viernes, 8 de octubre de 2010

Monólogo de una mujer desnuda

La Jirafa les presenta el poema de Lizeth Sevilla, quien obtuvo una de las menciones honorificas en los Juegos Florales de Zapotlán 2010.
Monólogo de una mujer desnuda

Lizeth Sevilla

I
Nuestro amor era un simulacro,
un antifaz del tiempo sobre nuestra memoria,
el amor que hacíamos todos los días
con las ausencias y presencias,
el amor que gastábamos luego en besos
arrancando resuellos pasionales
al raciocinio, 
cuando empezábamos a extrañarnos
con un dolor lúdico
en el vientre,
en las manos,
en la boca,
en el silencio 
donde hacemos falta,
en la oscuridad:
bendita dualidad del deseo no consumado,
cuando nos enseñamos
la tierra,
el agua,
el viento,
y lo indecible
se descifraba en tus manos
[y en tu boca],
cuando tu lengua resolvía
cálidamente
los misterios de mi cuerpo enardecido
de ti,
de todo.

II
Todas las noches eran de tango,
de violines necios
que han susurrado por los siglos de los siglos
besos graves,
miradas graves,
ausencias graves,
cuerpos sin memoria que siguen creando
en el tiempo, en su espacio,
que se encuentran
y desencuentran.










III
En el presente que no te incluye,
trazo líneas de tu cara
con el humo del cigarro,
te salvo de la abstinencia,
de no imaginarte…  del olvido.
Y vivo en un exilio de tu cuerpo,
de tus manos,
tus silencios,
en un exilio imperecedero
sin retorno, sin luz, sin ti,
entre los escombros y las cenizas,
el humo y la noche,
y construyo andamios y colmenas
en mi regazo
donde no duermes…





IV
Te desprendo  del celofán que te asfixia
[lentamente]
te sacudo,
existes,
te acaricio con la boca húmeda
imprudente,
muda.
Cruzo las piernas, los dedos,
el alma
y converso contigo,
me fumo tu aliento,
soberanamente me fumo tu aliento,
el aire pesado que respiras confundido.
Y mancillo tu boca
[que no es mía],
muerdo tu boca
y el dolor es dulce.

Hundo mis dedos
en la selva inmortal de tu cuerpo
donde los peces
y el musgo
se adhieren a mi historia.
Te fumo
y de vez en cuando me ahogo,
me asfixio con el murmullo de tu aliento,
y en esa muerte diminuta
donde tu ausencia es utopía
te vuelvo a enseñar
el agua,
los tangos,
la tierra por donde no transitas


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