Julio C. Espíritu
En 1979 Diamela Eltit a sus 30 años se despidió de Raúl
Zurita para recostarse en la cama con un sin fin de ideas progresistas. El arte
le parecía, desde hace algunos años, un arma poderosa para regresarle el alma a
las cosas que tuvieron nombre antes de la época militar.
Sus párpados cayeron sin que el tiempo tomara nota,
todo fue difuso y el sonido de una voz acercándose le arrebató el protagonismo
a la imagen borrosa: “Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los
enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades,
la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos y en el
holocausto morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en
este mundo”. Mientras el sonido continuaba, la imagen se esclarecía con su
amiga Lotty acercándose con manos y cuerpo ejercitándose para colocar cruces
sobre el pavimento.
Diamela sonreía y fijaba la vista en el signo, en
esa blancura cruzada y fúnebre. Un grupo de personas grababan con diferentes
dispositivos el momento, el vídeo y las fotografías tomadas al símbolo único le
otorgaban un peso conceptual riguroso. “Todo tiene que comunicar” pensó
Diamela, “Una milla de cruces sobre el pavimento” tendrá más símbolos, la
palabra será letra conjunta, siempre al lado de los resentimientos.
“Calma” dijo una voz suave sin que el rostro de su
emisor se hiciera presente, sólo sus manos se hicieron manifiestas y
obsequiaban “½ litro de leche” a Diamela quien estiró su brazo para recibir
toda esa blancura envuelta. Diamela seguía sonriendo como recordando la misma
blancura dentro de una frase final discutida con Juan, Lotty, Fernando y Raúl:
“Para no morir de hambre en el arte”. De pronto ella y su grupo caminaban por
la calle repartiendo leche en las colonias más desprotegidas, las personas en
un principio recibían el ½ litro de leche sorprendidas pero después se
alegraban y abrazaban a los del grupo.
El camino de regreso estaba lleno de cruces hasta
llegar a las escaleras del edificio donde Diamela y sus amigos se sentaron para
descansar, poco a poco se fueron despidiendo gustosos por lo realizado. El
último en irse fue Raúl, quien después de un seco “chao” y haciendo señas con
sus manos, se fue perdiendo entre la calle. Diamela entró a su habitación hasta
quedar recostada en su cama con la radio encendida. El sonido llenaba toda la
habitación mientras Diamela entre sueños sonreía.
Damiela Eltit, escritora chilena nacida en 1949.
Goza de gran prestigio internacional. Entre sus novelas destacan Lumpérica, El
cuarto mundo y Los vigilantes.
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