domingo, 10 de abril de 2011

La Biblia en el Cine

Los Diez Mandamientos
José Luis Vivar

En los Estados Unidos, a principios de la década de los cincuenta del siglo pasado, con el posicionamiento de la televisión entre la audiencia, la industria cinematográfica tuvo pérdidas significativas en la taquilla. Esto dio motivos para que se desarrollaran distintas estrategias y aspectos técnicos –como 3D y Technicolor-, así como una avalancha de producciones.  
 
            Por desgracia las cosas no funcionaron como se esperaba, todos los estudios, sin excepción, seguían teniendo las pérdidas. La gente prefería pegarse a la tele porque les brindaba entretenimiento, información noticiosa y películas, sin necesidad de salir de sus hogares.

            En un acto de desesperación, Hollywood volteó los ojos al cielo, y curiosamente su petición tuvo éxito. Nacía el género bíblico, cintas de elevados presupuestos con figuras de primer nivel, escenarios impresionantes y en ocasiones miles, sí, miles de extras. Su éxito se extendería por casi tres décadas.

            La lista es extensa, pero basta recordar Betsabé (Henry King, 1951); El Manto Sagrado (The Robe, Henry Coster, 1953), Demetrio y los Gladiadores (Demetrius and the Gladiators, Delmer Daves, 1954), y por supuesto Los Diez Mandamientos (Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956)

            Basada principalmente en el libro de El Éxodo, y teniendo como columna vertebral dramática las obras literarias Prince of Egypt de Dorothy Clarke Wilson; Pillar of Fire de J.H. Ingraham; y On Eagle’s Wing de A.E. Southon, Los Diez Mandamientos trata sobre un príncipe egipcio llamado Moisés que descubre ser de origen judío, y contra la voluntad de todos decide rescatarlo de la esclavitud y conducirlo por el desierto hasta alcanzar la Tierra Prometida.

Con Charlton Heston como protagonista, esta película es una obra maestra no sólo por lo novedoso del aspecto visual –se utiliza el sistema Panavisión y el ya mencionado Technicolor, creando un aspecto grandilocuente-, y los efectos especiales –la separación de las aguas del Mar Rojo, mientras los judíos son perseguidos, sigue siendo memorable-, sino por el talento escénico que desborda la pantalla.

El impacto social de estas películas tuvo buena recepción, inclusive por parte de instituciones religiosas y grupos de estudios bíblicos. La única recomendación que se hizo fue que el cine estuviera al servicio de la Biblia, y no al revés; también que su concepción escénica fue lo más realista posible, sin descuidar el mensaje de las Sagradas Escrituras. Todo lo anterior, por algunos errores, omisiones y descuidos que se detectaron en esta obra de DeMille. 

Cincuenta y cinco años después de su estreno Los Diez Mandamientos sigue cautivando al espectador. La épica de Moisés es memorable, así como también sus momentos de duda e incertidumbre. La transformación física y psicológica del mismo personaje a través de los años muestra más que nada un ser humano que termina víctima de su propia circunstancia, aunque con un espíritu indomable y dispuesto a luchar por servir a Dios con las tablas que le fueron entregadas. 

Es un clásico del buen cine Hollywoodense que debe volver a verse en estos días.

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