Ana Isabel Rodríguez
Corpulento pero frágil, y tan resistente como las ideas
que en su mente fueron dadas a luz. Nace José Lezama Lima en una base militar,
lo que quizá sea causa de su andar “batalloso” por el mundo, de su incansable
sentido de movimiento social, cosa que no siempre resulta ventajosa a los ojos
de los que ostentan el poder.
Allí, en La Habana vieja, se desarrolla su genio, el que
rendirá frutos pronto y de manera consistente, lo que se refleja en la continua
erección de proyectos editoriales en formato de revista, que van y vienen, que
lo nutren y conducen hacia otros con sus mismos ideales, que van acompañándolo
por el camino y volviéndose cómplices de lo que el cubano comienza a forjar en
el corazón de su nación.
Como a muy pocos, le llueven los reconocimientos en vida,
y Lezama Lima, sin abandonar la literatura, ejerce a la par la abogacía y
obtiene puestos de importancia en el sector cultural, lo que acrecienta su
influencia en las letras de Cuba.
Entre ensayos y poemas, se origina Paradiso, una novela que encierra los puntos más representativos
del autor, y donde pone de manifiesto un estilo pleno de barroquismo, de
símbolos y características iniciáticas propias de un entendido, motivos éstos,
que se agregan a la fama sin fronteras de la novela en cuestión.
Frágil al fin, el asma lo vence relativamente pronto, y
completando un ciclo de voluntaria permanencia, muere en su Habana, la de
vestidos blancos, un nueve de agosto de 1976, diez años después de la
publicación de su obra cumbre.
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