Mario Iván González Reyes
El lunes pasado se cumplieron 40 de la muerte del autor
del premio Nobel Guatemalteco
Lola. Tenía que ser una Lola la que le metiera en la
cabeza todas esas historias de épocas pasadas, abundantes de plantas y animales
con cualidades que pasan desapercibidas para el hombre de hoy en día, de hace
mucho tiempo en realidad, así de inmemoriales eran las historias que le
contaba, que hasta los colores del cielo eran más intensos y el sol
resplandecía diferente a como lo hace ahora. Hasta el pasto y las hormigas eran
relevantes.
En la desgraciada historia de América Latina hemos tenido
hombres como Manuel Estrada Cabrera, presidente de Guatemala desde 1898 Y hasta
1920, un período demasiado largo de soportar. Cuando un hombre no puede
despegar el culo del asiento y resulta que éste es nada menos que la silla
presidencial entonces, oficialmente, puede llamársele dictador.
Déjenles a
los jóvenes rebelarse, protestar y exigir un cambio. Manifestándose en la calle
fueron a parar a la cárcel. El hombre del asiento se niega a levantarse. Pero
un juez, justo como pocos, decide poner a los muchachos en libertad. El juez
pierde su trabajo.
Ernesto
Asturias baja del estrado y llevándose consigo a su esposa y sus dos hijos deja
la ciudad para refugiarse en el siempre hospitalario campo, el hogar de los
abuelos, la granja. Temporada que hace un surco imborrable en sus recuerdos,
entre la tierra y los árboles, rondado por la impresión de nuevos rostros,
petrificados como los de esculturas ancestrales, la población indígena y su
niñera, en el pequeño de seis años.
La señorita
Reyes le cuenta las historias suyas, tan singulares como él nunca las había
escuchado antes, las de su gente, su cultura y las leyendas que nacían de ella.
Referían no solamente algo muy remoto, sino algo que parecía haber sido
desplantado de la tierra, como una planta de raíces profundas y que él,
precisamente él, en un futuro no muy lejano, buscaría, a su manera, hacer
renacer. Lola Reyes, su niñera.
Fueron tres años nada más los que pasó en la granja con
sus abuelos y después regresó a la ciudad, con su papá, su mamá y su hermanito
menor. Estos desaparecerán de la narración así como la historia inmediata.
Digamos tan sólo que regresó y pasemos en seguida a los años de la universidad.
Muchas cosas
pasaron desde que el niño creció para convertirse en un pensador sensible cuya
vida no estaría falta de acción, como inevitablemente pasa cuando una parte del
pensamiento tiende hacia la política.
La
Universidad Popular fue un proyecto que el joven Asturias fundó junto con otros
estudiantes. Se trataba de la ayuda que aquellos con el privilegio de la educación
le proporcionaban a aquellos que no la tenían, por ser de una clase inferior o
indígenas.
Fundó,
además, dos asociaciones estudiantiles, (la de Universitarios y la de El
Derecho), trabajó como representante de la Asociación General de Estudiantes,
participó activamente en el Partido Unionista y se inscribió en el Instituto
Nacional de Varones, estos dos últimos, factores que contribuyeron a la caída
del régimen del todavía presidente Manuel Estrada Cabrera. El joven Asturias,
también organizaba huelgas.
Recibió su
título de abogado en mil novecientos veintitrés y publicó su tesis El problema
social del indio. Entonces voló a París. Estudió etnología en La Sorbona, se
unió al movimiento surrealista y comenzó su trabajo literario al mismo tiempo
que estudiaba con fascinación a la cultura maya y traducía el Popol Vuh. Mil
novecientos treinta, publica Leyendas de
Guatemala.
Diez años
pasó en París y el regreso a su país se vuelve un tornadizo ir y venir. Jorge
Ubico fue lo primero que encontró, el nuevo dictador. No hace falta mencionar
que ninguno de los dos se simpatiza y que Ubico, quien simpatiza únicamente,
roñoso, con los intereses de los Estados Unidos, consecuentemente, manda a
cerrar la Universidad Popular.
Para no
hacer esta historia más larga. El presidente es derrocado y un nuevo y más
justo mandatario asume el mando, Juan José Arévalo, comenzando Asturias una
carrera diplomática que llevó por buenos términos y que parecía iba a continuar
con éxito cuando Arévalo se retiró para cederle terreno a Jacobo Arbenz, en
quien Asturias confiaba con justa razón, si no hubiera sido porque los Estados
unidos no. El Coronel Carlos Castillo Armas, con el apoyo yanqui, se pronuncia,
se levanta y lo demás es historia sabida. Asturias tiene que salir del país, oficialmente
despojado de su nacionalidad.
La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa; Tirano
Banderas, Ramón del Valle-Inclán; El
otoño del patriarca, Gabriel García Márquez; El recurso del método, Alejo Carpentier; Yo el supremo, Augusto Roa Bastos. La dictadura, la represión que
ha caído como un golpe fatal en América Latina fue descrita en todas estas
obras por todos estos escritores, haciendo cada uno su retrato de los señores
presidentes que por mala fortuna nos han tocado.
El Señor Presidente es considerada la primera novela de la dictadura. Un
tema muy propio de la región, al que nos hemos enfrentado tantas veces en
nuestra literatura como quien se enfrenta a un doloroso trauma. No sólo por su
tema destaca, su estilo y su prosa inusitados impactaron en el panorama lírico
de la época. El lenguaje en su obra es una fuerza vital que, independiente del
tema o la trama, actúa por cuenta propia resonando en musicalidad y
simbolismos.
La
influencia surrealista de sus años en París mezclose con su pasión por la cultura
maya. Paul Valéry describió su primer libro como un sueño tropical. Leyendas de Guatemala recrea mitos
mayas, mas sin limitarse a simplemente narrarlos se vale de su conocimiento
literario para contarlos recreando su lenguaje también, revitalizándolo.
Hombres de maíz, su gran obra incomprendida, considerada su obra maestra
es también una de sus más herméticas. A lo largo de ésta una oposición entre
las tradiciones del mundo indígena y la modernización de la sociedad actual.
Una comunidad, la gente del maíz, cuya tierra se ve amenazada por la invasión
del mundo moderno y la ambición de la explotación comercial. Nuevamente, el
lenguaje de la vieja literatura maya cobra vida a través de la pluma de
Asturias. Hombres de maíz, contada a manera de mito, introduce técnicas que se
corresponden con la visión maya del tiempo y el espacio.
Relevante para la América latina, en el ámbito cultural y
político, precursor en temas propios a nuestra identidad y en el extremadamente
célebre realismo mágico que etiquetara a tantos libros y autores, Miguel Ángel
Asturias recibió el premio Nobel de literatura en 1967.
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