Benjamín Díaz D.
“Sea
lo que fuere lo que se quiera decir, no hay más que una palabra para
expresarlo, un verbo para animarlo y un adjetivo para calificarlo…”
Guy
de Maupassant, Pierre et Jean.
“Guillermo Jiménez, ensayo biográfico”
es un ameno, agradable y muy bien documentado ensayo biográfico sobre la
indiscutible personalidad y obra de un hijo preclaro de la vecina y vieja
Zapotlán el Grande, D. Guillermo Jiménez, primer y exitoso esfuerzo literario
aparecido en 2010 del también escritor guzmanense Héctor Alfonso Rodríguez
Aguilar, nacido en el emblemático año de 1968.
En él, nos obsequia el autor con la
genealogía de Guillermo, incluyendo sabrosas anécdotas familiares de la niñez,
adolescencia y juventud en Zapotlán del biografiado, quien tuvo la distinción
de pronunciar la bienvenida a Zapotlán al presidente Carranza en 1916, al que
alaba llamándolo “Caballero Azul de la Esperanza”…Y hasta chismes lugareños y
sucesos locales salpicados con cierta dosis de escándalo, como por un lado lo
fuera el origen de Jiménez de madre burguesa alcoholizada y un humilde zapatero
como posible padre. Circunstancias escandalosa que palidece ante otra aún
mayor: Esto es, el enorme revuelo levantado en las fiestas patronales de señor
San José de 1953, en pleno Siglo XX, por el pleito ente el clero y el propio
mayordomo de ellas, cuando el tufo autoritario y estrechez de criterios del
entonces párroco ordenó la quema de una edición de lujo de la novela de Jiménez
titulada Zapotlán, nomás porque en
ella se le atribuían malo pasos a otro cura del lugar. Pero dejemos que el
consocio de la Benemérita sociedad de Geografía y Estadísticas, ingeniero
Salvador Encarnación, nos dé su versión de tan denigrante y medieval suceso,
que al parecer se repitió años después en perjuicio d la obra de Juan José
Arreola, La Feria.
En plena juventud, abandona Jiménez a
Zapotlán en busca de un ansiado empleo gubernamental solamente con
supreparación y talento como tarjeta de presentación, ambición tan en boga
entonces como a la fecha, dada la carencia y ayuno total de esas dotes
intelectuales en las filas de los gobiernos mexicanos. Su empeño le lleva desde
un humilde puesto en correos, hasta la cúspide de su carrera en el servicio
diplomático, como Enviado Extraordinario y Plenipotenciario en Viena, en el año
de 1957. Todo ello pasando por empleos y puestos en las Secretarías de
Educación, Gobernación y finalmente, Relaciones Exteriores. El escritor Emilio
Abreu Gómez nos brinda una viñeta del intelectual zapotlense en la ciudad de
México.
Después de la muerte del escritor y
diplomático, Zapotlán le declara Hijo Esclarecido en 1991, y erige su busto,
obra del consocio Tijelino, en la Plazuela del Testerazo en homenaje promovido
por el también consocio D. Juan S. vizcaíno y palabras a cargo de Juan José
Arreola.
Hemos recorrido un somero vuelo, a ojo
de pájaro, sobre la sabrosa y amena ópera prima de un prometedor autor sureño.
Más, recordemos el viejo dicho campirano que asegura no ser de orégano todo el
monto, o en las más profundas palabras de Michel de Montaigne (renacentista
francés, descendiente de judíos conversos aragoneses, por cierto, considerado
el padre del género literario: ensayo), quien aseveró: “La palabra es mitad de
quien la habla y mitad de quien la escucha…”.
Como hijo consciente y pensante de este
girón patrio al sur del Occidente mexicano, no puedo estar de acuerdo con el
1er. párrafo en la apertura de la citada obra. ¿Cómo que “modesta y humilde la
antigua y señorial Zapotlán El Grande”?, como usted mismo la califica en ese
preciso párrafo señor Rodríguez Aguilar…No nos es creíble tanta modestia cuando
muchos de los pueblos vecinos tenemos sobradas razones para mejor conocer y
saber de su singular temperamento y justificado orgullo.
Nada menos que el otro integrante, junto
con el sayulense Juan Rulfo, de la llamada “Yunta Sureña”, el también preclaro
hijo de Zapotlán Juan José Arreola en su inmortal La Feria, nos precisa en algún lugar de ésta su deliciosa biografía
zapotlense: “Así son las cosas, todo lo malo nos llega de fuera, por un lado de
Tamazula, y por el otro de Sayula”…y tampoco Autlán y Amula se salvan con el
cuento aquel de los cuervos que recuperan el maíz robado a Zapotlán por los
pícaros y envidiosos pueblos circunvecinos ¿Modestia y humildad?...
Y no es porque tal orgullo sea
injustificado o inmerecido. Como no lo es, por derecho propio e histórico, para
todo el sur de Jalisco comenzando por Santa Ana Acatlán, al norte, y Tonila y
Pihuamo en el linde colimense, pasando por Sayula y Ciudad Guzmán, sin olvidar
el Llano Grande de San Gabriel y la región serrana de Tapalpa. Y la región
sureña alcanza asimismo a la hermana y vecina Colima, que durante cosa de tres
siglos políticamente pertenecieron a la lejana Nueva España, antes de que en
las postrimerías del S9iglo XVIII, los antiguos y prósperos Pueblos de Ávalos
fueran absorbidos por la floreciente Nueva Galicia.
Prohombres emanados de estas tierras, como
el biografiado Jiménez, forman legión en la historia patria, desde los
evangelizadores Juan de Padilla que alcanzara martirio en la malograda
expedición de coronado a Cíbola y Quiviria, y el sayulense Juan Larios,
exaltado en Coahuila. O de indiscutibles artistas y sabios en todas las ramas
del arte, la literatura y la ciencia –no olvidar a José Clemente Orozco, Juan
Rulfo y Juan José Arreola, los compositores José Rolón, Consuelito Velázquez y
Rubén fuentes, o a los presbíteros y científicos el sayulense Severo Díaz
Galindo y su contemporáneo zapotlense José María Arreola-, tierra también de
insignes soldaos y gobernantes en muchas confrontaciones nacionales. Tiempo y
espacio nos haría falta para hacer justicia a todos y cada uno de ellos. Por
todo lo anteriormente esbozado, preguntaría yo: ¿Modestos y humildes los
pueblos sureños? No, estimados oyentes: Altivos y orgullosos, con enorme
grandeza de espíritu y justa y merecida fama, más bien…
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