lunes, 7 de julio de 2014

Por qué pierde la selección

Ricardo Sigala



El mundial terminó para la mayoría de los mexicanos. Asistimos al desencanto nacional, un desencanto cíclico: cada cuatro años se repite la misma historia como una prueba del eterno retorno. Desde 1994 a Bulgaria, Alemania, Argentina, Estados Unidos y ahora a Holanda les hicimos ver de qué estamos hechos, que no es fácil doblegar a la noble raza de bronce. En largos lapsos del partido les propinamos su versión de la noche triste, les hemos dado su batalla de puebla, porque nuestros futbolistas son émulos de aquellos imberbes que batallaron en Chapultepec contra el eterno enemigo.
           


La comparación no es casual, en nuestro país el juego suele confundirse con el honor y el patriotismo, y la selección de futbol con los nuevos próceres nacionales. Estamos más atentos a los cambios que hace o deja de hacer el director técnico que a los movimientos en el gabinete presidencial, y más prestos a los designios de un árbitro que a un fallo de la suprema corte de justicia.
            Entre los críticos del futbol algunos dicen que el mundial es una cortina de humo para que el gobierno haga de las suyas y nos meta gol a los mexicanos, este juicio también sobrevalora al futbol, no hace falta ser muy lúcido para ver que a diario el gobierno nos propina escandalosas goleadas: reformas a modo para las élites, detenciones ilegales y sospechosas, impunidad, gasolinazos mensuales, y repito sin necesidad de mundial de futbol. Es importante dejar bien claro que se trata de un deporte, sí apasionante, pero al fin sólo un juego.

            Pero ¿por qué si desde hace veinte años los mexicanos hemos dado muestras de poder competir y formar parte de la élite del futbol, no pasamos del cuarto partido, es decir de los octavos de final?  Si ya tenemos dos campeonatos mundiales juveniles y una medalla de oro en los juegos olímpicos, ¿se tratará de una maldición como algunos suponen? Voy a ensayar dos respuestas, como mera especulación.
         
   La primera especulación. El futbol es un gran negocio que genera ganancias millonarias. Clubes como el Manchester United de Inglaterra, el Ajax de Holanda, el Celtic de Escocia, la Juventus de Turín de Italia, el Oporto y el Benfica de Portugal, el Borussia Dortmund alemán y el Olympique de Lyon de Francia cotizan en las bolsas de valores. El estudio 'Football Money League', elaborado por la empresa Deloitte, que analiza la información financiera de las entidades futbolísticas, reveló que El Real Madrid logró la pasada campaña una facturación de 518,9 millones de euros, 12. 119 millones de euros fueron en concepto de entradas; 188,3 millones por derechos de televisión; y 211,6 millones por publicidad, patrocinios y venta de productos. Los clubes europeos basan el crecimiento de sus ganancias en sus éxitos. Ganar campeonatos se traduce en entradas, en publicidad, venta de camisetas y derechos de transmisión.

Por su parte el futbol mexicano es el líder en nuestro continente, sólo Chivas y América reportaron en 2013 ganancias, entre ambos, por más de mil millones de dólares (según la agencia Euromericas Sport Marketing). Esto demuestra que en nuestro país el futbol es un gran negocio aun sin la obtención de títulos pues México no sólo nunca ha ganado no digamos un mundial, sino ni siquiera una Copa América ni una Libertadores, Brasil, Argentina y Uruguay suman nueve títulos mundiales y sus ganancias están por debajo de las del futbol mexicano). Juan Villoro escribe en Balón dividido que el negocio del futbol mexicano no se basa en triunfos sino en el mercado de piernas, en las transferencias de jugadores, en el tan criticado draft. En el mercado nacional los futbolistas mexicanos son escandalosamente caros, independientemente de su rendimientos y resultados. Por eso las lesiones de Montes y Moreno son verdaderas tragedias económicas.
          
  La segunda especulación. En México tendemos a celebrar la derrota. En el ámbito cívico celebramos la batalla de Puebla, aunque no ganamos la guerra. Rendimos honores a los niños héroes aunque perdimos la mitad de nuestro territorio (más de dos millones de kilómetros cuadrados) frente a Estados Unidos; en lo referente a la Independencia y la Revolución, no festejamos el triunfo de las mismas sino el inicio. En la tradición religiosa pesa más el Cristo en la cruz que el Cristo resucitado. Po eso nada más natural que festejar y celebrar la selección del Piojo Herrera, que jugó el mejor campeonato de la historia y dio guerra a sus rivales, aun cuando apenas obtuvo el décimo lugar.

La derrota nos tienta, nos seduce y en momentos parece enorgullecernos.


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