jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, maestro escritor

José Luis Vivar

Por ser uno de mis escritores favoritos, leo al escritor peurano-español Mario Vargas Llosa desde hace muchos años. Lo mismo en sus libros que a través de sus artículos periodísticos. A pesar del tiempo transcurrido, las energías y el entusiasmo no han mermado en sus capacidades intelectuales. Como dirían los argentinos de Carlos Gardel, que cada día canta mejor, en el caso de este autor sucede lo mismo: cada vez escribe mejor. 
            Su obra literaria es vasta e interesante. Fuera de aquel primer volumen de cuentos titulado Los jefes, cuya publicación vio la luz en 1959, Vargas Llosa ha incurrido en otros géneros literarios, especialmente la novela, aunque también se encuentra el teatro, la poesía y por supuesto el ensayo, brillantes ensayos.

            ¿Sabe por qué su obra es aceptada en otras lenguas además del castellano? Porque es alguien cuyos libros se pueden leer sin complicaciones, y porque uno puede comentar con otras personas de qué se tratan sus historias. Algo que es básico para recomendar cualquier obra literaria. También, porque la verdad de las mentiras, como él mismo suele referirse a toda propuesta literaria, debe convencer al lector, hacerlo vivir una experiencia que no se limite a una sucesión de párrafos.

Exorcizar sus demonios le ha servido para otorgar altas dosis de sentido del humor a sus historias. Un elemento extraño en un autor latinoamericano, donde el común denominador es la solemnidad intelectualoide. ¡Y vaya que sobran ejemplos!

Y es que Mario Vargas Llosa no pertenece a ese grupo de escritores rebuscados y confusos que se pierden en el desarrollo de sus historias, tratando de impresionar al público lector. Nada de eso. Su mayor virtud es que se trata de un gran observador, lo mismo de los detalles que acompañan el acontecer de la vida, que de la condición humana. No en valde, algunas de sus máximas influencias han sido Honorato de Balzac y Víctor Hugo: dos titanes de la literatura universal.

            Ahora, debo ser honesto y admitir que me resulta imposible recomendar un solo libro para que usted amable lector(a) disfrute de una buena historia, acompañada de una excelente prosa. Sin embargo, he aquí 5 propuestas que espero resulten de su completo agrado. 

            En primer lugar Los Jefes, que como quedó señalado líneas arriba es una deliciosa colección de cuentos que muestran el germen de un escritor disciplinado cuyo rigor hace de cada historia algo inolvidable. Este libro debiera ser obligatorio para quien pretenda convertirse en escritor. A pesar de los años que lleva en el mercado editorial, sigue siendo interesante de leer.

            La Ciudad y los Perros, novela que lo lanzó a la fama internacional y le hizo acreedor del prestigioso premio Six Barral. Además de que con esta obra se le incluyó como parte del movimiento literario latinoamericano llamado el Boom, al cual pertenecieron Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, entre otros. La historia gira en torno a un joven cadete, que vive situaciones difíciles en un internado militar del Perú. Su relación con otros adolescentes desencadena una serie de sucesos que desembocan en un crimen. Además de ser un recuerdo de sus años como estudiante de secundaria en el Leoncio Prado de Lima, la novela es un microcosmos de la vida en el Perú. La complejidad de la trama (monólogos en donde se tarda en averiguar quién toma la voz participante), se mezcla con variadas anécdotas de los cadetes y de los militares que están al frente de la institución. Por atreverse a revelar situaciones que debieran quedar en el olvido, las autoridades de dicho plantel exhibieron a la luz pública las boletas con las bajas calificaciones del autor. Esto en vez de perjudicarlo le sirvió para refrendar la admiración de legiones de jóvenes y adultos que vivieron la disciplina castrense.

            Dos más serían Pantaleón y las Visitadoras; así como La Tía Julia y el Escribidor. La primera de ellas cuenta la historia del teniente Pantaleón, cuya aburrida reclusión en la selva con su regimiento lo obligan a implementar un prostíbulo para solaz esparcimiento de sus soldados. La segunda, narra las aventuras de un jovencísimo Mario que se enamora de la tía Julia, mujer mayor y además esposa de uno de los hermanos de su mamá. Aparte, está la vida de Pedro Camacho, un guionista de radio que vive las más extrañas aventuras con sus personajes y con el mismo Vargas Llosa.

            Por último, están La Guerra del Fin del Mundo; y desde luego, La Fiesta del Chivo, novelas históricas, pero sobre todo novelas totales, donde no hay cabo suelto y la magistral forma en que narra en primer término una guerra santa ocurrida en el Brasil de finales del siglo XIX; y en el otro extremo la biografía del sanguinario dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, cuyos crímenes hacen palidecer al mismísimo Adolfo Hitler.

            Una quinteta de opciones que pueden escogerse en orden aleatorio, porque lo interesante puede estar lo mismo al principio que al final.

            Con la obtención del Premio Nobel de Literatura, la obra de Mario Vargas Llosa alcanza la inmortalidad en el mundo de las letras. Sin proponérselo se coloca en el mismo nivel que su amigo Octavio Paz, y le guste o no, vuelve estar al lado de quien fuera muchos años atrás, otro, sino es que su mejor amigo Gabriel García Márquez, con quien rompió luego de propinarle tremendo puñetazo en la cara por una afrenta, de la cual jamás ha querido dar los motivos reales.

            Otro premio nobel para América Latina. Debemos felicitarnos.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario