lunes, 10 de marzo de 2014

Guillermo Jiménez, ensayo biográfico

 Benjamín Díaz D.


“Sea lo que fuere lo que se quiera decir, no hay más que una palabra para expresarlo, un verbo para animarlo y un adjetivo para calificarlo…”
Guy de Maupassant, Pierre et Jean.


“Guillermo Jiménez, ensayo biográfico” es un ameno, agradable y muy bien documentado ensayo biográfico sobre la indiscutible personalidad y obra de un hijo preclaro de la vecina y vieja Zapotlán el Grande, D. Guillermo Jiménez, primer y exitoso esfuerzo literario aparecido en 2010 del también escritor guzmanense Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar, nacido en el emblemático año de 1968.




En él, nos obsequia el autor con la genealogía de Guillermo, incluyendo sabrosas anécdotas familiares de la niñez, adolescencia y juventud en Zapotlán del biografiado, quien tuvo la distinción de pronunciar la bienvenida a Zapotlán al presidente Carranza en 1916, al que alaba llamándolo “Caballero Azul de la Esperanza”…Y hasta chismes lugareños y sucesos locales salpicados con cierta dosis de escándalo, como por un lado lo fuera el origen de Jiménez de madre burguesa alcoholizada y un humilde zapatero como posible padre. Circunstancias escandalosa que palidece ante otra aún mayor: Esto es, el enorme revuelo levantado en las fiestas patronales de señor San José de 1953, en pleno Siglo XX, por el pleito ente el clero y el propio mayordomo de ellas, cuando el tufo autoritario y estrechez de criterios del entonces párroco ordenó la quema de una edición de lujo de la novela de Jiménez titulada Zapotlán, nomás porque en ella se le atribuían malo pasos a otro cura del lugar. Pero dejemos que el consocio de la Benemérita sociedad de Geografía y Estadísticas, ingeniero Salvador Encarnación, nos dé su versión de tan denigrante y medieval suceso, que al parecer se repitió años después en perjuicio d la obra de Juan José Arreola, La Feria.
En plena juventud, abandona Jiménez a Zapotlán en busca de un ansiado empleo gubernamental solamente con supreparación y talento como tarjeta de presentación, ambición tan en boga entonces como a la fecha, dada la carencia y ayuno total de esas dotes intelectuales en las filas de los gobiernos mexicanos. Su empeño le lleva desde un humilde puesto en correos, hasta la cúspide de su carrera en el servicio diplomático, como Enviado Extraordinario y Plenipotenciario en Viena, en el año de 1957. Todo ello pasando por empleos y puestos en las Secretarías de Educación, Gobernación y finalmente, Relaciones Exteriores. El escritor Emilio Abreu Gómez nos brinda una viñeta del intelectual zapotlense en la ciudad de México.

Después de la muerte del escritor y diplomático, Zapotlán le declara Hijo Esclarecido en 1991, y erige su busto, obra del consocio Tijelino, en la Plazuela del Testerazo en homenaje promovido por el también consocio D. Juan S. vizcaíno y palabras a cargo de Juan José Arreola.

Hemos recorrido un somero vuelo, a ojo de pájaro, sobre la sabrosa y amena ópera prima de un prometedor autor sureño. Más, recordemos el viejo dicho campirano que asegura no ser de orégano todo el monto, o en las más profundas palabras de Michel de Montaigne (renacentista francés, descendiente de judíos conversos aragoneses, por cierto, considerado el padre del género literario: ensayo), quien aseveró: “La palabra es mitad de quien la habla y mitad de quien la escucha…”.

Como hijo consciente y pensante de este girón patrio al sur del Occidente mexicano, no puedo estar de acuerdo con el 1er. párrafo en la apertura de la citada obra. ¿Cómo que “modesta y humilde la antigua y señorial Zapotlán El Grande”?, como usted mismo la califica en ese preciso párrafo señor Rodríguez Aguilar…No nos es creíble tanta modestia cuando muchos de los pueblos vecinos tenemos sobradas razones para mejor conocer y saber de su singular temperamento y justificado orgullo.

Nada menos que el otro integrante, junto con el sayulense Juan Rulfo, de la llamada “Yunta Sureña”, el también preclaro hijo de Zapotlán Juan José Arreola en su inmortal La Feria, nos precisa en algún lugar de ésta su deliciosa biografía zapotlense: “Así son las cosas, todo lo malo nos llega de fuera, por un lado de Tamazula, y por el otro de Sayula”…y tampoco Autlán y Amula se salvan con el cuento aquel de los cuervos que recuperan el maíz robado a Zapotlán por los pícaros y envidiosos pueblos circunvecinos ¿Modestia y humildad?...

Y no es porque tal orgullo sea injustificado o inmerecido. Como no lo es, por derecho propio e histórico, para todo el sur de Jalisco comenzando por Santa Ana Acatlán, al norte, y Tonila y Pihuamo en el linde colimense, pasando por Sayula y Ciudad Guzmán, sin olvidar el Llano Grande de San Gabriel y la región serrana de Tapalpa. Y la región sureña alcanza asimismo a la hermana y vecina Colima, que durante cosa de tres siglos políticamente pertenecieron a la lejana Nueva España, antes de que en las postrimerías del S9iglo XVIII, los antiguos y prósperos Pueblos de Ávalos fueran absorbidos por la floreciente Nueva Galicia.

Prohombres emanados de estas tierras, como el biografiado Jiménez, forman legión en la historia patria, desde los evangelizadores Juan de Padilla que alcanzara martirio en la malograda expedición de coronado a Cíbola y Quiviria, y el sayulense Juan Larios, exaltado en Coahuila. O de indiscutibles artistas y sabios en todas las ramas del arte, la literatura y la ciencia –no olvidar a José Clemente Orozco, Juan Rulfo y Juan José Arreola, los compositores José Rolón, Consuelito Velázquez y Rubén fuentes, o a los presbíteros y científicos el sayulense Severo Díaz Galindo y su contemporáneo zapotlense José María Arreola-, tierra también de insignes soldaos y gobernantes en muchas confrontaciones nacionales. Tiempo y espacio nos haría falta para hacer justicia a todos y cada uno de ellos. Por todo lo anteriormente esbozado, preguntaría yo: ¿Modestos y humildes los pueblos sureños? No, estimados oyentes: Altivos y orgullosos, con enorme grandeza de espíritu y justa y merecida fama, más bien…

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