Ricardo
Sigala
La
escritora bielorrusa Svetlana Alexievich recibió el jueves 10 de diciembre el
Premio Nobel de Literatura de manos del rey de Suecia, por su “obra polifónica,
un monumento al sufrimiento y al valor en nuestro tiempo”, en palabras de la
academia de Estocolmo. Alexievich es escritora, periodista, tiene 67 años y los
últimos cuarenta los ha dedicado ha entrevistar a personas que vivieron
momentos fundamentales y dolosos de la vida reciente de los países eslavos: la
segunda guerra mundial, la Unión Soviética, el estalinismo, las invasiones
soviéticas en el medio oriente, la tragedia nuclear de Chenóbil, entre otros.
Se dice que ha retratado al Homo soviéticus, como le gusta llamarlo a ella,
pero como toda gran literatura, en realidad ha hecho una exploración sobre la
condición en que las personas y los Estados se relacionan en tiempos de crisis;
la obra Svletana Alexiechic, nos refleja a nosotros, los seres humanos aun cuando
no hayamos vivido la particular experiencia histórica a la que se refiere.
Quizás logró esto al crear un estilo literario propio mediante el cual
documentó el destino de las personas comunes y corrientes, alejada de la
historia oficial o de la macrohistoria, en la que los protagonistas son los
mandatarios, los ejércitos y sus batallas, la economía y las estadísticas,
números y más números. Seguro lo que más impresiona en la obra de la bielorrusa
es que nos enfrenta no a esas entidades abstractas, como suele pasar con la
historia, sino que nos pone en frente personas de carne y hueso, a los que
dispararon y los que recibieron los balas, a los que fueron encarcelados y
torturados y a los que encarcelaron y torturaron, a las mujeres que vieron irse
a la guerra a sus hijos y sus esposos, a las víctimas de la explosiones
nucleares de Chenóbil, y a sus hijos y los hijos de sus hijos que siguen
contando y padeciendo las secuelas, así pues reúne “el día a día de
sentimientos, pensamientos, palabras”, como declaró en su discurso de recepción del Nobel, en el
que además asentó que, al narrar las historias de personas comunes, está
contando la gran historia: “Amo cada voz humana. Ese es mi mayor amor y
pasión”.
Podemos leer a Svetlana Alexievich
pensando que nos habla del infierno, de una realidad remota y ajena a nosotros,
pero también podemos acercarnos a sus libros como se lee un texto literario, es
decir como una metáfora, una alegoría del mundo y la humanidad, entonces quizás
comprendamos que lo que se dice en un texto literario siempre nos atañe, como
un espejo que nos enceguece con la claridad de nuestra historia ignorada.
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