Julio C. Espíritu
Buenos
Aires, abril de 1950
Idea querida:
Comparto con usted el entusiasmo por resolver esta nueva incertidumbre,
aquella noche me tenía usted fascinado con su compañía entre charlas y cigarrillos
que invadían la mesa. Mis impresiones anteriores sobre su persona carecían de
fundamento, para nada es usted una mujer rolliza y estrafalaria, al contrario,
es un ser delicado y con una encantadora sonrisa giocondina.
La velada en que nos conocimos dejamos todo al aire, de
igual forma me adsorbió la conversación colectiva y un Mario[1]
interesado bastante en mis cuentos, temo que pronto también él se volverá un
insensato. Pero antes, entre usted y yo ya habían germinado miradas
predilectas, voces que conjuraron afecto y aproximaciones. Por ello le confieso
que estoy igual de ansioso de verle. Pero la vida es breve y estos días se
tornan un tanto imposibles, ahora me encuentro yendo y viniendo de Montevideo a
Buenos Aires.
Los viajes me dejan con poco ánimo para salir de casa,
pero hace unas horas volví a emocionarme al comenzar a escribirle. Desde la
cama me cuelgo del misterio que no hace otra cosa que impulsar mi deseo por
encontrarnos, saber más sobre usted, descansar mis ojos en los suyos mientras
se enfría el café, y el tiempo y el país se consumen. Cuando mi esposa sale de
casa y deja todo arreglado para el infortunio, el silencio hace eco en la
habitación para confrontarme con hojas en blanco, hojas como ésta que se convierten
en infranqueables obsesiones. ¿Qué poemas la visitan?, ¿qué virtudes esconden
dentro de palabras que embelesan sus recuerdos?, ¿cuántas noches enteras a
enfrentado a la soledad?, ¿qué vino le gustaría compartir a mi lado bajo otra
noche lunar y sorpresiva? Me irrita esta distancia y que no podamos revelar la
forma del cuerpo de esta incertidumbre.
Espero que no deje de escribirme, o que al hombre
responsable de hacer llegar sus cartas jamás olvide dejarme en casa sus
esperadas líneas. Yo estaré escribiendo con anhelo inusitado sobre el reciente
paraíso, sobre los instantes que se irán resguardando entre charlas
inconclusas, vino, cigarrillos y los taciturnos colores de un buen tango. Debo
advertirle que a la primera oportunidad para el regreso iré a buscarla, también
siéntase usted bienvenida a este lado del mar, acá usted siempre tendrá un
puerto donde poder encallar su soledad.
Con
vital aprecio,
Onetti
Idea Vilariño (Uruguay 1920-2009), poeta y ensayista, su obra poética se
encuentra reunida en Poesía completa (2000).
Juan Carlos Onetti (Uruguay 1909-1994), autor de las novelas El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964), entre otras.
Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti tuvieron una relación especial a lo
largo de los años, de ésta se derivan muchos
de los poemas de Vilariño.
[1] Mario
Benedetti prologa el libro “Un sueño realizado y otros cuentos” de J.C. Onetti
en 1951.
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