus hijos y los hijos de sus hijos que siguen contando y padeciendo las secuelas, así pues reúne “el día a día de sentimientos, pensamientos, palabras”, como declaró  en su discurso de recepción del Nobel, en el que además asentó que, al narrar las historias de personas comunes, está contando la gran historia: “Amo cada voz humana. Ese es mi mayor amor y pasión”.
 

           
Otro tema que abordó en su discurso fue el de la historia cíclica, dijo: "Hemos vuelto a los tiempos de la fuerza. Los rusos le hacen la guerra a los ucranianos. A sus hermanos", (…) "hay aviones rusos bombardeando Siria (...)”. Al decir esto, la escritora bielorrusa da en el clavo de una de las tragedias de nuestro tiempo, la  mítica historia de Abel y Caín repitiéndose una y otra vez: el Estado islámico ha matado cientos de miles de musulmanes y Occidente no le dio importancia, sino hasta que el terror llegó a Francia; en México también cientos de miles han sido asesinados o desaparecidos por el crimen organizado, por el ejército, por la policía, en fin por una guerra fratricida, en la que los mexicanos torturan, desaparecen, asesinan a otros mexicanos, ya sean políticos, empresarios, estudiantes, esbirros, delincuentes, policías, militares o inocentes.

            Podemos leer a Svetlana Alexievich pensando que nos habla del infierno, de una realidad remota y ajena a nosotros, pero también podemos acercarnos a sus libros como se lee un texto literario, es decir como una metáfora, una alegoría del mundo y la humanidad, entonces quizás comprendamos que lo que se dice en un texto literario siempre nos atañe, como un espejo que nos enceguece con la claridad de nuestra historia ignorada.


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